Emociones tecnológicas
Agustín Fernández Mallo
Carne de Píxel
Barcelona, DVD, 2008
Premio de Poesía Ciudad de Burgos
72 páginas. 8 €
Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) es el abanderado de la llamada ‘Generación Nocilla’, un 'grupo' (amplio y difuso) de escritores españoles crecidos ya en plena democracia e influidos palpablemente por la televisión y la cultura popular. Su Nocilla Proyect lo está convirtiendo en uno de los renovadores del panorama literario español, sobre todo gracias a la introducción del imaginario del cine, la cultura de masas y la ciencia, y, sobre todo, a la incorporación de la experiencia de las nuevas formas de escritura vinculadas al desarrollo de Internet y la emergencia del rizoma deleuziano.
Carne de píxel, su último libro, ha sido observado por más de un crítico como el trasunto poético del mencionado proyecto narrativo. Pero quizá habría que decir lo contrario, que el proyecto Nocilla es una ramificación subsidiaria de la poesía de Fernández Mallo. Porque es en este terreno donde con más soltura y brillantez se mueve. Ahora que tengo frente a mí Nocilla Experience (el segundo libro de la trilogía) y Carne de píxel, sin ningún género de dudas, me quedo con el segundo. Allí, y esa es una de las intenciones del autor, se rompe por completo con la narración. Sin embargo, aquí, la narración (una cierta narratividad), paradójicamente, no acaba de irse. Si uno es algo perverso, podría decir que es en la poesía de Fernández Mallo donde mejores frutos da su escritura narrativa.
La obra poética de este autor se ha caracterizado desde un principio por introducir los desarrollos de la ciencia y la tecnología en el ámbito de lo textual. Pero nunca como hasta ahora lo había logrado de modo tan exitoso. Aquí sigue posicionándose en la línea de los integrados (y no de los apocalípticos, como gran parte de la poesía contemporánea) ante los nuevos medios y posibilidades de la tecnología. Integrado, pero no totalmente ‘entregado’, pues lo interesante es que hay siempre una postura de toma de conciencia de los nuevos desafíos del humanismo, pero al mismo tiempo una especie de tensión con los modos del pasado, sobre todo en el cuidado de la escritura y la búsqueda de la palabra medida y equilibrada.
La tecnologización de la vida cotidiana y la introducción del imaginario de los nuevos medios así como el nuevo archivo epistemológico que promueve tanto Internet como el amplio espectro tecnológico contemporáneo, han hecho que el ser humano se convierta prácticamente en un ser proteico. Las emociones, los miedos, los temores, los deseos… se encuentran también permeados por lo tecnológico. No sólo ocurre que las tecnologías son cada vez más emocionales (y de esto saben mucho los nuevos diseñadores de dispositivos avanzados), sino algo aún más importante, que las emociones también se están tecnologizando. Y, en consecuencia, parece lógico y necesario dar cuenta de ello en un lugar tan resistente como es la poesía. Carne de pixel es, en este sentido, un más que acertado intento de situar el mundo de la emoción en el mismo lugar que el mundo de la tecnología. Queda claro que ya no hay emociones puras. El imaginario de la ciencia y de la tecnología configura nuestro filtro de acercamiento al mundo. Uno no piensa en su pareja sin pensar en su número de móvil, o incluso en el dispositivo que utiliza para ponerse en contacto con ella. Tecnología y emoción comparten el mismo contexto.
Carne de pixel nos habla acerca de una relación amorosa que construye poco a poco su propia imagen del mundo. Y aquí, en cierto modo, también entra en juego la cuestión de la ‘psicogeografía’, y de cómo cualquier itinerario es, al final, un itinerario emocional. En esto el autor sigue también (o, si no lo sigue, está en la misma línea) los desarrollos de gran parte del arte contemporáneo y su ‘apropiación subjetiva del entorno’. Una apropiación que aquí no se da del todo, porque si algo queda claro a lo largo del libro es que no hay una realidad real total a cuyo conocimiento podamos aspirar. Sólo hay una gran abstracción, un gran vacío. En el píxel está todo contenido y, al mismo tiempo, es una nada. Como escribe el autor, ‘hay en el píxel una metafísica’. Quizá habría que hablar de una nueva concepción monadológica de la existencia.
Carne de pixel es, por último, un libro magníficamente escrito. Adscribirlo al género de la poesía, o a cualquier otro, es, como sucede cada vez más con la literatura contemporánea, una cuestión de contexto. Lo denominamos poesía porque aparece publicado en una colección de poesía y porque ha ganado un premio de poesía (Ciudad de Burgos). Pero eso quizá sea lo de menos. Lo de más es que con obras como esta se renueva la literatura y, sobre todo, se señalan caminos por los que poder seguir avanzando.
