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Mostrando entradas de marzo, 2013

Terminar

Tienes que terminar un texto. Debes hacerlo. Llega la fecha. El deadline es una pistola. La tienes en la sien, en la nuca, en el pecho, en el centro del esternón. La tienes alrededor de ti. El deadline esta vez te va a matar. Quedan tres días. Solo tres. Tienes que terminarlo y aún no has empezado a escribirlo. Es un texto académico. Oxford University Press. No sabes si volverás a escribir algo para ellos. Después de esto seguro que no. Llevas varias semanas leyendo sin parar. Estás paralizado. No puedes escribir una línea. Y quedan tres días. Y mucho por leer. Migratory Aesthetics. Te creías que sabías algo. Pero hay mucho más de lo que tú creías saber. Migratory Aesthetics. Una entrada en la Oxford Enciclopedia of Aesthetics. Iba a ser tu gran debut. Y la vas a cagar con todo el equipo. Lo sabes. Eres consciente. Está claro. Pero es igual. Tienes que escribir algo. Enviarlo. Como sea. Y tienes que dejar de leer. Dejar de leer sabiendo que ya no hay tiempo de leerlo todo. Sabiendo que

Compartir la alegría

Una de las cosas que siempre salen en la conversación cuando se habla del escritor contemporáneo es la cuestión de la promoción, o la autopromoción. ¿Debe el autor promocionarse o debería dedicarse, en lugar de eso, a escribir libros y dejarse de tonterías? Planteada así, claro, uno no tiene demasiadas dudas –no debería tenerlas– en quedarse con la segunda opción: el escritor tiene que escribir. Por supuesto, faltaría más. El problema es que el escritor, aparte de escritor, es también persona, y tiene sus inquietudes y le gusta hablar de su obra, y es cansino y pesado, y narcisista, y mil cosas más. Si no, en lugar de publicar, se guardaría sus escritos para sí mismo y no los compartiría con nadie. Pero cuando hablamos de un escritor, no sólo lo hacemos de alguien que escribe sino, especialmente, de alguien que publica –en una editorial, en un fanzine, en un blog o en su muro de Facebook–. Creo que ambas cosas van de la mano. Escribir y publicar. El escritor es alguien que tiene algo

De un tirón

–Soy lo peor. –¿Qué dices? –Eso, que soy lo peor. –A ver, cuenta, que siempre tienes una. –Que tendría que estar muy contento, pero siento un placer extraño, casi contradictorio. –Miedo me das... –Es que estoy recibiendo los primeros comentarios de la gente que ha leído Intento de escapada, y la mayoría de la gente me dice que la ha leído "de un tirón". Dos tardes. Dos días. Una tarde y una noche... Alguno me ha dicho que no podía parar en una tarde se la ha ventilado. –Coño, eso está muy bien, ¿no? –Sí, claro. Me alegra muchísimo. Eso es signo de que está gustando. –Entonces, ¿cuál es el problema? –Pues que... ufff, no sé, es difícil de explicarlo. Quizá sea la sensación de que todo el esfuerzo realizado, los desvelos, los azares, las miles de horas invertidas, los quebraderos de cabeza..., todo este tiempo invertido acaba en un momento. De un tirón. –Pero es que esos son los tiempos de la literatura. A estas alturas de la película deberías saber que hay una disi

Por fin

Queridos amigos, hoy, por fin, sale a la venta  Intento de escapada . Estoy muy ilusionado, sobre todo por las imágenes que llegan desde algunas librerías españolas. Así ha sido la apertura de puertas esta mañana. La cosa pinta bien.

Cinco años

Hoy hace cinco años. Cinco años . Ya. A las ocho de la mañana recibí una llamada y el tiempo se frenó. Tardé tiempo en asumirlo. Tuve incluso que escribir un libro para poder hacerme cargo de lo que significaba perder una madre. Y el libro me ayudó. A partir de ese momento pude ponerle palabras a la tristeza y cercar un poco la melancolía. Ahora pienso que el libro era demasiado pesimista. Concluía con una nada absoluta. Del cuerpo no queda nada, su huella comienza a borrarse de las cosas, al final todo desaparece... Hoy, pasados cinco años, me doy cuenta de que el proceso de desaparición no ha tenido lugar. Todo lo contrario. Lo que comenzó a irse permanece con nosotros. El cuerpo ha desaparecido, sí. Las cosas han dejado de oler a ella, es cierto. En el espejo ya no reverbera la huella de su mirada, lo sé. Y sin embargo, siento cada día que algo permanece y se hace cada vez más fuerte. Sueño con ella muchas semanas, la recuerdo la mayor parte de los días en algún momento. Y eso ya

La espera infinita

La escritura es un lugar de esperas continuas. Uno se queda mirando a las musarañas, espera, y luego se le ocurren historias. En ocasiones, vienen rápido, en otras, no se van nunca; pero en la mayoría, tardan en aparecer. Uno espera a que llegue la historia que tiene que contar, o la historia que puede contar. Después comienza a pensar en cómo hacerlo. Y por lo general tiene que volver a esperar. Esperar a que la historia se aclare en su cabeza. Esperar a que lo que no son más que intuiciones comiencen a alinearse y a estructurarse para poder contárselas a alguien. En ocasiones, uno espera al principio, todo se desenreda, y lo que tiene que hacer después es ponerse a juntar piezas, a coser fragmentos. En otros casos, los más, lo que ocurre es que hay que escribir la historia entera para saber qué es exactamente lo que ocurre. Hay que esperar durante varios años a saber qué pasa con los personajes y las ideas que han estado pululando por tu mente y no te han dejado dormir. Escribir para