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Mostrando entradas de 2017

Un lunes

Ha pasado una semana y aún no te has recuperado del todo. Demasiadas emociones al mismo tiempo. Y también una detrás de otra. Ni siquiera sabrías por dónde empezar. Simplemente las anotas ahora para volver a pensarlas, para escribir de ellas más adelante. Sin tiempo de nuevo, más que un diario en voz baja, esto empieza a convertirse en un diario pospuesto. Lunes. Comes con Enrique Vila-Matas, Marta López y los hermanos Castro (Fernando y Javier). Atiendes a las historias. Prefieres escuchar. A Enrique y a Fernando. Apenas dices nada. Hay momentos en los que es mejor callar. No por aparentar, sino por aprender. Callar para saber. El placer de escuchar, de no tener que decir por decir. Ya hablarás en tu conferencia. Vila-Matas y el arte contemporáneo. La tesis: sus libros activan el arte, lo hacen funcionar más allá de los museos, lo llevan a la vida. Repites esa idea demasiadas veces y al final acabas liado dándole vueltas a la misma cuestión. Mientras hablas, no puedes evitar mir

Ayer

Mientras todo se desmorona, unos cuantos raros nos reunimos estos días en el CENDEAC en torno a la literatura de un grande. Como el propio Enrique Vila-Matas escribe hoy , "después de todo, hay una gran literatura que está pensada, no para leerla con una lámpara cayendo sobre la cama, sino con el resplandor mismo de la pólvora." La literatura como intento de poner cordura en medio del gran disparate. Ayer, por cierto, fue un día mágico, a pesar de mis titubeos ante la responsabilidad de hablar sobre Vila-Matas ante Vila-Matas y, también, de dar una conferencia junto a Fernando Castro, que llevaba 72 páginas escritas y 215 diapositivas en su power point. Excesivo y maravilloso, como todo lo que ocurrió ayer. Antes, durante y después. A veces el tiempo se frena. Y todo parece tener sentido.

No-Time

No tener tiempo ni siquiera para poder escribir que no tienes tiempo. Sacar unos segundos. Abrir la página de este blog y dejar constancia de eso. De la locura de estos días, de estas semanas, de estos meses, de esta vida. Escribirlo, sin tiempo, para ser consciente de ello. Prometerse buscarlo. El tiempo. Hacerle sitio. Darle espacio. Darle tiempo. Saber que fracasarás por mucho que lo intentes. Pero aun así hacer la promesa. Cambiar de tiempo. Buscar el tiempo. El tiempo perdido. El tiempo robado. El tiempo de vida que ya nadie devolverá. Decir no. Regresar a Bartleby. Ganar tiempo. Decirlo frente al espejo. Prefería que no. Preferiría que no. Preferiría que no. Repetirlo tres veces. Diez. Cien. Mil. Infinitas. Hasta poder pronunciarlo frente a los otros. Hasta que el propio cuerpo lo diga. El cuerpo entero, gritando: Preferiría que no. En voz baja, pero atronador, contundente, denso, como una muralla inexpugnable. Preferiría que no. Prefería que no. Preferiría que no. Y, al sépt

Múltiple

Y ahora vuelvo a escribir yo. Vivo sin lograr encontrar el tono, la voz, ni el punto de vista. Regresas a la segunda persona y, por un momento, parece que funciona. Pero enseguida deja de hacerlo. Entonces vuelvo a utilizar el yo porque creo que está más cerca de las cosas. Y las cosas te repelen. Y llevan a tú. Es un espejo extraño, que me refleja y me refracta, que me expulsa y sin embargo me atrae. Pierdes tu lugar. Estás fuera de ti. Por eso no logras habitar el yo. Por eso no puedo acercarme a mí. Y, sin embargo, tampoco logro irme del todo, convertirme en la voz incorpórea del tú. Supongo que es la esquizofrenia, el sentirme cada vez más escindido, más partido entre el lugar en el que estoy y el lugar desde el que pienso. Y esto te lleva a perder la voz, a confundirla, a vivir desorientado, fuera-dentro de ti, fuera-dentro de mí.  Así que decides que este diario en voz no tendrá una sola persona, sino que serás múltiple. Seré yo, serás tú y será él. Él o ella, o incluso ello.

