They are tourists
Copio aquí mi columna de hoy en La Razón, revisitando Camposol:
La semana pasada estuve en un mundo extraño. Uno de los más raros y fascinantes que he conocido: Camposol, a unos kilómetros de Mazarrón. Cuando se deja la Autovía de Totana y se entra en este pueblo, uno tiene la sensación de haber cruzado una suerte de puerta interespacial que conduce directamente al corazón de Inglaterra. Porque, sin duda, aquello no es Murcia. Los cuatro mil ingleses que pueblan permanentemente Camposol no viven en España. Allí nadie habla español. Se venden productos ingleses. Las tiendas y los restaurantes tienen horarios ingleses. En el Supermercado o en las tiendas uno puede encontrar The Times, The Guardian y toda la prensa inglesa habida y por haber, pero es imposible adquirir un solo periódico español. Las televisiones tienen sintonizada la BBC, cadenas de la India y todo tipo de canales ingleses, pero a nadie se le ha ocurrido poner La Sexta o Antena 3. Es como si realmente uno estuviera en otro país. Aquello es “Little Britain”. Y allí uno se siente más extraño que en ningún otro lugar del mundo. Entre tanto rubio, al murciano se le ve enseguida. Y enseguida comienza a gestarse el sentimiento de extranjería. El colmo sucedió una noche que se nos ocurrió entrar en un karaoke (diversión por antonomasia de la colonia). Como en las películas del Oeste, entramos al bar como unos forasteros y, aunque aparentemente todos siguieron a lo suyo, las miradas nos apuntaron directamente. Éramos unos extranjeros que amenazaban el orden paradisiaco de su utopía terrenal. Fue allí donde, atónito, pude escuchar a alguien susurrar: “they are tourists”. Esto es la globalización. Cerca y lejos, aquí y allí, han cambiado por completo su significado.
La semana pasada estuve en un mundo extraño. Uno de los más raros y fascinantes que he conocido: Camposol, a unos kilómetros de Mazarrón. Cuando se deja la Autovía de Totana y se entra en este pueblo, uno tiene la sensación de haber cruzado una suerte de puerta interespacial que conduce directamente al corazón de Inglaterra. Porque, sin duda, aquello no es Murcia. Los cuatro mil ingleses que pueblan permanentemente Camposol no viven en España. Allí nadie habla español. Se venden productos ingleses. Las tiendas y los restaurantes tienen horarios ingleses. En el Supermercado o en las tiendas uno puede encontrar The Times, The Guardian y toda la prensa inglesa habida y por haber, pero es imposible adquirir un solo periódico español. Las televisiones tienen sintonizada la BBC, cadenas de la India y todo tipo de canales ingleses, pero a nadie se le ha ocurrido poner La Sexta o Antena 3. Es como si realmente uno estuviera en otro país. Aquello es “Little Britain”. Y allí uno se siente más extraño que en ningún otro lugar del mundo. Entre tanto rubio, al murciano se le ve enseguida. Y enseguida comienza a gestarse el sentimiento de extranjería. El colmo sucedió una noche que se nos ocurrió entrar en un karaoke (diversión por antonomasia de la colonia). Como en las películas del Oeste, entramos al bar como unos forasteros y, aunque aparentemente todos siguieron a lo suyo, las miradas nos apuntaron directamente. Éramos unos extranjeros que amenazaban el orden paradisiaco de su utopía terrenal. Fue allí donde, atónito, pude escuchar a alguien susurrar: “they are tourists”. Esto es la globalización. Cerca y lejos, aquí y allí, han cambiado por completo su significado.
Qué grande. Al menos no os pidieron el pasaporte...
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