El instante de la escritura: una lectura (benjaminiana) de Patricio Pron
[Publicado en Salonkritik, 21/06/2011]
“Articular históricamente el pasado no significa conocerlo 'tal y como ha sido'. Significa apoderarse de un recuerdo tal como éste relumbra en un instante de peligro”. El comienzo de la sexta tesis sobre la historia de Walter Benjamin alude claramente a la fugacidad con la que aparece la posibilidad de conocer el pasado. Una posibilidad que se abre en un momento y desaparece para siempre. La historia se nos manifiesta en un instante. Y ese instante corre el peligro de desaparecer para siempre y no volver jamás a ser mostrado. Porque la imagen del pasado “pasa de largo velozmente”, y el pasado “sólo es atrapable como la imagen que relumbra, para nunca más volver, en el instante en el que se vuelve reconocible” (Tesis V).
Ese instante fugaz tras el que desaparece la posibilidad de conocimiento, ese instante oportuno, sólo puede ser percibido si el historiador se siente convocado en él, si se siente apelado y llamado por el pasado. Y es que “la imagen verdadera del pasado es una imagen que amenaza con desaparecer con todo presente que no se reconozca aludido en ella” (Tesis V). Ante la imagen del pasado, el historiador ha de sentirse tocado, punzado, atravesado y movilizado incluso físicamente. La imagen dialéctica benjamiana funciona de modo muy semejante a como lo hace el punctum en la fotografía según Barthes, atravesándonos y tambaleándonos porque “reconocemos” algo nuestro que está en la imagen, algo que está allí y que debería estar aquí, una familiaridad extraña muy cercana al unheimlich freudiano. Es así como ha de tomar el historiador consciencia del pasado, sintiéndolo presente, tangible, espeso, real, igual que el recuerdo de la magdalena en Proust, una imagen que no es una mera imagen visual, sino una imagen-tacto que logra movilizar todo el cuerpo, que nos eriza la nuca al abrir el tiempo. Una imagen que actúa en el presente, y que demuestra que el pasado no es totalmente pasado, sino que se encuentra latente, vivo, denso, perceptible en el presente. Una imagen lo que lo revive. Una remembranza o, mejor, una recordación, que despierta lo que pudiera estar dormido.
“Articular históricamente el pasado no significa conocerlo 'tal y como ha sido'. Significa apoderarse de un recuerdo tal como éste relumbra en un instante de peligro”. El comienzo de la sexta tesis sobre la historia de Walter Benjamin alude claramente a la fugacidad con la que aparece la posibilidad de conocer el pasado. Una posibilidad que se abre en un momento y desaparece para siempre. La historia se nos manifiesta en un instante. Y ese instante corre el peligro de desaparecer para siempre y no volver jamás a ser mostrado. Porque la imagen del pasado “pasa de largo velozmente”, y el pasado “sólo es atrapable como la imagen que relumbra, para nunca más volver, en el instante en el que se vuelve reconocible” (Tesis V).
Ese instante fugaz tras el que desaparece la posibilidad de conocimiento, ese instante oportuno, sólo puede ser percibido si el historiador se siente convocado en él, si se siente apelado y llamado por el pasado. Y es que “la imagen verdadera del pasado es una imagen que amenaza con desaparecer con todo presente que no se reconozca aludido en ella” (Tesis V). Ante la imagen del pasado, el historiador ha de sentirse tocado, punzado, atravesado y movilizado incluso físicamente. La imagen dialéctica benjamiana funciona de modo muy semejante a como lo hace el punctum en la fotografía según Barthes, atravesándonos y tambaleándonos porque “reconocemos” algo nuestro que está en la imagen, algo que está allí y que debería estar aquí, una familiaridad extraña muy cercana al unheimlich freudiano. Es así como ha de tomar el historiador consciencia del pasado, sintiéndolo presente, tangible, espeso, real, igual que el recuerdo de la magdalena en Proust, una imagen que no es una mera imagen visual, sino una imagen-tacto que logra movilizar todo el cuerpo, que nos eriza la nuca al abrir el tiempo. Una imagen que actúa en el presente, y que demuestra que el pasado no es totalmente pasado, sino que se encuentra latente, vivo, denso, perceptible en el presente. Una imagen lo que lo revive. Una remembranza o, mejor, una recordación, que despierta lo que pudiera estar dormido.
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El pasado...el lugar del no retorno... (M)
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