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Una imagen

Tarde de cementerio. Regreso al pasado. Saludo a vecinos de la infancia. Me abrazo con mis hermanos. Pero delante de las lápidas de mis padres no logro sentir emoción alguna. A veces pienso en ellos y me retuerzo por dentro. Pero no allí. Allí ya no hay nada. Sólo un nombre y una fecha. Y huesos, pero eso prefiero no pensarlo. Porque eso está al otro lado, detrás, en el lugar al que no llega la mirada. Por eso pienso que ahora allí hay signos, letras y números. Sobre una piedra. Letras y números sobre una piedra. Por eso allí no hay emoción alguna. Porque el nombre ha perdido su poder de nombrar.

Nunca he querido que allí hubiese foto alguna. He preferido dejar tan sólo el nombre, consciente de que así el dolor de la visita iba a ser menor. Pero parece que he perdido la batalla. Los demás quieren la foto. Así que el próximo año, allí también estará la imagen. Una imagen capaz de quemar en las entrañas. Porque la letra ya no duele. El nombre ya no tiene cuerpo para posarse. Pero el año que viene el nombre tendrá la imagen. Y la conjunción de ambos volverá a llevarnos al terreno de las lágrimas.

Masoquismo de la rememoración. Sólo de pensarlo se me encoge el estómago.

Comentarios

  1. Generaciones diferentes. Asociare a mi padre tanto a la imagen de su boda, que había en un pasillo, como a la grafía de su nombre. La gente antigua se hacía pocos retratos y sus zagales, que se criaron sin televisión, tendrán el recuerdo de sus padres tanto en esas letras con las que firmaban las notas del instituto como en esas que se parecían a las de los créditos de las películas del Oeste y que rotulaban la carrocería del camión.

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  2. Estaremos hechos de otra materia, ami tampoco me gustan las fotos, no me gustan los homenajes a los muerto, prefiero los homenajes a los vivos, seguramente delante de esa
    tumba habrán actuado pladiñeros o pladiñeras, que no fueron capaces de respetar en vida y que estuvieron hasta el último día emponzoñando.
    Por fin escucho música después de casi dos años, y todavía lloro por fuera y por dentro, ese es mi homenaje,
    emilio

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  3. Sí que hay, sí. Hace unos pocos años, y a falta de otros voluntarios con más motivos para serlo, me tocó hacer el traslado de mis abuelos a un nuevo panteón familiar. Y te puedo asegurar que sí hay. En cualquier caso, lo importante cuando se va al cementerio es no quedarse allí.

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