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Presente continuo (Semana del 30 de mayo al 5 de junio)

VIERNES 30 / Feria del Libro

El tren sale temprano camino de Madrid. La Feria del libro. Te acompaña L. Este año no vas a firmar, pero es una buena ocasión para saludar amigos, concertar reuniones, ver novedades, comprar libros y, por qué no, disfrutar un poco. Durante el trayecto, escribes el “Presente continuo”. Lo acabas justo al llegar a Atocha, como si todo hubiera estado calculado de antemano. Dejáis las cosas en el hotel y coméis en un vietnamita absolutamente delicioso. Sin apenas tiempo para descansar, salís para la feria del libro a ver las casetas y hacerte una idea de lo que hay. Nada más poner los pies en el Retiro, te entran los nervios y te tienes que dominar. Demasiados libros. Hoy no compras; lo dejas para mañana. Vas saludando amigos. El año pasado no conocías a nadie. Este es diferente. Pasas por delante de la caseta de Anagrama y te quedas allí un rato. Están allí J. y L., aguantando el calor y hablando con los lectores que se acercan. No los puedes admirar más. A esa hora firma M., cuya literatura te interesa especialmente. Habláis de viajes, proyectos, de idas y venidas… y en un momento de la conversación escuchas la voz de tu editor: “a ver si dejas ya de viajar y acabas de una vez la puta novela”. Nada en el mundo te alegra más que esa frase.

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Después, pasáis por la entrega del Premio Alfaguara. Esta fue tu primera entrada al mundo literario en Madrid. Estaban todos los escritores. No podías parar de mirar de un lugar a otro. Mira, Pron, mira, Neuman, mira, Olmos, mira, Rosa Montero, mira… Estabas como un niño con un juguete nuevo, en el país de los escritores. Este año la sorpresa es menor, lo has normalizado, pero aun así te gusta ese momento. Todo el mundo dice que ya está cansado de la vida literaria, que siempre es lo mismo, las mismas caras, las mismas inquinas… pero a ti, que vienes de Murcia como quien llega desde provincias a Madrid, todo te parece fascinante.

En la entrega del premio todos parecen atender, pero intuyes por sus miradas que, en el fondo, lo único que esperan es el cóctel. La gente tuerce la cabeza, busca, mira de un lugar a otro, ansían ya que acabe el premiado de hablar para tomarse un vino, para hablar, saludar y contactar. Por un momento te gustaría hacer antropología del evento, pero te das cuenta de que aún te es imposible; lo habitas con tal fascinación que el distanciamiento total no puede producirse. Al menos de momento.Hace un año fue el descubrimiento. Ahora es el reencuentro. Te vuelves a ver con J., con A., con E. y N., con M., con tantos que las iniciales se acaban. Es curioso cómo en un año han cambiado tanto las cosas y comienzas poco a poco a familiarizarte con un mundo que te era absolutamente extraño. Entre canapés y copas se pasa la tarde y parte de la noche. El año pasado te emborrachaste ahí. Este aún no. A las once alguien dice que la verdadera fiesta es la de El Cultural, pero que está muy lejos. No importa: tres taxis. L. se emociona pensando que encontrará allí a Manuel Jabois y podrá cantarle el himno de la décima que lleva todo el día tarareando y que tú ya no puedes sacarte de la cabeza. Llegáis a la otra punta de Madrid y ya queda poca gente. Pero hay bebida gratis y, además, excepcional. Allí de nuevo ves a escritores, agentes, críticos y editores. Sois los últimos en dejar el local. Un pequeño grupo de resistencia que se queda hasta el final y que encuentra incluso el modo de abrir las cervezas cuando se han llevado hasta el abridor.

Al salir a la calle os dais cuenta de que hace un frío tremendo –para ser casi verano, claro–. J. propone que vayáis al Wurli. Y lo acompañáis. Está al lado de tu hotel, así que te viene perfecto. Allí continuáis un buen rato. L. se va a dormir y tú te quedas un momento más. Al final decides regresar a la habitación. El día siguiente es largo.

SÁBADO 31 / Un buen chico

Despiertas con resaca, aunque menos de la cuenta. A las nueve ya está L. con el móvil encendido y no puedes seguir durmiendo. Se ducha y no deja de cantar el himno de la décima. Ahora no, piensas. Volvéis a la Feria del libro y os paseáis por las casetas. Hoy sí que no dejas de comprar, sobre todo editoriales que difícilmente encuentras en Murcia. Es demasiado para ti. Lo comprarías todo. Y lo que es peor, lo leerías todo. Pero tienes que discriminar y dominarte. La bestia lectora que te habita quiere salir pero tú no la dejas. Aun así cargas con bastante mercancía para el verano.

