Cunilingus
Hoy me he quedado estupefacto (por decir algo) al leer esto: "El departamento de Política Lingüística de la Generalitat ha concedido dos subvenciones por un importe de 15.000 euros al director catalán de cine porno Conrad Son, próximo a ERC, con el fin de impulsar el uso de la lengua catalana en este tipo de "cine"."
La verdad es que cualquier comentario político rompería la magia de la noticia. Hay cosas que van más allá de la política, de ser de izquierdas, de centro, o de derechas. Y una de ellas es el derecho a gemir y correrse en la lengua propia. No me entiendan mal, en la lengua de uno, digo. La lengua que uno ha mamado. Perdón, la que uno ha aprendido desde niño. Es decir, la lengua idomática, y no la fisiológica. Y es que, al hablar del cine porno, es necesario matizar el uso de los términos polisémicos, ya que, de lo contrario, se podría entender este tipo de cine como aquel en el que los nacionalismos lingüísticos cobran su sentido más literal, pues la lengua adquiere ahí tintes acuosos y salivales, "informes" en el sentido de Bataille.
Este tipo de cuestiones, que rozan la inefabilidad, suscitan todo tipo de cuestiones metafísicas o, mejor, "catafísicas". Se habla del buen uso de la lengua catalana. Pero ¿dónde? ¿En qué territorio (corporal)? Y sobre todo ¿con qué fines? Y ¿sobre quiénes? ¿Se considerará apropiado usar la lengua catalana para realizar una felación/cuninligus a un@ señor@ de Burgos, o será necesario que el interfecto viva en Lametla o Cornellà? ¿Cómo se establecerá el "buen" uso de la lengua? ¿Habrá acaso un tribunal o un consejo de hombr@s buen@s (provistos de grandes cantidades de papel higiénico)? Y, lo más importante, y esto sí que me atormenta, ¿existe en el porno otra lengua que no sea la lengua-oral-implicada-en-el-acto? Yo nunca me he fijado. Lo único que saco en claro son guturaciones, gemidos y rítmicos sonidos de choque intercarnal.
Confieso que el porno lo veo en la intimidad, con la luz apagada y sin sonido. Y no sólo para que no me oigan los vecinos, sino porque me baja la líbido escuchar la voz engolada del maromo de turno diciendo "te voy a dar lo tuyo" o "súbete que lleva premio". Y supongo que eso nos pasa a todos. Por eso prefiero siempre las versiones originales subtituladas. Es más, las reivindico. Si ya es triste que los DVDs porno no tengan menú con making off, finales alternativos, escenas eliminadas y "montaje" del director, mucho más triste es que no exista la posibilidad de escucharlas en versión original y eliminar los subtítulos, sobre todo para no enteder lo que dicen. Se podría argumentar que así es posible que nos confundamos con la trama. Créanme: podemos asumir ese riesgo.
De todos modos, y por finalizar con la paranoia, yo abogaría por un cine porno transcultural y translingüístico, donde el francés, la cubana y el griego cohabiten en paz y armonía con el catalán, el eusquera, el gallego y el español, eso sí, con algunos cultismos latinos de por medio.
La verdad es que cualquier comentario político rompería la magia de la noticia. Hay cosas que van más allá de la política, de ser de izquierdas, de centro, o de derechas. Y una de ellas es el derecho a gemir y correrse en la lengua propia. No me entiendan mal, en la lengua de uno, digo. La lengua que uno ha mamado. Perdón, la que uno ha aprendido desde niño. Es decir, la lengua idomática, y no la fisiológica. Y es que, al hablar del cine porno, es necesario matizar el uso de los términos polisémicos, ya que, de lo contrario, se podría entender este tipo de cine como aquel en el que los nacionalismos lingüísticos cobran su sentido más literal, pues la lengua adquiere ahí tintes acuosos y salivales, "informes" en el sentido de Bataille.
Este tipo de cuestiones, que rozan la inefabilidad, suscitan todo tipo de cuestiones metafísicas o, mejor, "catafísicas". Se habla del buen uso de la lengua catalana. Pero ¿dónde? ¿En qué territorio (corporal)? Y sobre todo ¿con qué fines? Y ¿sobre quiénes? ¿Se considerará apropiado usar la lengua catalana para realizar una felación/cuninligus a un@ señor@ de Burgos, o será necesario que el interfecto viva en Lametla o Cornellà? ¿Cómo se establecerá el "buen" uso de la lengua? ¿Habrá acaso un tribunal o un consejo de hombr@s buen@s (provistos de grandes cantidades de papel higiénico)? Y, lo más importante, y esto sí que me atormenta, ¿existe en el porno otra lengua que no sea la lengua-oral-implicada-en-el-acto? Yo nunca me he fijado. Lo único que saco en claro son guturaciones, gemidos y rítmicos sonidos de choque intercarnal.
Confieso que el porno lo veo en la intimidad, con la luz apagada y sin sonido. Y no sólo para que no me oigan los vecinos, sino porque me baja la líbido escuchar la voz engolada del maromo de turno diciendo "te voy a dar lo tuyo" o "súbete que lleva premio". Y supongo que eso nos pasa a todos. Por eso prefiero siempre las versiones originales subtituladas. Es más, las reivindico. Si ya es triste que los DVDs porno no tengan menú con making off, finales alternativos, escenas eliminadas y "montaje" del director, mucho más triste es que no exista la posibilidad de escucharlas en versión original y eliminar los subtítulos, sobre todo para no enteder lo que dicen. Se podría argumentar que así es posible que nos confundamos con la trama. Créanme: podemos asumir ese riesgo.
De todos modos, y por finalizar con la paranoia, yo abogaría por un cine porno transcultural y translingüístico, donde el francés, la cubana y el griego cohabiten en paz y armonía con el catalán, el eusquera, el gallego y el español, eso sí, con algunos cultismos latinos de por medio.
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