Piratería expandida
Hay un cuento de Italo Calvino, “La oveja negra”, que habla de un país donde todos eran ladrones. Un país en el que todo iba bien hasta que llegó un hombre honrado que, al no querer robar, desestructuró y desequilibró una economía fundada en el libre intercambio y la mutación constante de la riqueza. Entre otras cosas, esta historia nos habla de cómo toda ley es contextual y debería fundarse a partir del consenso de la mayoría. Las leyes, igual que las prácticas éticas, deben partir de la experiencia y no imponer un orden restrictivo que convierta a la excepción en norma. Eso es, sin embargo, lo quiere hacer la Ley Sinde, restringiendo la libre circulación de contenidos en Internet a través del privilegio de la excepción.
Cuando todos somos tratados como delincuentes o piratas, lo que hay que cambiar es lo que entendemos por piratería y delincuencia. Las transformaciones estructurales y tecnológicas introducen también cambios de mentalidad. Sin embargo, aquí parece que nada de esto se ha entendido. Con la invención de la imprenta, los copistas de libros vieron su hegemonía restringida. Y seguro que muchos habrían querido que las imprentas cerrasen o que, en todo caso, tuviesen un ritmo de impresión lento y acomodado a las posibilidades de la copia manual. Afortunadamente, esto no fue así, aunque se perdiese un trabajo y una tradición. Lo que ocurrió fue una revolución, un cambio fundamental en la historia de Occidente que modificó todas las estructuras conocidas. Hoy vivimos en una revolución si cabe mucho mayor. Y no podemos seguir legislando con la cabeza –y el bolsillo– anclados en el pasado.
Sin duda, necesitamos una regulación, sobre todo para que no se lucren las que se están llevando el pastel (que son las operadoras y algunas webs que reciben publicidad), pero lo que no se puede pretender es castrar todo un mundo de posibilidades democráticas. Es necesario repensar el sistema de propiedad intelectual y buscar modos alternativos de retribución por producciones culturales. Si hay gente haciendo negocio con películas, música y libros (esto menos, la verdad), quizá los productores culturales tendrían que tomar ejemplo aquí del enemigo y buscar maneras semejantes de comercio de sus productos. Lo que queda a la vista con las nuevas tecnologías es la plusvalía absoluta que queda en los antiguos modos de producción y distribución. Un libro electrónico o una película se puede vender por 1 euro y es un negocio rentable. No se puede pretender, como hacen las editoriales, o el iTunes de Apple, que alguien pague 12 euros por un libro electrónico (3 menos que en papel) o 3'99 euros por alquilar una película. Eso se llama "querer hacer negocio", y querer ganar mucho dinero. Un libro electrónico no tiene los costes de producción, distribución y almacenaje de un libro físico, igual que una película o un disco. Habría, por supuesto, que cambiar los modos de comercio. Las nuevas tecnologías nos llevan hacia economías diferentes que transforman los sistemas establecidos. Esto sería lo deseable. Y son muchos los que apuestan por eso. El problema de todo esto es que, aunque nos digamos todos progresistas y democráticos, todavía estamos anclados en regímenes de singularidad y de comercio que están desapareciendo.
Lo triste es que sea precisamente el mundo de la "cultura" (supuestamente progresista y democrático) el que abandere la lucha en favor de la propiedad (privada) intelectual. Eso demuestra que las industrias culturales son eso, industrias. Y que la cultura, en el fondo, no es sino un producto más del espectáculo del entretenimiento. Eso ni es bueno ni es malo, sino que es una realidad. Que esto de la cultura comprometida es sólo una milonga, un barniz que da brillo a una economía especulativa que es plusvalía pura, igual que la del arte (que sería para otro post, porque es, con mucho, la más perversa de todas). Lo que ocurre aquí es que los actores y cantantes pierden su parte del pastel. Y aquí los que más pierden son los que más tienen. Porque no nos engañemos, los verdaderos interesados son los que viven muy bien de esa plusvalía. Intuyo que Alejandro Sanz seguirá teniendo esta Navidad para comprar el pavo, y a Javier Bardem no le faltará para las langostas. Que sean los de las mansiones en Miami y los Ferrari en la puerta los que nos acusen a los demás de piratas es algo que habría que pensar con detenimiento. Y que, luego, esos mismos (con la misma cara de víctima) critiquen la expansión del capitalismo y aboguen por un mundo justo sin pobreza ni diferencias es algo que ya acaba tocando las narices.
Cuando todos somos tratados como delincuentes o piratas, lo que hay que cambiar es lo que entendemos por piratería y delincuencia. Las transformaciones estructurales y tecnológicas introducen también cambios de mentalidad. Sin embargo, aquí parece que nada de esto se ha entendido. Con la invención de la imprenta, los copistas de libros vieron su hegemonía restringida. Y seguro que muchos habrían querido que las imprentas cerrasen o que, en todo caso, tuviesen un ritmo de impresión lento y acomodado a las posibilidades de la copia manual. Afortunadamente, esto no fue así, aunque se perdiese un trabajo y una tradición. Lo que ocurrió fue una revolución, un cambio fundamental en la historia de Occidente que modificó todas las estructuras conocidas. Hoy vivimos en una revolución si cabe mucho mayor. Y no podemos seguir legislando con la cabeza –y el bolsillo– anclados en el pasado.