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A medio día, picnic en el Retiro con los autores de tu agencia literaria. V. ha pensado que es una buena idea reuniros a todos los que estáis por aquí y ha acertado de pleno. La conversación fluye y prometéis repetir en otro momento. Acabáis ya por la tarde y con demasiadas copas de vino. A las nueve tienes cena de la editorial y, sin tiempo para volver al hotel a cambiarte, decides quedarte en la feria con N. y enlazar directamente. Sigues viendo casetas y parándote ahora con autores que están firmando y con editores. Y sigues comprando. Y cuando tu cabeza y tu cuerpo no aguantan mucho más, os sentáis un rato a tomar una cerveza y continuáis hablando de literatura. N. también lo ha leído todo. Y tiene un criterio literario muy preciso. Estás deseando leer su novela. Es ella la que ahora te dice que se te ha hecho tarde y tienes que salir corriendo para la cena.

La cena es un ático. El año pasado estabas tremendamente nervioso. Era la primera vez. No sabías qué ponerte, cómo actuar, qué decir… Este año estás más relajado. Pero aun así te sorprende estar en el mismo lugar que muchos de los escritores que admiras. Por momentos te pellizcas para ser consciente de que no estás soñando. Esta vez hablas con naturalidad y tranquilo con ellos, con tu editor, con todos los invitados a la cena. Y te sientes enseguida a gusto. En un momento de la cena, mientras hablas con M.C., alguien cae al suelo. Un médico, escuchas decir a J. Es L., parece que le ha dado una lipotimia. Demasiado calor. Se levanta enseguida. Está bien, pero el susto ya no se os va en toda la noche. Durante el tiempo que estaba en el suelo se te ha pasado todo por la cabeza. Después, la cena continúa. Al salir de allí, tu editor se despide con un “trabaja, trabaja”. Y regresas contento con esa presión.

Con varios escritores de la editorial llegas a la fiesta del grupo Contexto. El año pasado aquello fue tu bautismo de fuego. Este año está menos animado. Bastante menos. De hecho, estáis los de siempre. Eres consciente de que en cuatro fiestas manejas el concepto de “los de siempre”, aunque para ti “los de siempre” en realidad sean los de las cuatro veces que has estado.

Cuando cierran el bar, J. dirige una vez más la expedición y os metéis en un garito que supuestamente está ya cerrado y que os abre para poder entrar. Es el mismo sitio del año pasado. Allí estuviste con A. y fue una noche maravillosa. Esta vez es diferente, pero también es muy agradable. Se ha venido L., otro L., cuyos libros y artículos admiras y con el que hablas parte de la noche. Está también N., y J., que no se cansa jamás. Al final, cierran incluso ese bar y cuando sales el sol te quema los ojos.Se han ido todos. Quedáis N., J. y tú. Y decidís hacer la machada de seguir. Esto ya es vicio, piensas. J. dice que ayer perdió su chupa en un after y os conduce hacia allí. Cuando lleváis un largo trecho de camino te das cuenta de que te estás orinando y no tienes aguante. Tendrías que haberlo hecho antes de salir. Un minuto, aguanta un minuto que llegamos, dice J. Pero al llegar te encuentras el after tomado por la policía. No se puede entrar, dice alguien que sale de allí con cara de pocos amigos. Bueno, se acaba la noche, dices tú. No, esperamos aquí; yo no me voy sin mi chupa, reclama J. Tú no aguantas más, sientes que la vejiga está a punto de explotar y, después de esperar allí diez minutos, decides que ya es hora de regresar. N. te acompaña. Y no aguantas ni siquiera a llegar a alguna cafetería: tienes que orinar en una esquina. Crees que es la segunda vez que lo haces en toda tu vida. Pocas cosas en el mundo te parecen más cerdas. Pero es eso o hacértelo encima. Y no tienes opción. Las zapatillas rojas recién estrenadas se te llenan de salpicaduras. Miras hacia arriba. El sol brilla ya excesivamente. Hace bastante tiempo que se te pasó la borrachera. Son las ocho y media. Desayunas con N. Te despides. Y vuelves al hotel. Has sido un buen chico.

