El respeto hacia la mercancía

Sigo flasheado con la manera en la que Ramoncín ha conseguido cerrar el canal que El Jueves tenía en Youtube. Su argumento es que allí aparecían unos vídeos ofensivos que dañaban su imagen pública. Sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con el “cantante” en que hay cosas por las que no se puede pasar. El límite entre la parodia, el comentario y el insulto es bastante difuso. El problema es que ese límite se sobrepasa día tras día. Y sólo unos pocos pueden defenderse. Parece que es necesario tener adquiridos "derechos de imagen" para que se nos tome tan en serio como a Ramoncín. De lo contrario, se nos puede vilipendiar, ridiculizar hasta la extenuación y nada ocurre.

Quizá la solución sea registrar nuestros nombres como si fueran marcas, adquiriendo derechos de autor sobre ellos. Y es que es posible que el respeto que se ha perdido hacia la persona se mantenga hacia la mercancía. Sin duda, hay que darle la razón a Michel Houellebeq cuando dice que hoy la única transgresión posible es contra la marca registrada. En ¡Houellebeq!, Fernando Arrabal cita unos párrafos del escritor francés sobre esta cuestión que me parecen de lo más lúcido que se ha escrito en tiempo:

"Podemos chotearnos hablando de monjas, de pollas, de ojos arrancados, de 'sidaicos'. Es posible dar por culo a la Virgen en una novela. Pero hay un límite que no podemos franquear: atacar a un grupo financiero internacional a través de uno de sus productos... ¿Nos atreveríamos a escribir?:
“Antes de lamer el culo de las niñas a las que acaba de capturar, Marc rociaba sus anos con yogur líquido DANONE. Había probado con YOPLAIT o con CHAMBOURCY, pero no: la acidez era demasiado pronunciada. El gusto que daba a las secreciones anales carecía de finura; y todos sus amigos pedófilos opinaban como él. Para sus ‘gang-bang’ de niñas, Marc permanecía rotundamente fiel a DANONE”.

Ciertamente demoledor. Pero al escritor no le falta razón. Lo realmente “censurable” de este texto hoy serían las alusiones a las marcas, y no lo demás. La marca es el único tabú, la única prohibición real. La verdadera transgresión y verdadero riesgo no está hoy en mofarse de la religión o el Estado, sino hacerlo de Coca-Cola, Microsoft o Nike. Ahí sí que se juega uno el pellejo.

Comentarios

  1. Ah, qué bonito: las personas como marca. Dentro de poco gente como Fukuyama va a registrar la marca "Fukuyama" y todos los que quieran criticar en sus libros su "fin de la historia" (o reírse de la ocurrencia) tendrán que pasar por caja. ¿Es lo que queremos?

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  2. Sin duda no es lo que queremos, pero vamos irremediablemente a un modelo muy parecido. Ni mucho menos quisiera yo ser marca. Simplemente constato que, tal y como están las cosas, estamos abocados a estar "marcados" como los cerdos para entrar ciertas arenas políticas. El régimen de visibilidad del que habla Rancière también funciona a este nivel. Y ahí hacerse marca es sinónimo de tener voz. El problema, por supuesto, es que esa voz no es ni mucho menos política, puesto que la marca en sí misma elimina la complejidad del lenguaje y la profundidad del sujeto.

    Otra cosa muy diferente sería trabajar a partir de esta constatación, haciéndose marca para modificar y subvertir el sistema desde el interior. Muchos son los artistas que han trabajado en esto, aunque la mayoría de ellos acaban de aliados del sistema. Es decir, marcados.

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  3. Creo que no es lo mismo establecerse como marca para tener voz (por muy superficial que sea) que hacerlo para que sobre ti no la tengan los demás (que es lo que quiere Ramoncín). Sobre subvertir esta situación desde dentro, prefiero no darme por irremisiblemente abocado a ella y colaborar en lo que pueda para que no llegue, desde fuera. Es decir, hablando de cosas concretas: si esta filosofía barata que Ramoncín va desplegando por ahí le va pareciendo razonable a la gente, dentro de unos años algún iluminado querrá hacerla ley (la verdad es que todo esto me parece política ficción). Primero caerá lo de Ramoncín en El Jueves. Después todos los "testimonios" que se hayan ofendido por las parodias de La Hora Chanante. Enseguida la prohibición se extenderá, por ejemplo, a los biopics de personajes conocidos, que protestarán porque esas películas no respetan sus marcas. ¿Y quienes posean los derechos de la marca "Mozart" (que entidades como la SGAE se habrán encargado de mantener en plena vigencia)? Pues acabarán con todas las copias de Amadeus. Y entonces, ¿por qué no con los libros que ellos creen que "difaman" a Mozart? Etcétera, etcétera. Ramoncín será recordado como un pionero y se le harán homenajes todos los años (supervisados, claro está por el Comité de las Marcas).

    Esta situación no ha llegado, y creo sinceramente que no lo hará si no nos dormimos.

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  4. Muy bueno el comentario de H., ese escritor más bien maligno aunque engancha.
    En todo caso, el comentario es bueno, a pesar de venir de quien viene, que lúcido sí es.
    Es una cuestión legal, a fin de cuentas, aunque es probable que la libertad de expresión ampare lo que has transcrito, y publicado, ergo te refutas con lo que haces, lo publicas y dices que eso no se puede hacer. La contradicción performativa de que hablan los filósofos. Un argumento muy coherente pero poco convincente.
    ¡Salud!
    Aprovecho para felicitarme por tu blog.

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  5. Este concepto de la mercancía, está muy presente en el primer tomo del capital de Marx, que habla de el fetichismo de la mercancía, o el misterio de la mercancía, cuando vemos un objeto, una silla por ejemplo, no vemos lo que hay detrás del objeto, lo que hay detrás de cualquier objeto que tenemos por casa puede ser la más cruda explotación, algo que n ovemos, el objeto es un fetiche, que oculta las condiciones de su producción, en consecuencia la mercancía nos deslumbra, y nos impide ver el proceso de producción, hay un vértigo de la mercancía, vivimos en una sociedad de vértigo de las mercancías, lo podemos ver entrando a cualquier tienda, todo son mercancías que ocultan su condición de producción, Marx va a decir que la mercancía es un mundo encantado, nos impiden ver lo que en realidad no queremos ver, y aquí viene la gran afirmación de Marx, si los hombres desarrollan su vida, a través del intercambio de mercancías, y mirando mercancías, deseando mercancías, comprando mercancías, se transforman en otra mercancía, en consecuencia la vida humana deviene en cosa, todos somos cosas, todos somos mercancías, habitamos en el mundo de la mercancía, queremos mercancías, trabajamos para comprar mercancías, llevamos la mercancía a nuestra casa, nos venden mercancías por todos lados, y finalmente nuestro corazón es una mercancía.
    Mario A

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