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C'est finie

Con mi clásico y ya parece que inmutable acento murciano de la huerta, al final he conseguido conferenciar a los franceses sobre Robert Morris y las políticas de la ceguera. Por lo que he podido entrever, al final la cosa ha gustado, aunque se haya comprendido lo justito, pues creo que he metido el congreso en unos berenjenales filosóficos que no sé si venían demasiado a cuento. El pobre Morris no ha podido aguantar el día y se ha tenido que ir después de comer. Así que se ha perdido la charla, pero yo he respirado tranquilo. Quizá por eso la cosa ha salido mejor de lo que esperaba. De todos modos, tengo que comenzar a quitar hierro a estos asuntos. Al final preparo demasiado material y recursos que no utilizo, y me falta tiempo por todos lados. Tendría que estar ya acostumbrado. Sin embargo, me siento bien poniéndome nervioso. Constato que aún hay cosas que respeto, cosas por las que merece la pena una cierta inquietud. Este tipo de cosas, el arte y lo que decimos sobre él, como observó Robert Morris parasafraseando a Rauschenberg, o lo toma uno en serio o no hay nada que tomar.

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