Escribir sin autoridad
El viernes pasado presentamos en La Central del Reina Sofía Materializar el pasado. El artista como historiador (benjaminiano). Fernando Castro hizo una lectura seria y profunda del libro, pero también crítica con algunos aspectos. Una lectura que agradezco mucho y que me ha hecho plantearme algunas cosas que me gustaría compartir aquí.
Hablo de Benjamin, pero ni mucho menos soy un experto en Benjamin. Hay mucha gente estudiando toda su vida al pensador alemán y yo soy apenas un advenedizo en este campo –por mucho que lleve ya un tiempo convertido al "benjaminismo"–. Y lo mismo pasa con la teoría y filosofía de la historia: soy un recién llegado al campo, que me he sorprendido con muy gratamente con los debates teóricos de la disciplina; debates sobre cómo hacer, contar y materializar el pasado que pueden ser importantes para el arte, tanto para la Historia del arte como para la producción artística. Y en última instancia, tampoco soy yo un experto en arte español contemporáneo. No me he recorrido todas las exposiciones ni manejo todos los nombres, ni conozco el sistema en profundidad, aunque es cierto que haya dedicado algún tiempo a mirar con detenimiento lo que sucede a mi alrededor.
Es decir, ni soy experto en Benjamin, ni en filosofía de la Historia, ni en Arte español contemporáneo y aun así me atrevo a escribir un libro que va sobre estas tres cosas –y alguna más, es cierto–. Qué osadía ¿no? Con la de gente que sabe del asunto y, sin embargo, por pudor –o por lo que sea–, decide no escribir.
Pues sí, una osadía. Quizá debería haber seguido estudiando varios años más –toda una vida– a Benjamin, haber seguido encerrado hasta tener algo que escribir que fuera totalmente incuestionable. Pero he decidido hacer lo contrario: escribir. Hacer una propuesta abierta. El libro no tiene otra intención que mencionar unas cuestiones que creo que son fundamentales para este momento: la importancia de la Historia, la recuperación de cierto sentido del tiempo semejante al pensado por Benjamin, la presencia de una serie de prácticas artistas en España que trabajan sobre estas cuestiones... Podría haberme esperado años y haber escrito un libro sobre cómo fue que todo esto pasó, un libro cerrado de Historia del Arte. Pero he preferido –quizá por impaciencia– escribir esto ya, aquí y ahora, a sabiendas de lo precario que pueda resultar. Un libro que más que de Historia del Arte es de crítica de arte, porque intenta decir algo sobre la actualidad, algo que no pretende ser autoritario, ni canónico, ni establecido, algo que puede ser cuestionado, debatido, modificado, dialogado. Esa es la única pretensión, identificar una serie de problemas y exponerlos para su debate. Señalar, apuntar algunas ideas sin haberlas desarrollado del todo. Formular preguntas, y no dar respuestas, al menos no respuestas cerradas –por mucho que el libro proponga ciertos posicionamientos.
Escribir sin autoridad, sin pretensión de autoridad. Escribir antes de estar seguro del todo –quizá no haya nada de lo que estar seguro; quizá no se pueda estar seguro–. Decir, proponer y arriesgar. Porque en el fondo escribir es arriesgar. Aunque ese riesgo en este país sirva para poco. Pero en cualquier caso, lo que está claro es que a veces es mejor decir que callar, aunque seamos conscientes de que hay otros que saben más y podrían haber dicho las cosas mejor que nosotros. Que lo sepan: si no lo hacen, si no hablan, si no escriben, están perdiendo su oportunidad.
Hablo de Benjamin, pero ni mucho menos soy un experto en Benjamin. Hay mucha gente estudiando toda su vida al pensador alemán y yo soy apenas un advenedizo en este campo –por mucho que lleve ya un tiempo convertido al "benjaminismo"–. Y lo mismo pasa con la teoría y filosofía de la historia: soy un recién llegado al campo, que me he sorprendido con muy gratamente con los debates teóricos de la disciplina; debates sobre cómo hacer, contar y materializar el pasado que pueden ser importantes para el arte, tanto para la Historia del arte como para la producción artística. Y en última instancia, tampoco soy yo un experto en arte español contemporáneo. No me he recorrido todas las exposiciones ni manejo todos los nombres, ni conozco el sistema en profundidad, aunque es cierto que haya dedicado algún tiempo a mirar con detenimiento lo que sucede a mi alrededor.
Es decir, ni soy experto en Benjamin, ni en filosofía de la Historia, ni en Arte español contemporáneo y aun así me atrevo a escribir un libro que va sobre estas tres cosas –y alguna más, es cierto–. Qué osadía ¿no? Con la de gente que sabe del asunto y, sin embargo, por pudor –o por lo que sea–, decide no escribir.
Pues sí, una osadía. Quizá debería haber seguido estudiando varios años más –toda una vida– a Benjamin, haber seguido encerrado hasta tener algo que escribir que fuera totalmente incuestionable. Pero he decidido hacer lo contrario: escribir. Hacer una propuesta abierta. El libro no tiene otra intención que mencionar unas cuestiones que creo que son fundamentales para este momento: la importancia de la Historia, la recuperación de cierto sentido del tiempo semejante al pensado por Benjamin, la presencia de una serie de prácticas artistas en España que trabajan sobre estas cuestiones... Podría haberme esperado años y haber escrito un libro sobre cómo fue que todo esto pasó, un libro cerrado de Historia del Arte. Pero he preferido –quizá por impaciencia– escribir esto ya, aquí y ahora, a sabiendas de lo precario que pueda resultar. Un libro que más que de Historia del Arte es de crítica de arte, porque intenta decir algo sobre la actualidad, algo que no pretende ser autoritario, ni canónico, ni establecido, algo que puede ser cuestionado, debatido, modificado, dialogado. Esa es la única pretensión, identificar una serie de problemas y exponerlos para su debate. Señalar, apuntar algunas ideas sin haberlas desarrollado del todo. Formular preguntas, y no dar respuestas, al menos no respuestas cerradas –por mucho que el libro proponga ciertos posicionamientos.
Escribir sin autoridad, sin pretensión de autoridad. Escribir antes de estar seguro del todo –quizá no haya nada de lo que estar seguro; quizá no se pueda estar seguro–. Decir, proponer y arriesgar. Porque en el fondo escribir es arriesgar. Aunque ese riesgo en este país sirva para poco. Pero en cualquier caso, lo que está claro es que a veces es mejor decir que callar, aunque seamos conscientes de que hay otros que saben más y podrían haber dicho las cosas mejor que nosotros. Que lo sepan: si no lo hacen, si no hablan, si no escriben, están perdiendo su oportunidad.
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