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Diario de Ithaca 5 (Preferiría no hacerlo)


[Emitido en Preferiría no hacerlo, programa literario de Aragón Radio. 2/10/15
Escuchar el podcast, mins. 5-18]

La semana la paso intentando escribir la ponencia para el congreso de la Society. Supuestamente esa intervención es lo más importante que tengo que hacer aquí durante este semestre. He decidido hablar sobre la obra del peruano Fernando Bryce. Desde hace un tiempo sus dibujos sobre la historia me fascinan y siento que ahora es un buen momento para estudiarlos con detenimiento. Llevo leyendo sobre su trabajo durante el último mes y ahora, cuando se me echa el tiempo encima, me doy cuenta de que en veinte minutos no voy a poder apenas decir nada.

Lo escribo todo en inglés. Un inglés tosco, mínimo, como el de un niño de primaria. Pero aun así, he preferido eso a escribir en español y que alguien lo traduzca. Es la única manera de que el texto no parezca ajeno y extraño cuando lo leo en público. El resultado al final es mejor de lo que había imaginado. Aunque parte de culpa la tiene Martina, que me ayuda a darle forma para que no se le noten tanto las costuras. Vamos frase por frase, revisando, añadiendo, borrando las fórmulas extrañas del lenguaje. Se me pasan así las horas. Siento que podría estar días y días hablando con ella.   

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Cuando el texto y el power point están terminados me sobreviene una emoción extraña. Estoy nervioso por la intervención y al mismo tiempo estoy desando que llegue el día. No sólo para salir del mal trago y quedarme tranquilo, sino también para mostrar por fin a todos que, aunque me haya costado el triple llegar a formularlas, aún tengo cosas que decir. Es una especie de orgullo extraño que no puedo controlar.



Durante el Congreso los nervios se van poco a poco apoderando de mí. Cuando antes de mi ponencia  veo entrar en la sala a Enzo Traverso se me forma un nudo en la garganta. Sus libros son uno de los pilares de mucho de lo que escribo como historiador del arte. Dice que ha venido a escucharme. Y yo ya empiezo a dudar de que lo que voy a presentar pueda estar a la altura.   

Los veinte minutos de la ponencia se pasan en un segundo. El inglés me aguanta hasta la mitad. Después, empiezo a pronunciar como Zizek y con suerte se entienden algunas cosas. En las preguntas, sin embargo, me siento más cómodo. En ese momento todo fluye. Parece que ha gustado, aunque el entusiasmo es contenido. Al final no ha sido ni un desastre ni algo fuera de común. Al final, ha sido una ponencia como las demás. Me convenzo entonces de que no soy ni el más listo de la clase ni el que apenas se entera de nada. Normal, aceptable, qué más quiero.

Después del Congreso, respiro. Desconecto. Incluso mi inglés comienza a desaparecer. Siento que se suelta una especie de mecanismo interior y que todo se relaja. El vino de la cena ayuda bastante. Conforme avanza la noche todo me parece perfecto. Es el alcohol, pero también hay algo en el ambiente que nos contagia a todos. Una especie de alegría por el trabajo terminado. Cuando todo se acaba, nos llevamos unas botellas de vino y decidimos continuar la celebración en casa de Maria. Steve, Ricardo, Kelly, Stephen, un joven musicólogo que conozco esa noche y también Joe. Lo bebemos todo y compramos más cervezas. Entramos en el armario de Maria y nos vestimos con su ropa. Todo parece una especie de Halloween queer anticipado.

Cuando ya estamos a punto del colapso, Maria sugiere que veamos en mi casa La semilla del diablo. Son casi las tres. Y nos atrevemos. 

Al día siguiente apenas puedo moverme. Por la noche vemos El resplandor. Mi inglés ya ha decidido tomarse unas vacaciones y no se me entiende absolutamente nada.

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Lo que queda de la semana es extraño. Maria se olvida las llaves dentro y tengo que ayudar a Joe a que entre por la ventana a buscarlas. Después, de nuevo cervezas. Esta vez no se alarga demasiado. Al regresar decidimos hacer copia de las llaves y que cada uno guarde las del otro. Tengo la sensación de que esto se parece cada vez más a un episodio de Friends.

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Termino de hacer la maleta. Regreso a España por unos días. Estoy nervioso. Me duele el estómago. Creo incluso que tengo fiebre. No sé si esta noche dormiré. Aunque tampoco importa demasiado. Pienso en la semana que viene y sigo creyendo que todo es un sueño. Un sueño mágico y bello del que nunca quisiera despertar.



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