Palma

No cesas de recordar los días mágicos en Palma. Has vuelto de allí transformado. Algo en esa isla te ha conmovido. Apenas han sido tres días y, sin embargo, lo echas todo de menos. Las conversaciones, los descubrimientos, las noches largas, las caminatas de madrugada y las confesiones en la oscuridad. Necesitabas esos momentos de desconexión. Anhelabas literalmente "aislarte", ser isla por unos instantes. Y al regresar a la península algo de eso ha vuelto contigo. El aire compartido, la felicidad respirada. Como la que sigue reverberando, la que aún no se ha ido del todo, la que a veces reclama su presencia, la que late incluso cuando dejas de pensar en ella, la que, también como la tristeza, emerge cuando uno menos lo espera.

Segunda persona

Regresas a la segunda persona. No sabes por qué, pero te encuentras más cómo escribiendo de ti como si fueras otro, como si hablases a un espejo. Piensas en lo que te sucede y te desdoblas. Alguien te habla desde fuera. Un tú extraño, parecido a ti, pero que nunca coincide del todo contigo. Un tú que te posee y te hace decir cosas que, por alguna razón, no puedes decir cuando hablas en primera persona. Un personaje, quizá. No lo tienes muy claro, pero el caso es que ahora vuelves al tú, regresas al espejo y te desdoblas. Es posible que lo necesites, que el yo desde el que intentabas hablar te haya cerrado el acceso. O quizá simplemente sea comodidad. La comodidad de escribir desde el otro, escribir como una conversación. No importa. De verdad. No importa. Lo único que sabes que es ahora el tú regresa a este no (ha) lugar. Y también comienza a hablar en voz baja.
Semana de locura en la que no he podido sentarme un segundo a escribir. Lo hago ahora, sin mucho tiempo, desde Palma de Mallorca, casi recién aterrizado y unos minutos antes de comenzar la sesión de trabajo en Es Baluard, donde realizo un proyecto con el colectivo 1er Escalón. Un proyecto en marcha al que aún tenemos que dar forma definitiva. La semana ha sido intensa. El noventa por ciento de mi tiempo lo he pasado con Mieke. En el seminario y también en los ratos libre. He vuelto a aprender con ella y hemos iniciado un nuevo proyecto para el futuro, una exposición de sus trabajos para el próximo año. Ha sido todo muy gratificante, pero el estrés de estar en el seminario, en clase, hacer de organizador, poner el agua, la videoconferencia, responder a las preguntas de internet, intentar sacarlo todo adelante... casi acaba conmigo. Demasiadas cosas al mismo tiempo. El martes incluso durante un momento me desorienté y no sabía hacía dónde tenía que ir, como si por un instante el tiempo
Ayer llegó Mieke Bal a Murcia para su seminario de esta semana en el CENDEAC. Encontrarme con ella es siempre un placer.  Es la generosidad hecha persona. Y también el esfuerzo y la pasión por el trabajo. Ya jubilada, no cesa de leer un segundo, de idear proyectos, de moverse constantemente de un lado a otro. Es un modelo a seguir. Creo que si a alguien me gustaría parecerme es a ella. Comienzo a leer Todo cuanto amé , la novela de Siri Hustvedt. Este verano leí El verano sin hombres y reconozco que no llegó a entusiasmarme. Pero esta novela sobre el arte me tiene cautivado. Hustvedt tiene una sensibilidad especial a la hora de describir las obras del artista  que aparece en la novela, pero sobre todo a la hora de describir las emociones. Entre lo analítico y lo sensible. El punto preciso. Ese que, de nuevo, me gustaría poder mantener a mí cuando escribo. Escribo un tuit y un estado de Facebook sobre lo que ocurre en Cataluña. "El gobierno ha perdido la guerra de las imágenes.
