Decepción
Durante esta semana son muchos los que han aludido a la necesidad de moderar el lenguaje de los políticos y de los medios de comunicación. Como yo mismo he escrito estos días, es necesaria otra manera de hacer uso de la palabra, otro tono, otra manera de hacer las cosas que enfatice lo común y que no demonice al contrincante. Una política sin odio, un lenguaje que cure. Confieso que lo he pensado y seriamente he creído que algo así era posible. Pero tras meditarlo un poco más, me ha vuelto el pesimismo y he comprobado que, como decía el filósofo, “está la cosa muy mala”. Pero no sólo por la clase política, de la que ya desconfiaba, sino por la condición humana, en la que aún mantenía alguna creencia.
Lo que he podido leer y escuchar estos días, en Internet, en los pasillos, en las calles, me ha decepcionado hasta a un punto que no creía posible. Estaba convencido de que los bárbaros eran pocos, pero que hacían mucho ruido. Sin embargo, tristemente, he caído en la cuenta de que la barbarie vive en el centro mismo de la civilización, y que no es tan fácil identificarla. El odio y el rencor, la miseria humana y la indignidad están a la orden del día. Supongo que será mi percepción parcial y afectada de los hechos, pero el caso es hoy estoy triste y decepcionado. Decepcionado con los hombres y escéptico ante el futuro. Desde luego, de lo que dan ganas es de coger un avión e irse a la isla de Perdidos. Quizá entonces los bárbaros ganarían la batalla y todo se iría al traste. La cosa es que no sé si tengo, visto lo visto, el cuerpo para guerras.
Lo que he podido leer y escuchar estos días, en Internet, en los pasillos, en las calles, me ha decepcionado hasta a un punto que no creía posible. Estaba convencido de que los bárbaros eran pocos, pero que hacían mucho ruido. Sin embargo, tristemente, he caído en la cuenta de que la barbarie vive en el centro mismo de la civilización, y que no es tan fácil identificarla. El odio y el rencor, la miseria humana y la indignidad están a la orden del día. Supongo que será mi percepción parcial y afectada de los hechos, pero el caso es hoy estoy triste y decepcionado. Decepcionado con los hombres y escéptico ante el futuro. Desde luego, de lo que dan ganas es de coger un avión e irse a la isla de Perdidos. Quizá entonces los bárbaros ganarían la batalla y todo se iría al traste. La cosa es que no sé si tengo, visto lo visto, el cuerpo para guerras.
yo prefiero seguir pensando que son una minoría. desde mi experiencia, el balance de la buena gente que ha pasado por mi vida es claramnte positivo. no creo q haya tanta gente cruel, son unos pocos pero hacen mucho daño, lo que si que hay es mucho borrego.
ResponderEliminarSi es cierto que a veces, cuando pasan cosas así, me gustaría coger a los mios y mudarme de planeta.
Creo q, efctivamnte, hoy estás triste y no ers objetivo.
Yo, cuando llego a ese tipo de reflexiones me detengo y suelo hacer y hacerme siempre la siguiente pregunta retórica: qué pensaría un ciudadano medianamente culto en la Europa de, por ejemplo, 1618, durante la Guerra de los 30 años... y como este ejemplo podría poner muchos.
ResponderEliminarHoy día nos cuesta asimilar la decepción que nos rodea, a los que nos puede decepcionar porque vivimos en la parte del mundo mas "maravillosa", porque no sé si en algún pueblecito chino o africano se harán estas preguntas, si les valdrá la pena... Es inevitable plantearse, con la cantidad de ventajas que tenemos cómo puede ser que estemos así, todavía, aún...
Perderse es una buena opción, pero tampoco es necesario ir muy lejos para perderse.
Ánimo.
Vaya,
ResponderEliminarLa idiotez ha ido ganando cada vez más terreno.
Y los conservadores se vuelven más conservadores aún.
Dos lecturas:
Esperando a los Bárbaros. Kavafis.
Una avanzada del progreso. Conrad.
Los que se llaman a si mismo civilizados son los que más barbaridades han cometido.
Adiós.