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Mostrando entradas de mayo, 2010

El tiempo perdido

El último episodio de Perdidos fue un evento de una magnitud completamente nueva en la historia de la televisión, con una expectación sólo comparable a la levantada por una final del Mundial de Fútbol. Millones de personas no durmieron o se levantaron a las seis de la mañana e incluso faltaron a su trabajo para ver cómo acababa la vida en la Isla. Y el final parece que no ha dejado a nadie indiferente. Desde entonces han surgido los «perdidófilos» y los «perdidófobos», es decir, los que han disfrutado con el desenlace (yo estoy entre ellos) y los que han sentido que estos seis años han sido de «tiempo perdido». Más allá de las razones que puedan tener unos u otros, estos posicionamientos (en muchos casos, extremos) son síntoma de que nos encontramos en una nueva época en la historia del entretenimiento . Una de las cuestiones por las que muchos se han sentido defraudados ha sido porque los guionistas no han seguido sus opiniones. Después de años de verter teorías en Internet, parece qu

Apocatastasing Lost

Al final, todo ha sucedido, literalmente , en un abrir y cerrar de ojos. Un parpadeo, el del pastor Jack , que ha hecho las veces de obturador, de apertura y clausura de luz. Eyes wide open que acaban siendo Eyes wide shut . Una imagen poética, como poético (en el borde lo cursi, es cierto) ha sido también el último capítulo. Confieso, de todos modos, que he disfrutado como hacía tiempo que no lo hacía frente a la pantalla. Creo, sinceramente, que han merecido la pena las seis temporadas. Seis temporadas y un día, el de ayer, en el que me tragué las dos horas previas, el capítulo final y el programa especial posterior que pusieron en la Abc , con una emoción que difícilmente se volverá a repetir en una serie de televisión. Aunque es cierto que no ha contentado a todos, a mí el final me ha parecido redondo. Evidentemente quedan miles de cosas por contestar. Pero desde el momento en el que uno acepta las reglas del juego y entra en el mundo de fantasía creado por los guionis

Losing Lost

Hoy domingo, después de seis temporadas, acaba Lost . Por cosas del destino, podré ver el final de la serie en directo desde Estados Unidos. Desde las siete de la tarde, estaré pegadito al televisor para tragarme las cuatro horas y media de emisión especial que programa la cadena "Abc". Si España llegase a la final del Mundial de Fútbol, no sé si la emoción iba a ser la misma. Y es que Lost me tiene agarrado por los mismísimos e intuyo que no me va a soltar hasta el último minuto. Creo que ha sido Antonio Rentero el que mejor ha resumido el argumento de la serie. No creo que haya mejor manera de decirlo: «un avión se estrella en una isla y a partir de ahí se arma un lío de tres pares de narices». Una isla misteriosa que se mueve en el tiempo, unos personajes con un pasado complicado y una trama que está a medio camino entre lo paranormal y lo mitológico. Y mil cosas más, por supuesto. Pero sobre todo una pregunta (la misma que se ha hecho el ser humano desde sus orígenes):

Café americano

Me queda un mes de estancia en estas tierras americanas y el repertorio de escenas de película con las que convivo día tras día sigue creciendo. Una de las imágenes centrales del cine americano que se cumple en la realidad es la protagonizada por lo que se podría llamar el «café de compañía». No hay película americana que se precie en la que no aparezca alguien llevando de un lado para otro un café en vaso de cartón de medio litro con una tapa de plástico. Las comisarías de policía, los bufetes de abogados o las redacciones de los periódicos, por poner sólo unos ejemplos, no serían concebibles sin ese café de por medio. Yo estaba convencido de que las películas exageraban y que la gente no podía estar todo el día con el café en la mano. Pero de nuevo, la realidad supera a la ficción. El café de medio litro (café aguado e insulso que te quema la lengua para dos semanas) es casi una prótesis de la que los americanos no se separan ni a la de tres. No importa donde uno vaya, siempre hay al

Columna SK: Ur-iPad

Para los que no lo hayan leído en SalonKritik , os copio aquí la columna del pasado domingo: Ur-iPad. Ciencia-ficción y retro-tecnología “Lo viejo nunca se separa tajantemente de lo nuevo; más bien este último, tratando de separarse de lo ya obsoleto, renueva los elementos arcaicos, ur-temporales. Las imágenes utópicas que acompañan la emergencia de lo nuevo siempre retroceden paralelamente al ur-pasado. En el sueño en el que cada época ve en imágenes la época que sigue, las imágenes aparecen unidas a elementos de la ur-historia”. —Walter Benjamin Marcando el tiempo Uno de los principios de la ciencia-ficción, ya sea ésta fílmica o literaria, es la puesta en juego de toda una serie de “marcadores” temporales que sitúan la acción en un espacio-tiempo diferente del presente. Marcadores que, con muy pocas excepciones, suelen estar vinculados con el ámbito de la tecnología, cuyos avances, como ha sugerido Bernard Stiegler, parecen ser hoy el único criterio fijo capaz de decirnos lo evo

Road Movie

Estados Unidos es un lugar para recorrerlo en coche. Es la tierra de las road movies , las películas de carretera, una tierra atravesada de costa a costa por célebre ruta 66, el camino iniciático que te lleva directamente al corazón americano. Pero no hace falta irse a Las Vegas. Cualquier trayecto en coche es ya, de suyo, una experiencia de contacto con la América auténtica. Porque, sin duda, una de las esencias de este país es el automóvil y todo lo que le rodea. Cualquier cosa imaginable puede hacerse aquí desde el coche. Por supuesto, comprar hamburguesas, donuts o cualquier tipo de comida, pero incluso dejar el correo o hacer transacciones bancarias en una ventanilla a lo McDonalds. La cosa es no bajarse del coche. Allí dentro se asiste a la película definitiva, a la experiencia más cinematográfica de todas, por encima de todo lo que he comentado hasta ahora. Y es que el coche es quizá uno de los escenarios centrales del moderno cine americano. No hay película que se precie que no

Correr o no correr

He hablado aquí alguna vez de la obsesión por la vida sana que existe en algunos lugares de Estados Unidos. Una pulsión ecológica y naturista que se observa en la alimentación y en las costumbres. En Williamstown, esa fascinación por la salubridad toma forma pública en la extraña costumbre de correr todos los días. Esto es algo que me sigue sorprendiendo aún. Aquí, haga frío o calor, llueva o truene, siempre hay alguien corriendo. En los apenas quinientos metros que separan mi casa de la biblioteca todos los días me encuentro decenas de personas corriendo. Jóvenes, niños, adultos, personas mayores con la cara desencajada, señoras que hacen como que corren pero que tan sólo mueven los brazos… todo el mundo va de un lado para otro haciendo ejercicio. Y no digo yo que eso sea malo, ni mucho menos. Correr es beneficioso para la salud. Lo que ocurre es que es muy difícil no sorprenderse por la cantidad y la variedad de los corredores de estos lugares. Es una sensación tremendamente extraña