Otro día extraño, en voz baja, apagado, mate, sin contornos. Escribo ahora con los ojos medio cerrados por el efecto del Yurelax. La fisioterapeuta me he dejado como si me hubiera atropellado un camión. Al menos puedo andar. He llegado a la consulta casi sin poder hacerlo. Toda la tensión en la espada. Y también en las caderas. Toda la tensión acumulada. Todo el estrés y todo lo que no puede ser dicho. Hoy es San Miguel. Siempre me acuerdo de mi madre en San Miguel. Para ella era más importante que mi cumpleaños. No eres cuándo naces, decía, eres cómo te llamas. El nombre te hace persona. Eso decía mi madre. Isabel.  Isabel, como mi sobrina. Esta tarde he ido a ver su hija, mi sobrina nieta. No he dicho nada, pero todo el tiempo he tenido a mi madre en la cabeza. Era la nieta que más quería. La única chica entre tanto varón. Y, ahora, esa nieta querida le ha dado una bisnieta. Imagino cómo la habría mirado y me estremezco.  El hermano de mi madre, el único que queda de la f
Hoy no tengo demasiadas fuerzas para escribir. Todo el día en casa, enviando mails, preparando las lecturas para el Master online de Estudios Visuales, que comienza la semana que viene, e intentando lidiar con las herramientas informáticas del aula virtual. No sirvo para esto. El papeleo me supera. Aunque me sigue manteniendo entretenido, sin pensar, como intento estar estos días. Lo que no sé es cuánto aguantaré de autómata. Llamadas de teléfono constantes, textos por entregar, compromisos ineludibles..., y otro día más con la sensación de vivir en la vida de los otros, de vivir lejos de uno mismo, alejado de lo que uno quiere hacer y sujeto a lo que quieren hacer los demás. He limpiado la mesa de mi despacho. He colocado papeles en su sitio y he sacado varias bolsas de basura. Siento una especie de catarsis extraña que me va engullendo poco a poco. Todo lo que estaba en su sitio –o yo creía que estaba en su sitio– se ha tambaleado. Y empiezo a sentir de nuevo la necesidad de es
Todo el día en una comisión de contratación de la universidad, haciendo números y porcentajes. Tiempo tirado a la basura. También mañana. Y así casi toda la semana. Textos por entregar y libros por leer. Y,  mientras tanto, multiplicando por dos, valorando expedientes académicos y sumando puntos por semanas trabajadas para una bolsa de empleo. Y, sin embargo, en esos momentos de improductividad absoluta, de tiempo podrido, no pienso en nada. La tristeza desaparece, o se instala en un lugar en el que pesa menos. Hacer cosas, moverse hacia delante, intentar no pensar, no mirar, no abrir los ojos. Y no poder hacerlo del todo. Hablo con E. por teléfono. Necesito escuchar su voz y no puedo aguantar el silencio y la incertidumbre. Nunca he estado tan perdido. Al colgar, regresa el vértigo. Pero el teléfono sigue siendo una agarradera. Una linterna en la oscuridad. Después vuelvo a la rutina. Enviar correos, preparar bibliografías, intentar ordenar lo que puede ser ordenado, como si a
Tristeza. No hay otra palabra mejor para describir lo que uno siente cuando algo que era bello se rompe en mil pedazos. Luego vendrá la nostalgia, la melancolía y, quizá con el tiempo, la memoria de la felicidad. Y algo de esa belleza perdida se restaurará durante el instante fugaz de un recuerdo. Una belleza pasajera, como un destello de luz, que traerá de nuevo todo aquello que hoy ha comenzado a irse. Y lo traerá para volver a llevárselo. Para decir: "fue, nunca más será". Y esa felicidad paradójica del futuro también nos romperá. Comienzo a evocarla y puedo intuir ya la nuca erizada al recordar ese pasado que no regresará, el rostro mojado por las lágrimas aún no derramadas. Y, sin embargo, nada de eso me hace escapar de la tristeza del presente. La tristeza y el dolor por algo que era bello y hermoso y que se ha roto para siempre.

