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Leer

Alguien dijo (y la verdad es que no sé si fui yo) que leer y escribir son dos fuerzas en constante tensión. Hay momentos en los que la balanza se decanta por la escritura y otros, en los que lo hace por la lectura. De un tiempo a esta parte, sin que la escritura desaparezca del todo, creo que prefiero leer a escribir. Por eso escribo menos en el blog, porque no puedo parar de leer, sobre todo, narrativa, que cada vez más me resulta más interesante como herramienta de análisis cultural.

Llevo unos días en los que leo compulsivamente, casi de modo patológico. Y, como no tengo paciencia para acabar los libros, tengo que llevar varios a la vez. Esto siempre me ha ocurrido, pero ahora estoy desbordado. Por mencionar algunos, sobre mi mesita de noche tengo, por este orden:

- La universidad desconocida, de Roberto Bolaño
- Llamadas telefónicas, también de Bolaño
- Hijos sin hijos, de Enrique Vila-Matas
- Extraña forma de vida, también de Vila-Matas
- Villa Amalia, de Pascal Quignard

Esos son algunos de los de entretenimiento (los de la mesita). De los de trabajo, ni hablamos. La verdad es que hay momentos en los que uno necesita frenarse para no volverse loco. Pero hay tanto por leer... que apenas se disfruta en la lectura, porque sabes que, mientras lees, te pierdes otro libro, y otro. Es necesario frenarse. Pero no sé cómo. Bueno, pensándolo bien, sí lo sé; lo he comprobado, y no hace tanto: viviendo. El lector (y el escritor) es alguien con una vida aburrida. Puede ser. No digo que no. Ahora, sin embargo, me apetece leer.

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