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Mostrando entradas de abril, 2012

In the mood for SOS 4.8

Apenas queda una semana para el SOS 4.8 y yo ya he encargado mi pack de clones para poder asistir a todo lo que me interesa. Faltan siete días y ya me ha entrado la ansiedad. Música y Arte, sí, pero sobre todo Voces, que este año está sembrado –nunca mejor dicho–. Y es que, aunque esta edición no cuente con la nómina de grandes popes extranjeros (a excepción del gran Frederic Martel, autor de Cultura Mainstream, un libro excepcional), la gente y los temas de este año son como para no perderse nada. Se ha hecho una programación basada en la potencia de los contenidos (la ficción televisiva), y se ha contado con figuras centrales del ensayo y la literatura contemporánea en español (Ferré, Fresán, Carrión, Balló...). La verdad es que Jordi Costa, el comisario de Voces y Arte, se lo ha currado y le ha quedado un programa genial –aunque lo mismo digo todo esto llevado por la pasión y por tener el honor este año de formar parte de esta sección .  El caso es que a mí me toca doblete. El

Yo también tuve una novia bisexual

De Guillermo Martínez uno se espera libros brillantes (“Acerca de Roderer”), efectivos (“Los crímenes imperceptibles”) o inteligentes (“La muerte lenta de Luciana B.”). Su última novela, sin embargo, camina por una vía no explorada hasta ahora por él y se aleja de su típica escritura fría, medida y meditada para adentrarse en el mundo de lo sensual y las pasiones del cuerpo. Y he de decir que no le sale nada bien. Aunque intente otras cosas –lo intelectual, lo político, la reflexión sobre la propia escritura–, al final, no deja de ser la típica novela de profesor extranjero que se acuesta con alumna americana que está muy buena. Y ya. Prescindible hasta decir basta. Eso sí, la portada me tiene prendado. Yo también tuve una novia bisexual Guillermo Martínez Destino 208 páginas 18 euros

El escondite de Grisha

Ismael Martínez Biurrun es uno de los escritores más extraños y originales de la nueva literatura española. Sus libros son tremendamente perturbadores y enigmáticos, y nos introducen en los caminos de lo oscuro y lo misterioso a través una sutileza narrativa y una prosa depurada y elegante que es bastante escasa en la literatura “fantástica”. Este último libro, continuando con esa escritura que lo sitúa en la alta literatura, cuenta una historia en los bordes de lo paranormal –la de Grisha y sus visiones– que acaba transformándose en un relato profundamente psicológico acerca de la memoria, la culpa y la imposibilidad de lidiar con los fantasmas del pasado. El escondite de Grisha Ismael Martínez Biurrun  Salto de Página  251 páginas 18’50 euros 

Cambios

Dejas unos días de postear y te lo encuentras todo cambiado. Entro por curiosidad ahora a escribir una entrada al blog y tengo que investigar unos minutos para saber cómo funciona la interfaz nueva. Quizá vaya mejor que la otra, pero el caso es que parece que aquí las cosas no se pueden estar quietas. Facebook te lo cambian cada dos por tres, Twitter lo mismo. Y ahora blogger, que parecía una de esas cosas que permanecían incólumes a tanta mutabilidad. La cosa es no quedarse quieto. En fin, habrá que acostumbrarse. La tecnología parece no estar de acuerdo con el principio ese de "si funciona, déjalo así". Sino más bien con el de "tú cambia, cambia, aunque acabes jodiéndolo". Y esto es lo que ocurre muchas veces, que de tanto tocarlas, las cosas acaban quedando peor. Yo siempre he  pecado de hacer demasiados cambios. Pero lo cierto es que hay cosas que es mejor "no meneallas".

Legislar Internet

Uno de los grandes peligros de la era de Internet es que no siempre calculamos las implicaciones de nuestros actos frente a la pantalla. Cuando navegamos e interactuamos con la red, cuando escribimos un tweet y posteamos en un blog, a veces creemos que lo hacemos desde una intimidad protegida e inocua, igual que cuando leemos un libro en nuestra habitación. Pero nada más lejos de la realidad. Internet es una plaza. Y lo que allí sucede es público y produce realidad. Por eso, si en la calle hay normas cívicas y leyes que debemos respetar para garantizar la convivencia –uno no puede ir quitándole el bolso a las señoras u orinando en las mochilas de los adolescentes, por ejemplo–, en Internet, como espacio público que es, tampoco se puede hacer cualquier cosa, aunque nos cueste mucho más trabajo reconocerlo. Y es necesario legislar e intentar poner un cierto orden en medio del caos absoluto en el que, de lo contrario, podría convertirse la red. El problema surge cuando un mundo absoluta

Tiempo ritual

Miro el archivo de mi ordenador para ver qué he escrito otros años en Semana Santa y me sorprendo al encontrar que todos los años, de modo consciente o inconsciente, escribo más o menos lo mismo en la columna del periódico: que la Semana Santa, como la liturgia, como las fiestas del calendario, forman parte de un tiempo diferente al tiempo cronológico. Un tiempo cíclico, que se repite cada año, y que introduce modelos de experiencia temporal que nos comunican directamente con el pasado a través de su repetición ritual. Quizá también por eso, cada año, por estas fechas, mi escritura repite sistemáticamente lo ya escrito. Y esa repetición me sirve para sentir que, por mucho que cambien las cosas, cada cierto tiempo todo vuelve a su sitio, aunque sea por unos momentos. Son pequeñas certidumbres que nos hacen mantener la cordura en un tiempo en el que todo fluye. Quizá ése sea el verdadero sentido del ritual, imponer marcadores temporales que sirvan de anclaje para los individuos, lugares

Materializando el pasado

Muchas veces –por lo general– escribe uno un texto y pasan siglos hasta que lo ve publicado. Si el texto en cuestión es un libro, la cosa se dilata y cuando viene a editarse ni siquiera se reconoce como hijo propio. Pero también hay veces –mucho más escasas– en las que ocurre todo lo contrario: el editor está a la espera de que llegue el manuscrito acabado para maquetarlo, corregirlo y rápidamente meterlo a la imprenta. Eso es lo que está sucediendo en estos momentos. Un editor está sufriendo porque yo no hago sino retrasar una y otra vez el libro que espera. Es un texto pequeño, casi diminuto, pero aun así no encuentro la manera de acabarlo. Recorto, pego, cambio, borro, re-escribo, me meto en un jardín a coger una simple flor y acabo arando el campo el entero. Así llevo algún tiempo. Y la portada ya está diseñada, el libro se ha anunciado (el primero de la editorial Micromegas ) y yo todavía sigo girando una y otra vez sobre él. Hoy, sin ir más lejos tenía la mesa del despacho que pa