Portbou

Escribo en la cama de un hotel de Portbou, después de intervenir en la Escuela de Verano Walter Benjamin. No ha sido la mejor conferencia de mi vida, pero he salido airoso; al menos eso creo. Quizá demasiado larga, pero no encontraba el modo de acabarla. Y no tengo demasiado claro que al final haya llegado a calar en el público. No sé, percepción mía. De todos modos, el sueño está cumplido. Hablar para benjaminianos. Parecer uno de ellos. Hacerlo aquí, en Portbou, visitar el memorial, experimentar la última frontera.  Toda una experiencia. También poder conocer a la nieta de Benjamin. Y a la bisnieta. Poder tomar una cerveza los tres tranquilos frente al mar. Escuchar de su boca las historias sobre su padre, saber lo que él contaba de su abuelo. Y presenciar un momento mágico y divertido: Una señora que paseaba un perro se ha acercado a nosotros. La niña, la bisnieta de Benjamin, ha comenzado a acariciarlo y le ha preguntado que cómo se llamaba. –Benjamin –ha respondido la señora.
Creo que voy a comenzar a escribir como si esto fuera una especie de diario. Otra vez más. Pero ahora en primera persona y en voz baja (que, en la era de las redes sociales, significa no linkearlo a Facebook ni a Twitter, sino dejarlo aquí, sin anunciar, sin decirlo a nadie, volviendo a confiar en la baja intensidad del texto que no quiere gritar). Hoy me han robado las zapatillas en el gimnasio. Las he dejado fuera de la taquilla y, al volver, no estaban. "Es que hay que meterlo todo en las taquillas", me han dicho en la recepción. Y han seguido atendiendo al personal como si nada. Qué chorizos, he dicho. Y me he dado la vuelta. Ay, mis Diadora..., que me habían costado un ojo de la cara. El cabreo se ha paliado algo con el shushi y con la conversación, aunque la extrañeza incómoda ha continuado incluso en el sexo. Hoy no era el día; no lo era. Y, sin embargo, al despertarme de la siesta, una llamada de mi agente. La novela funciona y les ha gustado. Después de todo el

Sin más

Pues recomienzo el blog. Así, de golpe. Una tarde cualquiera. Una tarde en la que debería estar escribiendo otras cosas y preparando clases y conferencias. Pero no sé, he visto en la barra de favoritos del navegador el link abandonado a Blogger y he decidido entrar. Entrar y escribir unas líneas. Sin pensar, sin meditarlo un solo segundo. Recomenzar. Volver a este no (ha)lugar antes de que desaparezca y deje de escucharse. Hacerlo así. Casi de modo automático. Una nueva entrada. Sin más.

Aquí y ahora, 43

[Publicado originalmente en Revista Eñe, 31/65/17] Lunes   15   de   mayo Hoy estás nervioso. Todo el día. Por la tarde tiene lugar el último momento de la novela. Sucede lo que faltaba por escribir. La historia se hace real. La sientes. Te emociona. Todo adquiere sentido. Por un momento, el libro deja de ser una novela y se convierte en lo que realmente es, una historia amarga y dolorosa, una historia que aún no sabes por qué has decido contar. Por la noche, no puedes dormir. Te encierras en el despacho y escribes hasta la madrugada. El último fragmento. El capítulo que faltaba. El más verdadero. Escribes en el cuaderno hasta que te duele la mano, hasta que los ojos comienzan a cerrarse. Intentas ser fiel a la realidad. Ahí estaba la verdad. Una verdad a la que tú aún no habías atendido. La verdad del otro lado. La verdad de la otra cara. La verdad que por fin has conseguido entender. Mientras escribes, sientes las palabras fluir. Percibes la fuerza de la realidad y también l

Aquí y ahora, 42

Lunes  8  de  mayo Temprano, Murcia-Madrid en tren. Aprovechas el viaje y corriges los fragmentos del pasado intercalados en tu novela. Avanzas mucho más rápido de lo que habías imaginado. Te sumerges en la historia y recuperas el tono cortante de la evocación. El viaje se te hace corto. Logras desconectar por completo. Estarías el día entero sentado en el tren con el ordenador. En Madrid te espera Alejandro. Comes con él y con Jesús después de visitar la sede de Akal y programáis los próximos libros de la colección Estudios Visuales que coordináis. Jesús te pregunta que cuándo terminarás tu libro sobre el arte de historia, que ya lo esperan en la editorial. Dices que ya llegará. El próximo año, quizá. Hace unos años el problema era dónde publicar lo que escribías. Ahora tienes la suerte de haber encontrado los lugares ideales para hacerlo. Lo que necesitas es el tiempo para poder escribir. El regreso es rápido y llegas a casa para cenar. Estás cansado, pero comienzas a ver con

