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Escribir sobre libros

[Publicado en La Opinión, 23/5/2015]

Escribir sobre libros no es hacer crítica literaria. Eso es de sentido común, pero no siempre se tiene tan claro. La crítica literaria es algo serio. Se necesita experiencia, formación, técnica, conocimiento- del objeto que se analiza… No todo lo que leemos en los periódicos o en los blogs es crítica literaria –de hecho, muy poco–. La mayoría de veces leemos reseñas –algo que está más cerca del periodismo cultural y la mera información–, o simples comentarios con pretensión de objetividad. 

Yo no soy crítico literario. Escribo de libros porque me gustan, porque me lo paso bien leyéndolos y porque a veces escribir me sirve para entender mejor lo que he leído, o para recordar, o para compartir las ideas que me resultan interesantes o las que creo que pueden resultar atractivas a otros lectores. Digo esto porque a veces me echan en cara que pongo demasiado bien los libros sobre los que escribo, que me gusta todo y que tengo la mancha muy ancha. Un poco es así, la verdad, no lo negaré; me gustan muchas cosas –en la vida y también en la literatura–, pero no me gustan todas, ni mucho menos. Lo que ocurre es que sólo suelo escribir de los libros que me interesan. O mejor, que sólo intento leer los libros que me interesan. No pierdo el tiempo leyendo libros que me están pareciendo bazofia, y mucho menos escribiendo de ellos.

Pocas veces me he levantado del cine a media película  –creo recordar que sólo dos–, pero cientos de veces sí que he dejado un libro a medio –quizá porque una película es no dura más de dos horas, y un libro te posee durante varios días–. Hay demasiados libros buenos por leer y demasiada poca vida como para andar perdiendo el tiempo en leer por obligación, y mucho menos en escribir –a no ser que uno se dedique profesionalmente a eso–.

Tengo aprobada la Literatura en el instituto. Allí sí tuve que leer por obligación. Ahora ya no. Por eso, cierro un libro si no me gusta o no encuentro allí nada interesante. Y no suelo escribir casi nunca –casi nunca– de los libros que no me gustan. Primero, como digo, porque no los termino, o acabo sobrevolándolos, leyendo en diagonal o pasando directamente al final para quitar toda la intriga –y eso no es leer en condiciones como para luego escribir–. Y luego porque me parece que, incluso aunque no me guste, el escritor merece un respeto –el escritor de verdad, digo, el que ha trabajado en un libro dejándose la piel; no el escritor de postureo–. La escritura no es fácil. Requiere paciencia, sacrificio, tiempo… y son muy pocos los beneficios a la postre.


Como mucho, si un libro no me ha interesado nada, lo resuelvo con un tuit, con una frase o un comentario rápido. Algo así como “pues yo no lo veo; o no es para tanto”. Pero no gasto una tarde de mi vida –una tarde de esas que estaría leyendo un buen libro– en argumentar por qué tal o cual libro no hay que leerlo. Por eso no soy crítico literario. Por eso lo que hago no es crítica. Es lectura, opinión, impresiones de un lector sobre los libros que le gustan o las ideas interesantes que aparecen en ellos. Y quizá por eso esta columna debería llamarse “los libros que me gustan”. O “los libros que leo son los libros que me gustan”. O “los libros de los que hablo son los libros que me gustan”. Así nadie se llamaría a engaño. No es crítica esto, no. Es amor por la lectura.  


Comentarios

  1. Qué gusto da volver por aquí de vez en cuando

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  2. Cuando en España se habla de crítica literaria en el 90% de los casos hay que entender que se habla de reseña literaria. Y no son tan difíciles de distinguir; solo fijándose en la extensión ya tenemos una pista bastante clara; de la misma manera que un cuento no es una novela muy cortita, una reseña no es crítica breve —y una crítica no es una reseña larga.

    Y al no entender esa diferencia se considera a la crítica como la versión culta de la reseña, así que mucha gente que reseña quiere aparentar —o quiere creer— que hace crítica; no toda, hay gente que simplemente no entiende la diferencia.

    Sin embargo no solo son distintas, sino que las reseñas literarias tienen un valor —social e intrínseco— mucho mayor que las críticas. La crítica es casi como hablar a Noé de la lluvia: el lector objetivo ya ha leído el libro en cuestión, y solo vas a aportarle un poco más. En la reseña le estás dando un cien por cien de información de la que carece, le estás ayudando a tomar la decisión de leer o no ese libro.

    Confundir reseña con crítica solo lleva a reseñas que no aclaran si el libro merece la atención del lector porque divagan en matices innecesarios en una reseña —pensemos en las reseñas de El Cultural en las que, teniendo poco espacio para asesorarnos sobre una lectura, se dedica a veces un tercio del texto a señalar errores en cláusulas subordinadas de suplemento pero no se nos orienta sobre la calidad general de la obra reseñada.

    Por no entrar ya en que la crítica es, además, muy complicada, porque se arriesga siempre al efecto Allen-Macluhan.

    Como decía Darío Villanueva sobre los reseñadores: «maldita la falta que les hacen tantos conocimientos académicos si sus lecturas son atinadas y competentes.» :o)

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