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Tiempo por venir 12

Lunes 8 de julio 

Dentista y barbero por la mañana. Están cerca y últimamente sueles combinar la visita. En uno callas, en el otro no paras de hablar. 
Por la tarde, el traumatólogo te quita los puntos de la rodilla. En unas semanas estarás como nuevo. Pasas por la universidad, corriges los exámenes de julio y haces tiempo para la presentación de la novela de Francisco Díaz Klaassen. Lo conociste en Ithaca y rápidamente congeniasteis. Aún recuerdas las tardes convertidas en noches, las conversaciones sobre literatura y vicios inconfesables y las cantidades industriales de cervezas ingeridas. Y también los regresos etílicos a casa, subiendo la colina entre la nieve desde el Downtown. 'En la colina', la novela que ha publicado Candaya, te conduce a ese tiempo que aún guardas como un sueño. Para el protagonista del libro, sin embargo, esa ciudad universitaria norteamericana es una pesadilla. Y la novela se despliega como una carta de desamor y reproche, una caída al fango, un viaje al fin de la noche. Es Céline, lo abyecto, la materialidad tangible de lo obsceno, pero también es Thomas Bernhard, el resentimiento, el odio indolente y crepuscular. Y también un extrañamiento y una desincronización con el presente -la universidad, ese pequeño pueblo perdido, Estados Unidos- y con el pasado -el origen, la familia, Chile-. Un ya no saber a donde ir cuando todo se viene abajo. 
Te gusta cómo escribe Francisco, como si nada, como si fuera fácil. Y eso, lo sabes, es lo más difícil de hacer. Puedes escuchar la letanía de las palabras dichas al oído, el largo poema lleno de imágenes que se quedan para siempre, como la mirada profunda y oscura de un ciervo en mitad de la noche. Porque también es David Lynch. 
Llegas a la presentación con una muleta y habláis de todo esto que acabas de escribir. Después, tomáis unas cervezas en el café del Arco. Está toda la tribu Candaya. Disfrutas de la compañía, pero la rodilla no deja tranquilo. Aun así, Francisco no puede irse de Murcia sin tomar unas copas. Y continuáis un poco más la noche en el Revólver. No hay nadie en las calles y os divertís evocando los días en que Leo visitó Ithaca. Aquella pequeña ciudad sigue siendo un paraíso en tu memoria. Cada vez que lo piensas, viene a tu mente la frase de Jack en el final de la tercera temporada de 'Perdidos': «We have to go back, Kate! We have to go back!». [Seguir leyendo]


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