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Medidas

No sé, me pongo a escribir sin saber muy bien de nada. Porque esa es la sensación que tengo –supongo que la tienen todos–, que nadie sabe nada de nada. Se toman medidas, se cierran comunidades y municipios, se imponen toques de queda... se piden sacrificios. Y uno lo respeta todo, o trata de hacerlo, confiando en que todo esto sirva para algo, convencido de que los que mandan saben algo y que algún sentido hay detrás de las medidas. Pero poco a poco, día tras día, uno comienza a desconfiar, a estar cansado de la aleatoriedad de todo. Porque todo suena a arbitrario, a que se hacen cosas porque sí, para probar, también para quedar bien y dar la sensación de que se sabe algo. Y con la ley se elimina muchas veces el sentido común. 

El otro día caminaba solo por la calle. Antes de que se iniciara el toque de queda. Volvía a casa de madrugada por las calles de Murcia. No había un alma, las calles estaban desiertas... Y, sin embargo, cuando me bajaba un poco la mascarilla para respirar sentía que estaba haciendo algo terrible, una ilegalidad. Es una tontería. Pero esa noche pensé lo rápido que la ley elimina el sentido común. Evidentemente, no tenía sentido alguno llevar la mascarilla cuando no hay absolutamente nadie alrededor. Se lleva para no contagiar y no ser contagiado. Pero ¿qué sentido tiene llevarla si no hay nadie a quien puedas contagiar o quien pueda contagiarte? Por supuesto, ninguno. Y aun así, al bajártela un momento –ni siquiera quitártela, sino bajártela un minuto para sentir el aire de la calle–, algo por dentro te incomoda. Has interiorizado la ley, por encima del sentido común, por encima de la realidad. 

No sé. Hoy me he levantado un poco con la sensación de que tanta arbitrariedad en todo nos va a volver locos.

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