Escritura automática

Como sucede desde hace algún tiempo, vuelvo a comenzar un post diciendo «tengo el blog abandonado». Y la verdad es que es así. El trabajo, las clases, los textos, pero también la música o el tiempo libre, me dejan poco tiempo para la escritura; o mejor, para la escritura lúdica, porque la verdad es que no hago otra cosa que escribir. Desde que me levanto hasta que me acuesto. Escribir textos rápidos para el periódico, escribir tweets para tweeter, escribir sms, escribir estados de facebook, escribir comentarios en estados de facebook, escribir las clases que doy, escribir las conferencias, escribir los artículos, escribir los ensayos, escribir prácticamente todo menos aquello que realmente me gustaría, eso que uno siempre pospone y que nunca debería hacer: la escritura creativa.

Siento que últimamente la mayoría de las cosas que escribo son mera composición de palabras. Uno le va pillando el truco a esto de juntar palabras y juntar ideas, y al final la cosas salen así, como mera juntura, como un puro tricotar. Mucha gente no lo nota, y al final parecería que todo está bien si se logran entregar las palabras justas en el tiempo justo. La escritura se convierte en algo cuantitativo. Un texto necesito para tal exposición, revista o lo que sea. Mil palabras. 15 de mayo como fecha tope. Falta decir «stop». Y es que la cosa realmente parece un telegrama. «No te preocupes, lo tendrás para entonces». Y la maquinaria comienza a funcionar. Y sin saber muy bien cómo, al final el texto acaba estando.

Como digo, parece que la gente no lo nota –o quizá sea que nadie lee nada y que todos miran para otro lado–, pero uno sí que se da cuenta de que aquello no ha salido bien y, sobre todo, que no ha puesto el alma en lo que hacía. Algunos de mis últimos textos han sido así, no lo puedo evitar. Textos sin alma. Quizá sean profesionales porque cumplen su cometido. Pero se parecen demasiado a una escritura automática. Una escritura continua que no cesa. Algo de eso hay. Uno acaba un texto (el que sea –un ensayo, un artículo, una crítica...–) y antes de que pueda respirar, ya tiene que escribir el siguiente; la mayoría de las veces, sobre algo completamente diferente. A veces me imagino esto como una condena olímpica, una especie de Sísifo de la escritura, alguien que quiere acabar de una vez por todas de escribir, pero que nunca consigue hacerlo del todo. El reverso de un Bartleby. Una escritura que no acaba de acabar, que siempre se repite, y que cada vez, a través de la repetición, se hace más profesional y más diestra, pero que va perdiendo el alma, las ganas, el espíritu. Así, con el tiempo se convierte en una escritura perfecta que casi llega a emanciparse del escritor, que acaba estando ya absolutamente abatido por el continuo repetirse del escribir.

No sé. A veces se imagina uno estas cosas. Se las imagina incluso cuando un Jueves Santo, al advertir que tiene el blog abandonado desde hace demasiado tiempo, intenta juntar algunas palabras para llenar el espacio de un post y hacer como que está detrás de un «no (ha) lugar» del que parece haberse alejado desde hace algún tiempo. Entonces, en lugar de hablar de lo que quería hablar (de cómo los Jueves Santos de ahora ya no son como los de antes) y poner en juego su melancolía característica que se acentúa en las fiestas y en los tiempos rituales, confía ahora en la escritura y la deja sola ante el peligro, encomendándole la difícil tarea de decir algo acerca de alguien que ya ha dejado de estar ahí.

Comentarios

  1. A veces también sucumbo a confesarme a mi mismo (pero no logro absolverme, ni siquiera sé qué penitencia imponerme) que no siempre me dejo el alma en aquello que hago y en lo que debería dejar más de lo que extraigo por aquello de la energía que se transforma (aunque el rozamiento siempre hace que se pierda algo por el camino).

    Existe la frase hecha de calificar ciertos discursos como "hablar" por hablar. Algunos veces llegamos a "escribir por escribir".

    Recientemente, tal es mi estado de estajanovismo, me he descubierto escribiendo algo mientras daba cabezadas somnolientas en el portátil. Algunas palabras habían sido tecleadas en evidente estado de sucumbimiento onírico.

    No quedaban tan mal.

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  2. Rentero,después de dos años me entero que MAHN es mi profesor. En fin, a ver como le hago la pelota para lo de matrícula de honor, aunque tengo que hacerle algunas consideraciones respecto de una de las lecturas obligatorias que tengo en metodologías de la historia del arte. Espero que no sea entera responsabilidad suya, pero el día que leí las palabras "efimeridad"y "efimérico" en un libro que pretende enseñar teoría de la imagen, se me pusieron los pelos de punta y dije: "¿Cómo se puede ser tan retorcido para buscar formas idiomáticas inexistentes y hacerlas caer como quien no quiere la cosa para que los demás las den por válidas? Aún tengo más cosas que decir, pero las diré poco a poco.

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  3. Te comprendo, sobre todo cuando rematas con el párrafo final.
    Un abrazo

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