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Mira con mis ojos / Pasado inmediato

Llevo varios días explorando el universo de Instagram. He llegado tarde a esta red social, pero creo que a tiempo para entrar a pleno pulmón y observar el modo en el que las imágenes dicen por sí mismas cosas que a los textos les costaría Dios y ayuda comunicar. Yo siempre he sido más escritural que visual y he confiado más en los textos que en las imágenes. Supongo que se trata de una actitud ante lo visible: en lugar de apresarlo con la cámara, espejarlo, reproducirlo o reconducirlo, prefiero filtrarlo, traducirlo o reconvertirlo a través de las palabras –toda una paradoja, dedicándome a una disciplina tan fascinada por lo visible como es la Historia del Arte–. Sin embargo, la exploración de la esta tendencia a escribir con luz –bueno, con píxeles– y, sobre todo, a contar la intimidad a través de las imágenes me está dejando claras muchas cosas sobre el modo en el que las imágenes se transforman en el mundo contemporáneo y sobre todo me está animando a reflexionar sobre el estatus de lo visual en dichos medios.

Por supuesto, Instagram no es nada nuevo. Compartir fotos en la red es algo que viene de lejos. Los fotologs, Flickr, Tumblr... incontables lugares y aplicaciones. Pero Instagram juega con dos cosas centrales que están en la base de su éxito: estetización e "inmediatez demorada". En primer lugar, los filtros viejunos y retro dan a cualquier fotografía un aspecto vintage que convierten en amateurismo casi en una virtud: encuadres casuales, brumas, desenfoques estetizados transforman cualquier fotografía –y cualquier realidad– en algo cool, mod y hip. El retorno del pop y la retromanía que tan bien ha descrito Simon Reynolds son centrales en esta valoración de lo cutre-mod que al final viene a decir: no importa cómo lo hagas, siempre queda bien.Y esto nos lleva a la segunda característica central: la inmediatez con la que la fotografía se convierte en algo público. Una inmediatez que está en el límite del tiempo real. Miras, fotografías, tuneas y compartes.


Creo que esa inmediatez es central. Como también lo es el contexto de la red social, la arquitectura simbólica –ideológicamente construida–, el entorno, en el que las imágenes se insertan: un lugar en el que todo se cuenta con imágenes, en el que uno reacciona ante las imágenes de los demás y proporciona imágenes para que reaccione el resto comunidad.

No voy aquí a hablar del funcionamiento de Instagram. Pero sí que me gustaría compartir una intuición. Aunque es algo que tengo que estudiar con más detenimiento, creo que lo que ocurre con Instragram –con esa red en concreto– es una transformación en el estatus de la imagen fotográfica especialmente su relación con la subjetividad. Y es que el objeto de la imagen aquí no es tanto la realidad fotografiada como el ojo del fotógrafo, el propio ver. Ya digo que esto necesita de teoría y es solo una intuición para trabajarla con tiempo, pero creo –y lo dejo caer como opinión– que las radiografías de la cotidianidad que plantean estas fotografías no pretenden tanto crear relatos o contar historias, como compartir miradas y modos de ver el mundo.

Más que de compartir imágenes, creo que se trata de compartir miradas. En lugar del clásico "yo he estado aquí" de la fotografía tradicional amateur –el recuerdo del lugar, el evento o la persona, que implica la temporalidad de la memoria–, la instantaneidad de las redes fotográficas parecen querer decirnos "mira a través de mis ojos" o, mejor, "mi cámara son tus ojos". Hay aquí, por supuesto, un sentido panóptico –cada prisionero acaba siendo una herramienta más del sistema de vigilancia– como el que aparece en Matrix, donde cualquier sujeto puede transformarse en un agente de la matrix.


Pero además de eso, en este "mira con mis ojos" encontramos una especie de espacialización invisible de la mirada. La fotografía ya no es aquí un instante apresado, un obturador que se cierra o un fragmento de la realidad que es recortado; o al menos no del todo. La fotografía se transforma ahora en una apertura simbólica del presente. Cuando uno hace una foto en Instagram la hace para compartirla. Lo importante no es tanto la imagen –que por supuesto, sigue siendo central, incluso en su dimensión kitsch pseu-retro estetizante– como la necesidad de hacer al otro mirar, o de convertirse uno mismo en los ojos del otro.

Mirar como un otro y, en consecuencia, hacer al otro mirar como si fuera un yo. Pero un mirar que no es ni mucho menos natural. No se trata del streaming inmediato o el directo. Hay un pequeño delay, una demora, un fragmento de pasado que se interpola en las imágenes. Creo que ese pequeño instante de pasado –apenas casi imperceptible– es el instante de la subjetividad. O al menos de una subjetividad simbólica pre-construida, puesto que las imágenes de Instagram, a pesar de su inmediatez, ya están interpretadas. En ellas no se da la realidad, sino la mirada, la actuación del sujeto sobre las cosas. "Mira con mis ojos", entonces,  quiere decir "mira la realidad que, aunque inmediata, la ofrezco ya transformada," modificada con esos filtros rápidos de la aplicación que postproducen la imagen casi en tiempo en real. Unos filtros que, en el fondo, son pre-interpretaciones de la realidad, miradas prefijadas que se insertan en la imagen para crear una ilusión de subjetividad compartida.


Inmediatez demorada, presente-pasado y pre-postproducción de lo visible. O lo que es lo mismo, las imágenes de Instagram como imágenes que ya han sido vistas, miradas ya miradas, experiencias ya experimentadas... realidades precocinadas, envasadas y listas para consumir.



Comentarios

  1. Intución acertada diría. "Las radiografías de la cotidianidad que plantean estas fotografías no pretenden tanto crear relatos o contar historias, como compartir miradas y modos de ver el mundo".

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  2. gracias por compartir tan interesantes reflexiones, me pregunto, en esencia no ha sido siempre así?

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