Ir al contenido principal

Mañana por la mañana

–Oye, cuánto tiempo, ¿cómo vas? ¿Terminas ya de corregir exámenes o k ase?
–Calla, calla, qué pesadilla, llevo prácticamente tres semanas que no hago otra cosa.
–Pero tiene que dar gusto ver cómo han aprendido los chiquillos.
–Hombre, chiquillos, chiquillos... algunos ya saben lo que se hace, y otros me doblan la edad. Y sí, está bien cuando ves que han aprendido, que todo ha servido al final de algo, pero qué monotonía, señor, qué cansino. Doscientos cincuenta exámenes, a una media de tres folios y pico por examen, con una letra ilegible... y en todos pone lo mismo, más o menos.
–¿Y puedes ser objetivo?
–Eso es imposible. Al menos en este tipo de exámenes de desarrollo. Depende de muchas cosas. No es ciencia. Yo lo único que sé es que no soy injusto con nadie poniéndole menos nota de la que se merece. Es posible que en algún caso dos exámenes iguales puedan tener uno más nota que otra –depende de tantas cosas, lo que has leído antes...–. Quizá uno tenga suerte y por alguna razón le ponga medio punto más, pero nadie saca menos de la cuenta. Ahí sí que soy preciso. Prefiero equivocarme al alza que a la baja. Es una injusticia menor, creo yo.
–Ufff, la verdad es que lo imagino y me entra una cansera...
–Ya te digo. Lo peor es que hay un momento en el que es imposible seguir, que ya todo te suena igual, ya no sabes qué has leído, qué han dicho o qué les falta por poner.
–Pero descansa en esos momentos, hombre de Dios, si no se te va a nublar la vista.
–Lo sé, y lo intento. Pero como vamos con esa presión... Hay que poner las actas, hay que subir las notas, hay que, hay que, hay que. Y lo único que no hay es tiempo.
–...
–Y luego las prácticas, corregir miles de prácticas... un disparate. El sistema no funciona. El sistema es un truño como un puño.
–Pues evalúalos de otro modo.
–¿Cómo? ¿A boleo? Eso lo puedes hacer cuando tienes poca gente en clase. Pero cuando son legión, así no hay manera. Bolonia se va a cargar la universidad. Eso lo tengo claro.
–No eres el único. Lo pienso yo también, y eso que soy tu parte maldita.
–...
–Venga, ya queda menos. Estamos ya casi acabando.
–Ay, si fuera verdad. Pues no quedan papeleos y mil cosas aún... Y trabajos de fin de grado, y de fin de máster, y actas, y burocracia, y guías docentes. Y luego, conferencias y otros textos que me tienen loco.
–Y eras tú el que querías escribir otra novela.
–Sí, mañana por la mañana.
–Te espero Juana en el balcón.
–Eso.
–Eso.


Comentarios

  1. ¡Madre mía, me he cansado solo de leerte! Estos días deben de ser poco menos que la muerte para ti. Ser profesor debe ser algo precioso a la par que vocacional. Yo no sé si sería capaz, tengo muy poca paciencia.

    Te admiro, en verdad.

    Un saludo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario