Al día siguiente, ella encontró su abrigo en la calle. En un bolsillo había una nota: “Al final, no pude evitar amarte”. Quiso llorar, pero aún no habían despertado sus lágrimas. Quiso gritar, pero aún no había amanecido en su garganta. Miró entonces el reloj. Apenas había transcurrido un segundo. Demasiado tarde para volver. Demasiado pronto para encontrarlo.
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Pero ¿quién es ella?
ResponderEliminarEs como un niño pequeño, mira que dejarse el abrigo en pleno verano.
ResponderEliminarNo quise admitirlo pero me veía con él ha escondidas de su mujer y de Davinia.
Lo recuerdo todo: La femoral, las venas, El halcón callejero; fue horrible. Todavía me quema la visión de aquel barrendero, su mirada reciclable y su chaleco fosforito.
Davinia, ya lo sabes, me ama a mi, nos fugaremos a la Antigua República Yugoslava de Macedonia y tu no podrás hacer nada.
Pasaba algo, es que estaba durmiendo.
ResponderEliminarSí, yo conozco esa letra. Es mi criada. Tantos años haciéndome la cama y resulta que se lo montaba en ella cuando yo andaba desfaciendo agravios y entuertos.
Y no me digas que esas manchas eran de la naftalina, golfa!
El momento justo para despertar. El descansaba en la cama, junto a ella. La pesdilla había terminado
ResponderEliminarEsto empieza a ser la pesadilla que se muerde la cola.
ResponderEliminarA mi nadie me muerde, oiga!
ResponderEliminarPor alusiones,
ResponderEliminarNo me importa.¿ Quién puede estar con un hombre que va dejándose por ahi el abrigo?.
PD:Mandarme una postal desde los Balcanes.
Casi que es mejor que lo deje en la calle y no ancima de la cama con la toalla mojada....
ResponderEliminarQue deje en la calle el abrigo,digo.
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