Como vengo escribiendo en los últimos posts, vivir en EE.UU. es como estar constantemente atrapado en una película de la que es imposible salir. Esto ocurre en todo momento, a cada instante, pero hay situaciones donde esa experiencia se intensifica tanto que uno comienza a pensar seriamente que todo es parte de un guión y que las cámaras tienen que estar escondidas en algún lugar. Eso es lo que pasa, por ejemplo, si a uno, como a un servidor, se le ocurre agarrarse un autobús interestatal de la línea “Peter Pan Bus” y meterse entre pecho y espalda cinco horas de América profunda. Cinco horas acompañado por el repertorio completo de los personajes de una película de serie B, uno por uno, como si fueran figurantes contratados para actuar en algún parque temático de la Paramount.
No falta ninguno: el señor barbudo con camisa de cuadros, sombrero tejano, pantalones vaqueros sucios y funda de guitarra, el veterano de Vietnam (que ahora es el veterano de la Primera Guerra del Golfo), la señora con el vestido de flores y las gafas de pasta transparentes, el oriental desorientado y, por supuesto, las dos monjas y el cura, ataviados “religiosamente” para la ocasión. Todo un micromundo al que se suma un murciano sorprendido que no da crédito a lo que está viendo. Un murciano que, acostumbrado al trayecto Madrid-Murcia, y a que el autobús pare en Albacete para poder llevarse a casa una caja de miguelitos de la Roda, no hace sino sorprenderse una vez más al encontrarse lugares que están a medio camino entre la casa de La matanza de Texas y el bar de Abierto hasta el amanecer, con un toque, eso sí, del Badulaque de Los Simpson.
Lo cierto es que se trata una experiencia inolvidable. A medio trayecto, mientras escuchaba las guitarras de God is an Astronaut y veía la inmensidad de la naturaleza americana, tuve un Stendhal de campeonato, se me pusieron los pelos como escarpias y se me llenaron los ojos de lágrimas. Poquitas veces, muy pocas, me ha ocurrido algo así.
Tendré que seguir preguntándome eternamente si todo esto es real o es sólo el atrezzo que alguna mano perversa ha colocado en mi camino por estas tierras de Dios. Comienzo a pensar que soy una especie de Don Quijote al que se la ha secado la mente de tanta tele y que ahora no hace sino ver gigantes en vez de molinos.
[Publicado en La Razón, 19/03/10]
No falta ninguno: el señor barbudo con camisa de cuadros, sombrero tejano, pantalones vaqueros sucios y funda de guitarra, el veterano de Vietnam (que ahora es el veterano de la Primera Guerra del Golfo), la señora con el vestido de flores y las gafas de pasta transparentes, el oriental desorientado y, por supuesto, las dos monjas y el cura, ataviados “religiosamente” para la ocasión. Todo un micromundo al que se suma un murciano sorprendido que no da crédito a lo que está viendo. Un murciano que, acostumbrado al trayecto Madrid-Murcia, y a que el autobús pare en Albacete para poder llevarse a casa una caja de miguelitos de la Roda, no hace sino sorprenderse una vez más al encontrarse lugares que están a medio camino entre la casa de La matanza de Texas y el bar de Abierto hasta el amanecer, con un toque, eso sí, del Badulaque de Los Simpson.
Lo cierto es que se trata una experiencia inolvidable. A medio trayecto, mientras escuchaba las guitarras de God is an Astronaut y veía la inmensidad de la naturaleza americana, tuve un Stendhal de campeonato, se me pusieron los pelos como escarpias y se me llenaron los ojos de lágrimas. Poquitas veces, muy pocas, me ha ocurrido algo así.
Tendré que seguir preguntándome eternamente si todo esto es real o es sólo el atrezzo que alguna mano perversa ha colocado en mi camino por estas tierras de Dios. Comienzo a pensar que soy una especie de Don Quijote al que se la ha secado la mente de tanta tele y que ahora no hace sino ver gigantes en vez de molinos.
[Publicado en La Razón, 19/03/10]
jajajajajajaajja....supongo que quizá no habías reparado nunca antes en ese personaje desubicado y extranjero que tb ha de salir en el microcosmos del cine americano, ese personaje que por esta vez te ha tocado ser a ti.
ResponderEliminaro quizá en el autobús Madrid-Murcia ni siquera te fijaste en los pasajeros por estar admirando una obra de arte tal como son los miguelitos, parada obligatoria donde las haya, pero cuya observación sociológica quizá te demuestre que no dejamos de sufrir tb nostros nuestros propios roles, sólo que más almodóvar, más castizos.
en cualquier caso, al menos tú tienes el privilegio de poder llorar en un mundo distinto(real o fantástico), el resto nos levantamos como cada día sabiendo que nos vamos a emocionar, o a no emocionar, con las mismas cosas de exactamente todos los días, sin ser ni protagonistas ni secundarios de algo distinto a lo que ya estamos acostumbrados, y que con suerte sigue emcionándonos, pero que con mala suerte ya no nos causa ninguna emoción.
Así que disfruta por nosotros, tú que puedes montarte en cualquier autobús ;)