[Publicado en El faro de las letras, 17/05/08]
Carne de Píxel
Barcelona, DVD, 2008
Premio de Poesía Ciudad de Burgos
72 páginas. 8 €
Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) es el abanderado de la llamada ‘Generación Nocilla’, un 'grupo' (amplio y difuso) de escritores españoles crecidos ya en plena democracia e influidos palpablemente por la televisión y la cultura popular. Su Nocilla Proyect lo está convirtiendo en uno de los renovadores del panorama literario español, sobre todo gracias a la introducción del imaginario del cine, la cultura de masas y la ciencia, y, sobre todo, a la incorporación de la experiencia de las nuevas formas de escritura vinculadas al desarrollo de Internet y la emergencia del rizoma deleuziano.
Carne de píxel, su último libro, ha sido observado por más de un crítico como el trasunto poético del mencionado proyecto narrativo. Pero quizá habría que decir lo contrario, que el proyecto Nocilla es una ramificación subsidiaria de la poesía de Fernández Mallo. Porque es en este terreno donde con más soltura y brillantez se mueve. Ahora que tengo frente a mí Nocilla Experience (el segundo libro de la trilogía) y Carne de píxel, sin ningún género de dudas, me quedo con el segundo. Allí, y esa es una de las intenciones del autor, se rompe por completo con la narración. Sin embargo, aquí, la narración (una cierta narratividad), paradójicamente, no acaba de irse. Si uno es algo perverso, podría decir que es en la poesía de Fernández Mallo donde mejores frutos da su escritura narrativa.
La obra poética de este autor se ha caracterizado desde un principio por introducir los desarrollos de la ciencia y la tecnología en el ámbito de lo textual. Pero nunca como hasta ahora lo había logrado de modo tan exitoso. Aquí sigue posicionándose en la línea de los integrados (y no de los apocalípticos, como gran parte de la poesía contemporánea) ante los nuevos medios y posibilidades de la tecnología. Integrado, pero no totalmente ‘entregado’, pues lo interesante es que hay siempre una postura de toma de conciencia de los nuevos desafíos del humanismo, pero al mismo tiempo una especie de tensión con los modos del pasado, sobre todo en el cuidado de la escritura y la búsqueda de la palabra medida y equilibrada.
La tecnologización de la vida cotidiana y la introducción del imaginario de los nuevos medios así como el nuevo archivo epistemológico que promueve tanto Internet como el amplio espectro tecnológico contemporáneo, han hecho que el ser humano se convierta prácticamente en un ser proteico. Las emociones, los miedos, los temores, los deseos… se encuentran también permeados por lo tecnológico. No sólo ocurre que las tecnologías son cada vez más emocionales (y de esto saben mucho los nuevos diseñadores de dispositivos avanzados), sino algo aún más importante, que las emociones también se están tecnologizando. Y, en consecuencia, parece lógico y necesario dar cuenta de ello en un lugar tan resistente como es la poesía. Carne de pixel es, en este sentido, un más que acertado intento de situar el mundo de la emoción en el mismo lugar que el mundo de la tecnología. Queda claro que ya no hay emociones puras. El imaginario de la ciencia y de la tecnología configura nuestro filtro de acercamiento al mundo. Uno no piensa en su pareja sin pensar en su número de móvil, o incluso en el dispositivo que utiliza para ponerse en contacto con ella. Tecnología y emoción comparten el mismo contexto.
Carne de pixel nos habla acerca de una relación amorosa que construye poco a poco su propia imagen del mundo. Y aquí, en cierto modo, también entra en juego la cuestión de la ‘psicogeografía’, y de cómo cualquier itinerario es, al final, un itinerario emocional. En esto el autor sigue también (o, si no lo sigue, está en la misma línea) los desarrollos de gran parte del arte contemporáneo y su ‘apropiación subjetiva del entorno’. Una apropiación que aquí no se da del todo, porque si algo queda claro a lo largo del libro es que no hay una realidad real total a cuyo conocimiento podamos aspirar. Sólo hay una gran abstracción, un gran vacío. En el píxel está todo contenido y, al mismo tiempo, es una nada. Como escribe el autor, ‘hay en el píxel una metafísica’. Quizá habría que hablar de una nueva concepción monadológica de la existencia.
Carne de pixel es, por último, un libro magníficamente escrito. Adscribirlo al género de la poesía, o a cualquier otro, es, como sucede cada vez más con la literatura contemporánea, una cuestión de contexto. Lo denominamos poesía porque aparece publicado en una colección de poesía y porque ha ganado un premio de poesía (Ciudad de Burgos). Pero eso quizá sea lo de menos. Lo de más es que con obras como esta se renueva la literatura y, sobre todo, se señalan caminos por los que poder seguir avanzando.
[Publicado en El faro de las letras, 17/05/08]
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