Tomar aire
Me queda un capítulo para llegar al fin del segundo borrador de la novela (en realidad no es el segundo, es el cuarto, pero lo llamo segundo porque las otras dos versiones apenas fueron esbozos). Vengo sacando tiempo de donde no lo hay para escribir. Momentos robados, madrugones, tardes largas. Voy imprimiendo todo lo que escribo. Acaba un capítulo y lo imprimo. Es la manera de ver ir creciendo poco a poco el manuscrito. De ser consciente de lo que falta pero también de lo que llevo. Hoy, después de imprimir la página 260 y colocarla en la carpeta de anillas en las que voy encuadernando el manuscrito, me he quedado un momento viendo el grosor, las páginas escritas. Sé que es una tontería, pero me he llenado de satisfacción. No sé si esto llegará a buen puerto –si es mejor o peor novela que las anteriores–, pero ahora que emprendo la recta final –al menos la de esta versión– me he dado cuenta de todo el trabajo que hay detrás, del proceso constante, de desvelos y de cómo poco a poco se ha ido formando algo que antes no existía. Incluso sin terminar lo celebro. No la novela, sino el esfuerzo, el trabajo. A veces hay que pararse y también reconocerlo. Aunque sea solo para alentarnos, para animarnos a seguir. Otear al fondo la meta, intuirla, pero también mirar el camino recorrido. Parar en el último repecho, cuando todavía la meta no está y lo único que tenemos es el camino. En ese repecho estoy hoy, tomando aire, respirando, dando gracias por continuar de pie.
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