Ir al contenido principal

Fantasmas

Durante estas semanas estamos trabajando en clase algunos aspectos de la relación entre arte y esoterismo. Es un tema que siempre me ha interesado, y este año, por fin, me he atrevido a introducirlo en el programa de una asignatura. Y lo cierto es que, cuanto más estoy profundizando en la cuestión, más fascinante me parece. Aunque en principio parezca mentira, es posible hacer toda una contrahistoria del arte moderno a través de su relación con el espiritismo, el ocultismo y la creencia en realidades más allá de los umbrales de la percepción. Es más, se puede decir que gran parte del arte moderno, de un modo u otro, se encuentra influido por esta serie de creencias ocultistas. Unas creencias que, a poco que uno mire con cuidado a su alrededor, siguen todavía vigenentes en nuestro mundo contemporáneo. Y esto no deja de ser curioso en un tiempo, como el presente, caracterizado por una racionalidad extrema y por un desarrollo extremo de la ciencia.

William H. Mumler, Moses A. Dow, Editor de Waverley Magazine, con el espíritu de Mabel Warren. 1871.

Este interés por el Más allá no es, ni mucho menos, algo nuevo que se deba a Iker Jiménez y su panda. El hombre siempre se ha interesado por las realidades trascendentes o daimónicas. Realidades con las que se convivía con toda normalidad hasta la Era de la Razón. Es precisamente a partir del siglo XIX cuando esas realidades se vuelven extrañas. El nuevo modelo de explicación del mundo (la ciencia) nos muestra un mundo racional y material, donde no tienen cabida las realidades inexplicables o no demostrables. Y es en ese mismo momento, como una reacción a la modernidad científica y racional, cuando se puede decir que nace la parapsicología moderna, vinculada desde un principio a las élites intelectuales (artistas, escritores o pensadores), que se resistían a aceptar un mundo transparente y sin misterio en el que todo pudiera ser explicado y racionalizado.

Frente a la luz de la ciencia y la razón, la sombra de lo oculto y la realidad más allá de la percepción comenzó a representar una vía de escape ante una realidad tan excesivamente material como la de la vida moderna.

Hoy, en clase, hemos hablado de los fantasmas y su relación con el paso del tiempo. El fantasma, como el muerto viviente o el zombie, es una entidad que no ha muerto del todo, que de alguna manera prolonga su pasado. Un no-muerto. Si el fantasma vuelve es porque hay algo en el presente que no lo permite descansar en paz (algo por solucionar o alguien por proteger). Y ese retorno de lo espectral rompe la sucesión del tiempo histórico: la resistencia a marcharse del fantasma es, en el fondo, la resistencia del pasado a desaparecer. Los fantasmas no vuelven de la muerte, sino que nunca se han ido del todo. Igual que el pasado, que no se va del todo, sino que mancha el presente con su 'presencia espectral'. Por eso se puede decir que los fantasmas 'difuminan' el tiempo.

El incremento de las apariciones y el interés por lo oculto durante todo la modernidad tendría que ver en el fondo con esta idea de la resistencia del pasado a irse del todo. Los fantasmas que vuelven una y otra vez son, en el fondo, los fantasmas de los tiempos antiguos, que retornan para manchar los tiempos modernos, científicos, racionales y materialistas. En estos tiempos modernos, la imaginación y la fantasía se sustituyen por el ilusionismo y el entretenimiento. El mundo se hace simple, se descomplejiza, se hace transparente y cognoscible. Y, en consencuencia, elimina toda su relación con las realidades daimónicas o inexplicables. Es entonces cuando vuelven los fantasmas. Y lo hacen para recordarnos que nunca se han ido del todo, o lo que es lo mismo, que hay un pasado que se resiste a cambiar, que hay cosas que, por mucho que nos empeñemos en dejarlas atrás, nos siguen a todas partes.

