Pasar toda la tarde frente a una tumba y no sentir más que un extraño dolor de espalda. Saber a ciencia cierta que ya nada había allí. Mirar y ver que nada devuelve la mirada. Mirar y no ver nada. Volver con la sensación de que todo ha finalizado para siempre. Escribirlo desde un iphone blanco y admitir la contradicción.
Cuaderno de bitácora de Miguel Ángel Hernández. Reflexiones apresuradas sobre arte, literatura y cultura visual.
Corto pero intenso..buen texto, se me han puesto los pelos de punta.
ResponderEliminarhasta la próxima!
La materia sigue estando allí, lo que ha desaparecido es "otra cosa", quizás la vida.
ResponderEliminarYo soy de los que piensa que la materialidad, también termiina por evaporarse, por fundirse y ser asimilada por la naturaleza. La vida..., bueno, yo también creo que algún sitio debe estar.
ResponderEliminarYa me explicarás como escribes en tu blog desde un iphone, porque yo me compré uno y no he podido. De hecho estoy bastante cansadín, que dirían en León y aledaños, del cacharrito, todavía no le encuentro su "gracia" al chismecito.
ResponderEliminarEl reciclaje del envase de nuestra alma, eso sí que es un dilema.
ResponderEliminarEn los últimos días yo tb he transitado últimas moradas, y cuando ves reducida tanta vida y belleza a unas siglas y una fecha, efímeras tb mientras llega el mármol encargado por la familia, si además sopla un viento frío, casi sientes interés por acomodarte aunque solo sea un rato en uno de esos huecos para infundir un poco de vida, momentáneamente, un poco de calor, a ese panal de cemento y olvido.