Ir al contenido principal

El 36

Cuando comencé mi carrera, había en mi clase un señor que tenía 36 años. Un día vino a estudiar a casa y mi madre lo apodó “el 36”. A partir de entonces esa edad significó para mí una especie de barrera insalvable entre la juventud de mis 18 y una madurez que en aquel momento veía demasiado lejana. Hace unos meses volví a ver a ese hombre y estaba exactamente igual. Llevaba su bicicleta, su maleta de piel y sus pantalones anchos de lino. Andará ya cerca de los cincuenta, pero me pareció el mismo de aquellos días de universidad, como si los años no hubieran pasado por él.

Cosas de la vida, hoy, 10 de junio de 2013, soy yo el que comienza a ser “el 36”. Y aún espero que alguien me diga en qué lugar está escondida la palanca que detiene el paso del tiempo.

Comentarios

  1. Yo, que ya he superado esa frontera hace tiempo y ahora que no nos oyen, te diré que el secreto para detener esa palanca es, precisamente, no buscarla. Hazme caso, funciona.

    ResponderEliminar
  2. Cuando llegué a los 30 también estaba preocupado por el paso del tiempo hasta que aprendí que hay que preocuparse del tiempo mal gastado, no del que pasa por pasar.

    Felicidades atrasadas.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias a ambos por los comentarios. Ya asume uno ser el 36. Supongo que nada cambia de un día para otro. Hasta el momento en el que te das cuenta de que nada es ya como era antes, que todo ha cambiado para siempre. Mientras tanto, seguiremos sin buscar la palanca para ver si así es posible encontrarla.

    ResponderEliminar
  4. la madurez no existe.. la muerte sí..

    ResponderEliminar

Publicar un comentario