Aquí y ahora, 41

Lunes 1 de mayo Todo el día preparando la conferencia sobre el giro historiográfico en el arte contemporáneo. Vuelves una y otra vez sobre lo que ya has escrito y publicado. Tienes la sensación de comenzar a repetirte. Y al mismo tiempo estás convencido de que aún no has planteado el tema tal y como deberías. Lo bordeas, lo llenas todo de sugerencias e ideas, pero todavía no has encontrado la forma precisa para trabajar sobre esta cuestión. Tu pequeño libro  Materializar el pasado  era apenas una intuición. El resto de artículos y conferencias de los últimos años son adendas a esa intuición. Cuando acabes tu novela y entregues los mil textos que ya te reclaman volverás a estas ideas y construirás con ellas un libro que realmente te satisfaga. Eso esperas. Martes 2 de mayo Escribes temprano el diario y sales en coche para Valencia. Comes por el camino y llegas justo para una mínima siesta antes de la conferencia. En el IVAM te espera Álvaro de los Ángeles, que te muestra la e

Aquí y ahora, 40

Lunes 24 de abril Comienza la locura. A partir de ahora, no vas a poder hacer otra cosa que dar clase, atender alumnos de TFG y doctorandos. Eso y poco más. Organizas la clase del máster en Patrimonio Cultural. “Organización de exposiciones”, tu asignatura. Toda la mañana recopilando los apuntes de otros años y pensando en cómo lo vas a afrontar. Por la tarde, dos horas seguidas presentando el programa y las lecturas de este año. Bibliografía comentada. Al final montaréis todos juntos una exposición. Por la noche preparas  la charla del día siguiente en el Festival de Cine y Patrimonio. Vas a presentar  There is a Criminal Touch in Art , la acción que Ulay realizó en 1976, justo cuando emprendía su carrera de artista con Marina Abramovic. Es una de las obras de arte que más te han impresionado jamás. El artista alemán roba un cuadro ( El poeta pobre , de Carl Spitzweg) de la Neue Nationalgalerie de Berlín y, tras despistar a la policía, lo cuelga en el salón de unos inmigrantes

Aquí y ahora, 39

Lunes 17 de abril Temprano, continúas con la corrección de la novela. Comienzas ahora con la parte del pasado, escrita en segunda persona. Es un tono diferente y pasas el día acostumbrándote a una voz martilleante y seca que te recuerda a la que utilizas en este diario. La realidad reverbera en la ficción, constantemente. Por la noche, planchas el traje de huertano para el Bando. Los pliegues del zaragüel son una pesadilla. Mañana vas a parecer un acordeón. Martes 18 de abril Escribes temprano el diario y comienzas a vestirte. El zaragüel, la camisa de lino, las calcetas amarillas, la faja mostaza, el chaleco rojo, las esparteñas atadas a media pierna… es una especie de ritual en el que el tiempo se condensa. Sales a la calle y no te ves ridículo. Se percibe ya el buen ambiente y la alegría. Es el Bando de la Huerta. Es la fiesta de Murcia. Y tú eres un huertano travestido. Comienzas con Marta y sus amigos cerca de la Plaza de las Flores. Allí te encuentras con media Murci

Aquí y ahora, 38

Lunes 10 de abril Amanece temprano en Edimburgo y la luz del sol llena toda la habitación. Desayunáis en casa y salís sin prisa a visitar la ciudad. El tiempo os respeta. Subís hacia el castillo y desde allí contempláis el paisaje urbano. Los turistas miran de espaldas, a través de la cámara del móvil. Los palos de selfi comienzan a ser una prótesis siniestra. A la bajada del castillo hay una fábrica de tartán. Raquel dice que estarías guapo vestido de escocés y accedes a la sesión de fotos. Os visten con la ropa típica y os hacen posar de todas las maneras. Con espadas, con gaitas, levantando el kilt… Afortunadamente nadie os conoce. Por la tarde, después de pasear sin rumbo por la ciudad, quedáis con Luz y su marido, que también están en Edimburgo. Tras más de diez años de contacto por internet, Raquel y ella se desvirtualizan allí. Las casualidades del mundo global y digitalizado. Cenáis en un restaurante cerca de la casa y os recogéis pronto. Antes de iros a la cama, veis