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Diario de duelo

Hoy me he metido de lleno en la lectura del último libro de Roland Barthes traducido por Paidós, Diario de duelo, el volumen compuesto por las notas que el escritor francés escribió durante dos años tras la muerte de su madre, entre 1977 y 1979. Se ha publicado este mismo año por primera vez en Francia y ha provocado una gran polémica, especialmente en torno a la conveniencia de que una serie de notas íntimas se conviertan en un libro cerrado. Es cierto que, a veces, una suerte de compulsión editorial lleva a las librerías cosas que deberían haber permanecido en el registro de lo privado. No sé hasta qué punto eso ocurre con este libro. Hay aquí cosas íntimas, es cierto. Pero, sin duda, se trata de un libro increíble, fundamental para entender el trabajo del último Barthes, en especial La cámara lúcida, a cuyo proceso de gestación se asiste a través de estas páginas.

Me ha fascinado. No puedo decir otra cosa. Aunque también es cierto que mi lectura no ha sido ni mucho menos neutra. Como he escrito en alguna ocasión en este blog, desde antes del verano estoy escribiendo una serie de reflexiones sobre la muerte de mi madre, reflexiones que había titulado, antes de conocer el libro de Barthes, Cuaderno de duelo. Supongo que ahora deberé cambiar el título. Incluso me he replanteado la idoneidad de mi texto, aunque no es exactamente lo mismo, ni mucho menos. No es un diario, sino un intento de reconstruir artificialmente el duelo, un intento de mirar hacia atrás y restituir el espesor de un tiempo que ha pasado demasiado rápido.

En cualquier caso, la lectura del Diario de Barthes me hace retomar algunas cosas, y sobre todo me hace volver a emocionarme. No he podido evitar que la muerte de mi madre atravesara mi lectura del libro. Un libro que tenía reservado sobre la mesa del despacho desde hacía una semana, esperando el momento propicio para poder sentarme a solas con él. Y esta noche, sin apenas levantarme del sofá, lo he devorado de un tirón. Aún estoy aturdido. Durante toda la lectura he tenido el vello erizado y los ojos acuosos. He reconocido uno por uno los diferentes estados de duelo, las emociones, los afectos, incluso he podido intuir las lágrimas de un autor que, en medio de la aflicción, llegó a escribir:

"Lo irremediable es a la vez lo que me desgarra y lo que me contiene."

"Golpeado por la naturaleza abstracta de la ausencia; y, sin embargo, es ardiente, desgarradora. De ahí que entienda mejor la abstracción: es ausencia y dolor, dolor de la ausencia -¿quizás es entonces amor?"

"¿Escribir para acordarse? No para recordarme, sino para combatir el desgarramiento del olvido en cuanto que se anuncia absoluto. El -pronto- "ya ninguna huella", en ninguna parte, en nadie."

Comentarios

  1. Me ha emocionado leer los fragmentos del texto que narras en tu blog. Un abrazo. Antonio

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  2. El libro tiene una pinta maravillosa pero 25 Euros me parece realmente un precio muy abusivo. Me toca esperar a principios de mes para comprarlo pero quería dejar aquí mi queja

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