Comentarios

  1. Estoy solo cerrando caja en el negocio familiar. O eso debería estar haciendo, por lo menos. Esta tarde, cuando volvíamos de echar unas carreras por el Malecón, las chicas que se habían quedado a cargo se reían. Se reían por no gritar. Estaban cagadas. Habían salido del establecimiento despavoridas, las tres, dejando dentro dos o tres clientes. Ruidos, golpes, objetos que caían... en la trastienda. O en el almacén. Justo donde mi hija se había quedado haciendo sus deberes antes de que me fuese. Pero mi hija ya no estaba allí. No había nadie. Y ahora estoy solo en esa misma trastienda. Persiana bajada. El zumbido del ordenador. Y yo. Y ahora, esto.

    ResponderEliminar
  2. Vaya, ¡pues me estoy perdiendo estas clases! ¿me puedes recomendar alguna lectura al respecto, por favor?

    Es que esta semana voy a un taller sobre urbanismo "Signos sobre signos" teórico-práctico, en Vitoria. Vamos artistas, sociólogos, arquitectos y personas afines a la comunicación urbana (10 en total).

    Creo que lo esotérico forma parte de nuestras vidas, y que tanto racionalizar nos acaba paradojicamente volviendo locos.

    ResponderEliminar
  3. Si, la verdad es que un libro sobre esta cuestión no estaría mal que lo recomendaras. Saludillos Mahn.

    ResponderEliminar
  4. Pues os recomiendo tres que son fascinantes:

    -Alberto Luque: Arte moderno y esoterismo. Editorial Milenio. [Este es, con diferencia, el mejor libro sobre la cuestión publicado en español]

    -Juan José Sebreli: Las aventuras de la vanguardia. Editorial Iberoamericana. [Un libro increíble en todos los sentidos, que, como el resto de obras de Sebreli, investiga la irracionalidad de la modernidad. Tiene un capítulo dedicado a la relación entre las vanguardias y lo esotérico]

    -Patrick Harpur: Realidad Daimónica. Atalanta. [Otro libro fascinante sobre lo inexplicable explicado de una manera tan clara y desde una perspectiva tan particular que merece mucho la pena leerlo].

    Pero estos son sólo unos pocos en español. En inglés hay la tira de ellos, en especial sobre las relaciones entre el espiritismo y la fotografía.

    ResponderEliminar
  5. ?????????!!!!

    Es cierta esa mirada que percibí?

    ResponderEliminar
  6. Los fantasmas del pasado siempre vuelven, algunos sin que sean llamados y que no tienen otro fin que hacer daño, y de estropear las fotos.

    ResponderEliminar
  7. Aunque parezca una errata, es así: "daimónica". Se refiere a los daimónico, aquello inexplicable más allá de lo humano. Mira : http://es.wikipedia.org/wiki/Daimon

    ResponderEliminar
  8. Siempre me hechiza la fotografía del XIX. Tiene un aura especial.

    Y de esos tiempos me impresionan mucho las fotos de gente muerta posando, especialmente la de niños. E incluso la de los que estaban vivos en el momento en que se captó esa "instantánea" pero que, en realidad, llevan tanto tiempo muertos. No es de extrañar que tanto la literatura como el cine haya asociado tantas veces la fotografía con la muerte. Tengo en mente, especialmente, el famoso ensayo de Barthes.

    ResponderEliminar
  9. En efecto, el ensayito de Barthes (La cámara lúcida) es una maravilla. Y desde que me enteré que lo concibió como un homenaje a la muerte de su madre, aún me gusta más.

    Lo de las fotografías de muertos es un tema que me apasiona. Llevo trabajando algún tiempo en un librito sobre eso precisamente. El segundo cuatrimestre (el del respiro) me dejará tiempo (eso espero) para poder escribirlo.

    ResponderEliminar
  10. Pues una pena que no hubieras introducido este tema el año pasado, los fantasmas de uno u otro tipo siempre me han fascinado y encantado.Voy a tener que colarme en esas clases...de momento intentaré encontrar alguno de los libros que recomiendas.
    Nos vemos por los pasillos

    ResponderEliminar

Publicar un comentario