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Mostrando entradas de diciembre, 2010

Fin de año

Se va un año largo, intenso, lleno de emociones y descubrimientos. Hice las Américas, descubrí la paz de los bosques de Nueva Inglaterra, volví a Murcia, me traje conmigo el sosiego y la calma (aunque a veces se me olviden en el cajón), redescubrí la música, descansé, trabajé, viajé, escribí, me divertí, reí y amé, y lo sigo haciendo (todos los días). Pero 2010 también se llevó a grandes amigos. Y en 2010 seguí añorando a quienes perdí hace ya más tiempo. Las risas estuvieron siempre atravesadas por las lágrimas, y en cada lágrima, sin embargo, afloró una posibilidad de futuro. Nada nuevo, pero todo sorprendente. La vida sigue y seguirá igual. Igual de hija de puta, pero también igual de maravillosa.

Piratería expandida

Hay un cuento de Italo Calvino , “La oveja negra”, que habla de un país donde todos eran ladrones. Un país en el que todo iba bien hasta que llegó un hombre honrado que, al no querer robar, desestructuró y desequilibró una economía fundada en el libre intercambio y la mutación constante de la riqueza. Entre otras cosas, esta historia nos habla de cómo toda ley es contextual y debería fundarse a partir del consenso de la mayoría. Las leyes, igual que las prácticas éticas, deben partir de la experiencia y no imponer un orden restrictivo que convierta a la excepción en norma. Eso es, sin embargo, lo quiere hacer la Ley Sinde , restringiendo la libre circulación de contenidos en Internet a través del privilegio de la excepción. Cuando todos somos tratados como delincuentes o piratas, lo que hay que cambiar es lo que entendemos por piratería y delincuencia. Las transformaciones estructurales y tecnológicas introducen también cambios de mentalidad. Sin embargo, aquí parece que nada de es

Hostias, una performance, no me jodas

En un post anterior , comenté aquí el estado de paranoia artística que se había instalado en Murcia con Manifesta, donde cualquier cosa de la calle era susceptible de ser confundida con una obra de arte. Otro de los efectos colaterales de esta extensión del arte a la vida cotidiana es también la naturalización de lo excepcional y la asunción del lenguaje artístico como lenguaje común. Es decir (en cristiano), que ya a nadie le extraña encontrarse manifestaciones artísticas en plena calle, y que ya cualquiera maneja la terminología del arte contemporáneo con una propiedad sorprendente. Un ejemplo de esto que digo sucedió ayer, en la Plaza del Cardenal Belluga, en el curso de la acción "40 minutes standing", del artista suizo Thomas Zollinger. La acción consistía en estar 40 minutos de pie ("de pie plantón", como se dice en murciano) siendo consciente del espacio y sin hacer nada. Una especie de interrupción en el ritmo cotidiano a través de la parada improductiva que

Filtraciones ficcionales

En un reciente artículo sobre Wikileaks, se pregunta Umberto Eco por qué han hecho tanto daño las filtraciones de la web si es algo que ya se ha publicado de otra manera o que corre de boca en boca ya desde tiempo atrás. Y sostiene que el verdadero escándalo no está en la información en sí, sino en su repetición pública y, sobre todo, en la puesta en evidencia de los fallos de seguridad en el sistema de la diplomacia americana. Desde luego, esto es así en cierto modo (aunque no exactamente la cuestión de la publicación), pero sobre todo lo es en el primer punto de su argumentación: que lo que dicen los papeles de Wikileaks es algo que ya todos, más o menos, habíamos imaginado. Y esto es lo que me parece más curioso, porque algunas de las filtraciones (y no me refiero a las banales) son tremendamente graves. Perversiones extremas (tráfico, extorsión, chantaje, manipulación) que, sin embargo, no nos sorprenden en absoluto. Parece ciertamente que estuviésemos curados de espanto, o que hu

Cosas, textos y música

Parece ser que la maratón de textos, conferencias y ponencias varias va llegando a su fin. Estas cuatro semanas pasadas han sido de aúpa, aunque, si me pongo a pensar, es posible que otros años haya estado incluso peor.No sé cómo lo hago, pero lo cierto es que los noviembres y los diciembres siempre vienen cargaditos de trabajo. Al menos, este año parece que la navidad –y toco madera– puede ser más tranquila que en otras ocasiones. Creo que he hecho en estos dos meses el trabajo de todo el año. Y no exagero. En total han sido: tres textos de catálogo (dos de ellos largos, largos), dos artículos para revistas importantes (con la responsabilidad que conllevan), tres reseñas largas, cuatro conferencias (dos de ellas, al menos, parecidas), dos comunicaciones, aparte, claro está, de la columna semanal de La Razón, algunos textos eventuales y, por supuesto, las clases de la universidad, dos asignaturas este cuatrimestre que se llevan su tiempo. Con todo este trajín, desde el 1 de octubre no

El fin de la mediación

Entre las cuestiones que pone sobre la mesa el caso Wikileaks, se encuentra la de la suspensión de toda mediación entre el dato y el lector. Wikileaks puentea a los medios tradicionales de difusión de información y pone las cosas todas juntas al alcance del receptor. Este fin de la mediación es también el fin del periodismo tal y como lo entendemos. Y es que una de las cosas básicas que caracteriza al periodismo es la conciencia de que la información debe ser seleccionada. La propia selección ya es ideológica. Pero lo contrario sería un caos donde cualquier cosa tendría el estatuto de noticia. El periodista debe mantener ahí un equilibrio ético. Con el caso Wikileaks esta función clave del periodismo está siendo desmantelada. Y lo más grave es que en muchos medios tradicionales que se hacen eco del fenómeno esta falta de criterio de selección se ha convertido en moneda común. En la portada de algunos periódicos “comprometidos” se reproduce, por ejemplo, ese archivo de cotilleos intern

Seis

Seis años viviendo con womahn (más otros seis de previa). Felicidad, amor y complicidad. No podría imaginarme otra manera de vivir. Aunque, a veces, parezcamos dos, en realidad somos uno. Uno-con-el-otro.

La paparazzización difusa

La figura del paparazzi es una de las más controvertidas del “periodismo” contemporáneo. Su función es acechar al famoso para fotografiarlo cuando éste menos se lo espera. Durante los años ochenta y los noventa, estos fotógrafos de la vida privada tuvieron su momento de gloria. Sin embargo, con la democratización de las tecnologías de comunicación, su importancia ha disminuido y su función se ha extendido a todos los lugares de la vida cotidiana: hoy todos vamos cargados con nuestros móviles y cámaras digitales dispuestos a fotografiar a cualquiera que se nos cruce en el camino. Los famosos ahora tienen que andar con cuidado; están controlados en todo momento. Las estrellas de cine ya no pueden salir a la calle sin maquillaje, porque cualquiera puede fotografiarlas y hacer circular las fotos por Internet. Asistimos a una suerte de paparazzización del mundo, una prisión panóptica para famosos. O, peor, para todos. Porque hoy, aparte de ser todos paparazzis, también somos todos famosos.