Sin duda, necesitamos una regulación, sobre todo para que no se lucren las que se están llevando el pastel (que son las operadoras y algunas webs que reciben publicidad), pero lo que no se puede pretender es castrar todo un mundo de posibilidades democráticas. Es necesario repensar el sistema de propiedad intelectual y buscar modos alternativos de retribución por producciones culturales. Si hay gente haciendo negocio con películas, música y libros (esto menos, la verdad), quizá los productores culturales tendrían que tomar ejemplo aquí del enemigo y buscar maneras semejantes de comercio de sus productos. Lo que queda a la vista con las nuevas tecnologías es la plusvalía absoluta que queda en los antiguos modos de producción y distribución. Un libro electrónico o una película se puede vender por 1 euro y es un negocio rentable. No se puede pretender, como hacen las editoriales, o el iTunes de Apple, que alguien pague 12 euros por un libro electrónico (3 menos que en papel) o 3'99 euros por alquilar una película. Eso se llama "querer hacer negocio", y querer ganar mucho dinero. Un libro electrónico no tiene los costes de producción, distribución y almacenaje de un libro físico, igual que una película o un disco. Habría, por supuesto, que cambiar los modos de comercio. Las nuevas tecnologías nos llevan hacia economías diferentes que transforman los sistemas establecidos. Esto sería lo deseable. Y son muchos los que apuestan por eso. El problema de todo esto es que, aunque nos digamos todos progresistas y democráticos, todavía estamos anclados en regímenes de singularidad y de comercio que están desapareciendo.
Lo triste es que sea precisamente el mundo de la "cultura" (supuestamente progresista y democrático) el que abandere la lucha en favor de la propiedad (privada) intelectual. Eso demuestra que las industrias culturales son eso, industrias. Y que la cultura, en el fondo, no es sino un producto más del espectáculo del entretenimiento. Eso ni es bueno ni es malo, sino que es una realidad. Que esto de la cultura comprometida es sólo una milonga, un barniz que da brillo a una economía especulativa que es plusvalía pura, igual que la del arte (que sería para otro post, porque es, con mucho, la más perversa de todas). Lo que ocurre aquí es que los actores y cantantes pierden su parte del pastel. Y aquí los que más pierden son los que más tienen. Porque no nos engañemos, los verdaderos interesados son los que viven muy bien de esa plusvalía. Intuyo que Alejandro Sanz seguirá teniendo esta Navidad para comprar el pavo, y a Javier Bardem no le faltará para las langostas. Que sean los de las mansiones en Miami y los Ferrari en la puerta los que nos acusen a los demás de piratas es algo que habría que pensar con detenimiento. Y que, luego, esos mismos (con la misma cara de víctima) critiquen la expansión del capitalismo y aboguen por un mundo justo sin pobreza ni diferencias es algo que ya acaba tocando las narices.
Está bien visto, M. Por cierto: hay un periodista y bloguero magnífico que lleva unos días publicando una serie sobre el particular (hoy da la tercera entrega, en la que coincide contigo en uno de los ejemplos históricos). Creo que te interesará. Está aquí: http://santiagonzalez.blogspot.com/
ResponderEliminar¿Se puede vivir de la cultura?, Yo creo que no. De lo que se puede vivir es del negocio de lo que llaman cultura pero solo si cumples las normas que te imponen.
ResponderEliminarCreo que te va a gustar esta "carta abierta a Alejandro Sanz y Javier Bardén" del periodista Rafa palacios.
http://www.rafapal.com/?p=8034
Me asustas cuando hablas de la nueva tecnología como un negocio rentable. Y a mi escuchar hablar de tecnología últina generación, aparatos GPS, móviles que menos llamar hacen de todo, Ibooks, reproductores de MP3, MP4 MP..(y los que vendrán),... solo me trae a la mente la idea de CHATARRA ELECTRÓNICA.
ResponderEliminarLa chatarra electrónica o basura tecnológica (en inglés e-waste o WEEE) son todos aquellos productos eléctricos o electrónicos que han sido desechados o descartados, tales como: computadoras, teléfonos celulares, televisores y electrodomésticos. La chatarra electronica se caracteriza por su rápido crecimiento debido a la rapida obsolosencia que estan adquiriendo los dispositivos electronicos y por la mayor demanda de estos en todo el mundo, entre otros factores. Su tratamiento inadecuado puede ocasionar graves impactos al medio ambiente y poner en riesgo la salud humana.
Te recomiendo otro video sobre la historia de las cosas;
http://video.google.com/videoplay?docid=-5645724531418649230#
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ResponderEliminarBien dicho, Miguel Ángel.
ResponderEliminarAmigo, que te estáis colgando del texto de Santiago González, acción muy ad hoc al tema, bien por tus plagiocomentarios.... ¿qué necesidad?
ResponderEliminarFeliz año.
Querido amigo Anónimo, ¿que hay de malo en apoyarse en un texto del cual estamos de acuerdo y queremos difundir?. Plagiar es hacer negocios con el trabajo desarrollado por otros. Si me proporcionan información interesante me da igual que sea original de Santiago González, Miguel Ángel o FB. Todas las opiniones son aceptadas, y si después te van llegando las fuentes bibliográficas pues mejor.
ResponderEliminarQuerido amigo kultur-huset, aunque eres contradictorio pero tú lo habéis dicho bien: es apoyarse, pero no colgarse. Apoyarse te permite citar y con ello dar crédito a la fuente de conocimiento o documentación de tus textos.... colgarse, es como ponerte una medalla en el pecho a título personal cuando bien sabéis que el esfuerzo corresponde a más de dos.... y no nos metamos en camisa de once varas con eso de hacer negocio, porque no sólo existe el lucro en términos económicos. Un abrazo.
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ResponderEliminarSeñor Anónimo. Entiendo tu postura, mi intención no era avivar las brasas sino calmar el ambiente.
ResponderEliminarNo quería seguir la conversación en este blog pues no es lugar para ello, pero viendo tu estado anónimo he tenido que hacerlo.
Perdona si entendíste mal mi postura, y si alguna vez me apoyo en escritos agenos intentaré completarlo con unas reseñas bibliográficas.
salu2 JJ