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Inconsciente burgués

Seguro que no soy el primero en pensar que las habitaciones de los hospitales deberían ser individuales. Bastante tiene uno ya con lo suyo para tener que implicarse con las historias de los demás. Es, lo sé, una postura egoísta. Pero no puedo evitarlo. Se trata de una reclamación burguesa, purista y, en cierto modo, estética: la búsqueda de un sufrimiento puro, concentrado, sin distracciones, sin contaminaciones. Un sufrimiento “autónomo” en el sentido en el que Clement Greenberg entendió el término al hablar de la pintura moderna. La pureza del dolor. El ensimismamiento del malestar.

Pero, claro está, la vida real de la clase media dista bastante de eso. La noche que he pasado acompañando a mi madre, me ha tocado hacer de “asistente” de una señora mayor búlgara que no tenía a nadie. No sé cómo me las arreglo, pero cada vez que me quedo por las noches, me toca hacer de buen samaritano. Y realmente no importa demasiado. Pero reconozco que estas cosas me hacen trizas el arquetipo de intelectual moderno que llega preparado para ser-uno-con-el-cuerpo-del-dolor.

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