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Mostrando entradas de mayo, 2015

Ferias y envidias

[Publicado en La Opinión, 30/05/2010] El viernes se inauguró en Madrid la Feria del Libro y a mí no me cabe en el cuerpo más envidia. Envidia sana y de la otra. La Feria del Libro madrileña es una cita ineludible, un momento de visualización del libro y de la literatura que durante unas semanas supone un empujón importante para la industria librera –por las ventas, claro está–, pero también para la literatura y el arte de escribir libros –encuentros, charlas, tomas de contacto…–. Yo intento ir todos los años y mi tarjeta de crédito comienza a temblar cuando emprendo el viaje a Madrid. Soy un vicioso de los libros y me gusta tenerlos, aparte, por supuesto, de leerlos. Y cuando paso por las casetas de las editoriales y veo allí su catálogo todo dispuesto, me entra una felicidad indescriptible y un deseo irrefrenable. Encontrar allí desplegados todos los libros de Anagrama, de Siruela, de Tusquets, de Salto de Página, de Libros del Asteroide, de Sexto Piso...; y también de otras editor

Escribir sobre libros

[Publicado en La Opinión, 23/5/2015] Escribir sobre libros no es hacer crítica literaria. Eso es de sentido común, pero no siempre se tiene tan claro. La crítica literaria es algo serio. Se necesita experiencia, formación, técnica, conocimiento- del objeto que se analiza… No todo lo que leemos en los periódicos o en los blogs es crítica literaria –de hecho, muy poco–. La mayoría de veces leemos reseñas –algo que está más cerca del periodismo cultural y la mera información–, o simples comentarios con pretensión de objetividad.   Yo no soy crítico literario. Escribo de libros porque me gustan, porque me lo paso bien leyéndolos y porque a veces escribir me sirve para entender mejor lo que he leído, o para recordar, o para compartir las ideas que me resultan interesantes o las que creo que pueden resultar atractivas a otros lectores. Digo esto porque a veces me echan en cara que pongo demasiado bien los libros sobre los que escribo, que me gusta todo y que tengo la mancha muy anch

El límite inferior

[Publicado en La Opinión ] De un tiempo a esta parte, un gran número de novelistas se han acercado a la complicada realidad socioeconómica por la que está pasando este país. Bajo la etiqueta –peligrosa– de “literatura de la crisis”, autores como Pablo Gutiérrez , Lara Moreno , Recaredo Veredas , Elvira Navarro o Bruno Galindo –por nombrar sólo unos pocos de una larga nómina– han mirado cara a cara al presente para dar cuenta de la situación precaria, inestable y demoledora que, tristemente, se ha convertido ya en el fondo de contraste del mundo que vivimos. La sensación de fin de una época, el derrumbe de todas las certidumbres sobre lo que significa vivir en un país civilizado, la demolición del mundo soñado del pasado… se han convertido en temas centrales y lugares ineludibles que cualquier literatura comprometida no puede dejar de transitar. Dentro de esa literatura que vuelve su mirada a lo social, se suele privilegiar la visión del presente sin futuro, el panorama ruino

Lo que queda en el espejo cuando dejas de mirarte

Hace ya algún tiempo escribí un pequeño cuento que titulé "Lo que queda en el espejo cuando dejas de mirarte". Me sirvió para cerrar  Infraleve , un libro de esos que uno publica  cuando es demasiado joven y luego no deja de arrepentirse una y otra vez. En el relato contaba una historia real que luego muchas veces mi madre recordó: la historia de una pastilla de jabón y de una mirada en un espejo.  Hoy, más de diez años después, una pastilla de jabón casi desaparece en mi mano. Y no he podido evitar recordar. El cuento, el jabón, el espejo, mi padre y mi madre. Ya no me reconozco en esa manera de escribir. Y al cuento le falta ritmo por todos los lados. Pero la imagen me sigue pareciendo bella. Y cada vez que me viene a la cabeza me emociono. Por eso he decidido publicarlo de nuevo aquí. Una vez más. A pesar de todo. Lo que queda en el espejo cuando dejas de mirarte Desde que su marido murió, ella no hacía más que mirarse al espejo. Siempre al mismo espejo. Una y

Decepción

[Publicado en La Opinión, 09/05/15] La semana pasada, en la mesa redonda que el SOS 4.8 dedicaba a “Narrar la decepción”, defendí la tesis de que uno de los orígenes de la literatura, al menos tal y como yo la entiendo, se encuentra en el desencanto con el mundo, en la sensación de que las cosas no han salido como esperábamos, que los planes se han truncado y que precisamente por eso es necesario escribir, como un remedio ante aquello que no podemos controlar. La idea de partida me la dio Muy poco… casi nada , el fascinante ensayo de Simon Critchley sobre el nihilismo contemporáneo. Allí el pensador británico observa que el origen de la Filosofía, en lugar de provenir, según la tradición   clásica, de la admiración por la belleza y las maravillas del mundo, se encuentra en la desilusión ante la imposibilidad de dar sentido a aquello que, en algún momento, creíamos conocer. La filosofía comienza, dice Critchley, “con un sentimiento indeterminado pero palpable de que algo deseado no