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El pensamiento desencantado

Simon Critchley, Muy poco... casi nada. Sobre el nihilismo contemporáneo, Barcelona, Marbot, 2007, 367 págs.

Con una edición cuidada y elegante, la recién aterrizada editorial Marbot nos trae, al fin, la traducción de Muy poco… casi nada, uno de los libros más fascinantes y reveladores de la última década del siglo. Aunque llega con casi diez años de retraso, su publicación es un motivo de alegría para la intelectualidad en lengua castellana, tanto por la calidad del libro en sí, como, sobre todo, por la introducción de una vez por todas de la obra de Simon Critchley, un pensador casi desconocido en nuestro país, que, sin embargo, en muy pocos años, se ha convertido en una de las figuras centrales del debate filosófico internacional, revelándose como ensayista lúcido, sensato, comprometido y original.

Situado a medio camino entre la tradición anglosajona y la continental (esencialmente francesa), con un lenguaje claro y conciso, literariamente muy trabajado, Critchley ha abordado un gran número de problemas fundamentales del pensamiento actual, como, por ejemplo, la responsabilidad, el humor, la muerte, el desencanto o las relaciones entre filosofía y literatura. En esencia, su obra evoluciona hacia una búsqueda del sentido de la vida tras la constatación de la pérdida de toda certeza. Cómo vivir con sentido cuando ya nada tiene sentido; ésta podría ser la base de su itinerario filosófico. Un itinerario que parte de la experiencia de la deconstrucción y la ausencia de una verdad absoluta a la que remitirse. ¿Qué podemos conocer cuando somos conscientes de que es la incertidumbre la que rige el mundo? O sobre todo, ¿qué hay en las palabras que traducen la experiencia del mundo? Muy poco, casi nada. Pero ese poco es lo que nos queda.

La tesis de partida de este libro, pero también de gran parte de la obra de este autor, es que la filosofía, al contrario de lo que pensaba la tradición aristotélica, no nace del asombro ante las maravillas del mundo, sino del desencanto ante la imposibilidad de comprender la muerte. No comienza con la sorpresa sino con la decepción ante la muerte, que es precisamente el origen de la filosofía y el conocimiento. Y también el origen de la literatura, como un intento de responder a la pregunta por el sentido de la vida tras el desencanto del mundo. Critchley presenta la muerte como aquello que una y otra vez escapa a la razón y al lenguaje, pues, ante todo, es una fractura de la razón. La muerte es lo incomprensible, lo indecible, lo indescriptible, lo ‘inescribible’. Y, sin embargo, pocas cosas nos hacen escribir y decir tanto como la muerte. El propio libro es originado por la muerte, en este caso la del padre del autor. En este sentido, como el propio Critchley señala en alguna ocasión, este libro es un acto de duelo, un proceso de adaptación al vacío y la falta de la persona amada, un intento de encontrar un sentido y una razón para seguir viviendo. Sin embargo, el duelo, si se piensa bien, para el autor, más que con el ‘dolus’, tendría que ver con el ‘duellum’, un combate o pelea entre dos contrincantes, entre dos adversarios irreconciliables que aquí serían la experiencia y el lenguaje. Una batalla descarnada entre lo indecible y lo decible, entre lo impensable y el pensamiento, entre el sentir y las palabras.
La experiencia desborda el lenguaje y las palabras se convierten en significantes vacíos, estériles para traducirla. Sin embargo, como diría Kafka, ‘a través de las palabras, oblicuamente, llegan restos de luz’.

Completar la labor de duelo, en el fondo, tendría que ver con poder dar sentido y significado al sinsentido de la muerte. O lo que es lo mismo, dejar que la victoria recaiga sobre el lenguaje, dar como vencedor a las palabras. Eso sí, teniendo claro que la victoria nunca será limpia, que habrá daños colaterales, y que el lenguaje quedará para siempre herido por el excedente insoportable de la experiencia.

Como el mismo autor sugiere, este libro aborda esencialmente la cuestión del desencanto religioso. Tras la muerte de Dios, ¿cómo podemos darle sentido a una vida que está abocada hacia la muerte? A través de la obra de autores como Blanchot, Beckett o Wallace Stenvens, Critchley analiza la capacidad de la literatura para decir la muerte, que es lo mismo que abordar la capacidad de las palabras para hacerse cargo de aquello que no puede ser hecho palabra. En este sentido, el autor otorga a la literatura una capacidad que difícilmente se encuentra en la filosofía, pues mientras que la filosofía se ha construido sobre la metáfora de la luz y el conocimiento de la verdad, la literatura se adentra en el mundo de las sombras: “La literatura es el descubrimiento del mundo del insomne, como la doble imposibilidad y la doble necesidad del día y la noche (...) La ambigüedad -la verdad de la literatura- consiste en la experiencia de encontrarse suspendido entre el día y la noche, la experiencia de unos ojos bien abiertos que observan durante la noche, y de unos ojos embotados por el espectro del insomnio durante el día”.

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