IMG_3904 DOMINGO 1 / Volver

A las once y media te despiertas. Apenas has dormido dos horas. Por alguna razón extraña, te sientes milagrosamente bien, aunque notas el pulso con fuerza en las sienes. La hamburguesa y las patatas del Home Burger te dan la vida. En el tren, dormitas todo el rato. Esta vez, ni siquiera necesitas música para aislarte. Sueñas que estás escribiendo. Quizá es lo que deseas. Regresas con esa pulsión en las entrañas. R. te recoge en la estación y al llegar, a pesar del cansancio, antes incluso de cenar, te recuperas milagrosamente junto a ella en la cama. Después, ves un episodio de Les revenants y te duermes feliz. La escritura te consume por dentro. LUNES 2  / Abdicar

Te levantas con fiebre y malestar. Es normal; el cuerpo se resiente. Anulas las citas que tenías esta mañana y empiezas a corregir los exámenes de Filosofía. A media mañana, salta la noticia: el Rey abdica. Enseguida las redes sociales se llenan de opiniones. Pero tú sabes que nada va a cambiar. Todo va a seguir en el mismo lugar. Es un cambio de muñeco, nada más. No eres monárquico. No crees que haya nadie superior al resto por el mero hecho de haber nacido de una familia concreta. La sangre azul no existe. La lógica racional dicta que el jefe de un estado se ha de elegir democráticamente, incluso cuando sea un jefe simbólico. Sin embargo, no te sientes representado en muchos de los movimientos que enseguida se producen para reclamar la república; sí en el fondo, no en las formas. Sobre todo no sientes que la bandera republicana y el espíritu del 36 sea la mejor manera de rescatar otros modelos u otros símbolos. Está cargada de demasiada historia; es un símbolo preñado de significados que aluden a momentos de confrontación. Y quizá ahora sea un fallo estratégico enarbolarla para conseguir una república. Un referéndum sería necesario. Como serían necesarias tantas cosas en este país. Aunque eso al final iba a cambiar demasiado poco. Piensas en monarquías que uno pone como modelo: piensas en Holanda, piensas en Dinamarca, piensas en Suecia… países donde te gustaría vivir. Luego piensas en repúblicas como Italia. No sólo es el sistema –que por supuesto, quisieras que fuera una república–;hay algo más que hace de este país el fracaso que es: la gente; nosotros. MARTES 3 / Percepción

Temprano, tienes revisión de exámenes. Son pocos los que vienen, pero sí alguno. También tutoría de tesis y de trabajos de fin de grado y máster. Se nota el fin de curso. Burocracia sin fin. Por la tarde, inauguración en Art Nueve. Las obras de Gil Antonio Munuera son pura sutileza. Sigues su pintura desde un principio. Es elegante, misteriosa, y despliega un sentido de la percepción como algo no evidente, escondido y secreto. Las cosas no son lo que parecen. Hay mucho más allá de lo que vemos. Y lo que vemos nunca es tal y como lo imaginamos. La pintura nos enseña a ver, o al menos nos muestra modelos de percepción diferentes a los que estamos acostumbrados. MIÉRCOLES 4 / Estética relacional

Acabas la corrección y pones las notas. Entre que la herramienta virtual se queda colgada y que tú no sabes manejarla del todo, se te va más de medio día en el proceso. Acabas justo para la cena de Olla Gitana en Verónicas. El proyecto te interesa: muestra la producción de conocimiento y el surgimiento de ideas en torno a una mesa. El banquete como modelo de interacción. Planteas, como relator, el tema del fin. Las cosas acaban, las obras se acaban, los seres humanos son finitos, la mesa parece la de la Última cena… el tema del fin te parece pertinente. Y así comenzáis. Volvéis a él de vez en cuando. Pero habláis de todo un poco. De literatura, de cine, de música, de arte, de política e incluso de fútbol. Cerráis con la idea del héroe trágico y el cabezazo de Zidane a Materazzi. Una buena manera de acabar. Después, la noche sigue un poco más y os tomáis unas copas en El Perro Azul. Siguen la conversaciones y las ideas. Muchos no os conocíais de antes, pero se han creado sinergias, afinidades y afectos. Al final la Olla Gitana ha tenido su sentido: pura estética relacional.

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JUEVES 5 / Escribe

Revisión de exámenes por la mañana y por la tarde. Mientras, haces las fichas de las asignaturas de grado. Te das cuenta de que vives en Sakai y en la página web de la universidad. Terminas todo, por fin. Falta apenas alguna cosa para que te puedas poner de nuevo, por fin, con la novela. Ya es hora. Lo necesitas. La escritura te devora y no aguanta un segundo más que la tengas retenida. Y sientes que comienza a salir por todos los poros de tu piel. Ahora. Cuando escribes estas palabras. En este preciso momento. Ya. Escribe.

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