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Dj mahn

El viernes pasado cumplí un pequeño sueño secreto: hacer que sonaran en un pub las Variaciones Goldberg tocadas al piano por Glenn Gould. Por cosas del azar –y del destino–, acabé de improvisado Dj en una de las secciones del Musik, en la que se celebraba el fin de exámenes, un San Juan e incluso el eco de un cumpleaños (el mío). No tenía a mano otra cosa que el iPhone y mi lista de reproducción del Spotify. Pero enganché el equipo del bar a la entrada de auriculares del teléfono y, casi por arte de magia, aquello comenzó a sonar como si saliera de la mismísima Razzmatazz. El único problema era que no había posibilidad de hacer transiciones entre tema y tema, así que los cambios debían ser bruscos y calculados, pulsando la siguiente canción justo en el momento oportuno para mantener el ritmo.

Confieso que la experiencia me gustó. La experiencia de conducir a la gente (aunque ya quedaba mucha menos cuando comencé) a través de la música se parece mucho a la de dar clase, aunque el ritmo en este caso es compartido y es absolutamente interactivo, observando el "ambiente" de la sala para cambiar o seguir por los caminos establecidos. Creo que hay en el pinchadiscos toda una teoría que explorar y una sabiduría en la que algún día me gustaría adentrarme.

En cualquier caso, el viernes se hizo lo que se pudo considerando el material que llevaba encima, pero la cosa creo que quedó más que aceptable. Eso sí, los saltos eran arriesgados, con pasos desde los Two Door Cinema Club a los Daft Punt que casi fueron saltos mortales. Pero sin duda, el momento de la noche (para mí, por supuesto; supongo que para el resto sería todo un dislate), fue el cierre de sesión. Sin solución de continuidad, a las cinco de la mañana, sonaron: "Love will tear us apart", de Joy Division, "There is a light that never goes out", de los Smiths, y, el plato fuerte, el aria de las "Variaciones Goldberg", de Juan Sebastián Bach, en la versión de Glenn Gould. Rozando ya casi el paroxismo, pinché la grabación de 1955 y la más romántica y célebre, la de 1981.

Era algo con lo que secreta y perversamente siempre había soñado, escuchar el piano de Gould en medio de una fiesta en un pub de madrugada. A partir de ahora, cada vez que me adentre por los pasillos de ese bar, saturados de rock y otras cosas, pensaré que allí sonó una vez Bach. Y que eso abrió una posibilidad. Si sucedió una vez, no se trata de algo imposible. Así que, en adelante, siempre albergaré esa esperanza. Y quizá, si no Bach, lo mismo Sibelius, Mahler o incluso Arvo Pärt hacen su aparición como un fantasma en la medianoche.

Comentarios

  1. ...la próxima vez pincha Winter de Vivaldi, a toda castaña, ya verás qué subidón.

    (...yo)

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  2. Afortunadamente hubo vida después de Gould... hay que agradecerle al muchacho lo que hizo por Bach y el piano, pero al final le pudieron todos sus dislates mentales y emocionales.

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  3. Bernard Hermann funciona muy bien. Puedo afirmarlo porque yo mismo lo he usado. Violines en medio de un local con cubatas. Fantástco. Y Bach es fundamental. Debería dejarse escuchar más en cualquier pista de baile o festival que se precie. Y si es vía Gould, mejor.

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  4. Juan de Dios García1 de julio de 2011, 1:27

    No es ninguna tontería imaginar a Arvo Pärt en una carpa chill-out. Es más, debería ser obligatorio pincharlo.
    Muy interesante post, Miguel Ángel.

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