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Paradójica satisfacción

Entrar en la librería. Encontrar en la mesa de novedades Cuaderno [...] duelo. Esbozar una sonrisa. Ver el pequeño montoncito elevado sobre la gran pila de 1Q84, la última novela de Murakami. No dar crédito. Observar cómo una chica bellísima se acerca a la mesa y toma el libro entre sus manos. Esconderse detrás de una estantería y mirar fijamente cómo lee la contraportada. Sentir, momentáneamente, que escritor y libro son la misma cosa. Disfrutar en silencio. Acercarse entonces, como quien no quiere la cosa, y ponerse a mirar también los libros de la mesa. Encontrarse allí Bélgica, el último libro de Chantal Maillard. Abalanzarse sobre él como si a uno le fuera la vida en ello. Abrirlo y comenzar a emocionarse. Saber que allí está lo que Cuaderno [...] duelo hubiera querido conseguir. Escritura. Escritura absoluta. Olvidar entonces la presencia de la chica bellísima. Pagar y salir de allí con el libro debajo del brazo. Mirar por el rabillo del ojo y advertir que la chica ha dejado el libro en su lugar y se ha acercado a Chantal Maillard. Experimentar una contradictoria y paradójica satisfacción.

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