Anonimato
En estas semanas, por varios motivos, la cuestión del anonimato en Internet ha sido uno de los temas sobre los que han girado algunas de las discusiones en este blog. En uno de los últimos post, concluía yo que iba a hablar aquí con nombres y apellidos, dando la cara y siendo responsable de las palabras escritas, frente al uso irresponsable del anonimato, que alimenta el rumor y el ruido. Algún comentario a este post sugería que los únicos que reclaman la visibilidad pura son los regímenes policiales y casi me venía a acusar de cierto fascismo por rechazar la fuerza del anonimato y reclamar un mínimo de civismo en el uso responsable de Internet. Desde luego, nada más alejado de mi postura que reclamar una docilización de los individuos y una transparencia absoluta.
El anonimato es una posición, y en sí misma no es buena ni es mala. De hecho, puede ser una opción de cobardía e irresponsabilidad, o puede ser una postura vital encomiable y una posición política relevante y efectiva. Esto último es lo ocurre, por ejemplo, con el colectivo “Anonymous”, cuyo símbolo más conocido es la máscara del protagonista de “V de Vendetta”, que ya ha protagonizado toda una serie de protestas y movilizaciones importantes contra la autoría y contra la opacidad de gobiernos e instituciones. Como ha señalado agudamente Fernando Savater (y recordaba algún comentarista del blog), Anonymous reclama una transparencia absoluta del mundo y, sin embargo, se instala en una oscuridad e invisibilidad del sujeto demandante, alterando las lógicas contemporáneas de mostración/ocultación. En un momento en el que los individuos nos hacemos más transparentes y exponemos nuestra intimidad a través de la Red, Anonymous solicita la estrategia de la invisibilidad.
Los términos de la lucha política están cambiando. En lugar de buscar una visibilidad como pretenden teóricos como Rancière, para quien la política se produce en el reparto de lo sensible –en la igualdad de los sujetos en términos visuales–, hoy, cuando todos somos excesivamente visibles –y, por tanto, controlables y fácilmente dominables–, el anonimato se convierte en un arma de la lucha política. Y la red de redes es, sin duda, el territorio privilegiado para esa estrategia. Las protestas de Túnez y de Egipto han demostrado la fuerza de Internet y del anonimato. Es una pena que esta potencia política, se desperdicie en la irresponsabilidad de otros muchos internautas para los que el anonimato no es más que una excusa para tirar la piedra y esconder la mano, para propagar rumores, insultar, banalizar, hacer ruido y, en definitiva, contribuir a desactivar la verdadera fuerza de la colectividad sin forma de la nueva multitud.
El anonimato es una posición, y en sí misma no es buena ni es mala. De hecho, puede ser una opción de cobardía e irresponsabilidad, o puede ser una postura vital encomiable y una posición política relevante y efectiva. Esto último es lo ocurre, por ejemplo, con el colectivo “Anonymous”, cuyo símbolo más conocido es la máscara del protagonista de “V de Vendetta”, que ya ha protagonizado toda una serie de protestas y movilizaciones importantes contra la autoría y contra la opacidad de gobiernos e instituciones. Como ha señalado agudamente Fernando Savater (y recordaba algún comentarista del blog), Anonymous reclama una transparencia absoluta del mundo y, sin embargo, se instala en una oscuridad e invisibilidad del sujeto demandante, alterando las lógicas contemporáneas de mostración/ocultación. En un momento en el que los individuos nos hacemos más transparentes y exponemos nuestra intimidad a través de la Red, Anonymous solicita la estrategia de la invisibilidad.
Los términos de la lucha política están cambiando. En lugar de buscar una visibilidad como pretenden teóricos como Rancière, para quien la política se produce en el reparto de lo sensible –en la igualdad de los sujetos en términos visuales–, hoy, cuando todos somos excesivamente visibles –y, por tanto, controlables y fácilmente dominables–, el anonimato se convierte en un arma de la lucha política. Y la red de redes es, sin duda, el territorio privilegiado para esa estrategia. Las protestas de Túnez y de Egipto han demostrado la fuerza de Internet y del anonimato. Es una pena que esta potencia política, se desperdicie en la irresponsabilidad de otros muchos internautas para los que el anonimato no es más que una excusa para tirar la piedra y esconder la mano, para propagar rumores, insultar, banalizar, hacer ruido y, en definitiva, contribuir a desactivar la verdadera fuerza de la colectividad sin forma de la nueva multitud.
Yo también voy a hablar con claridad.
ResponderEliminarQuien te acusa de fascista por cuestionar lo que a mí me parece un acto de cobardía y que no es otro que acusar desde el anonimato utilizando el insulto, la mentira, la calumnia y la difamación a sabien ...das de que algo queda y no se borra fácilmente, o en su día no le explicaron bien en qué consiste un régimen político de corte fascista y, por transmisión tal actitud en un ciudadano de a pie, o tiene por costumbre hacer uso de sus instrumentos en beneficio propio, es decir, dime de qué presumes y te diré de qué careces.
La delación anónima es el recurso más antiguo del que se ha valido el totalitarismo, es decir, las dictaduras. ¿Con qué objetivo? Sembrar el miedo y eliminar cualquier tipo de, no sólo acción, sino también pensamiento subversivo, contrario al régimen (disculpa que parezca que escribo para tontos, pero a veces hasta tengo mis dudas).
Ejemplos hay cientos en los cinco continentes y a lo largo de la Historia: la Inquisición (casi cinco siglos), dictaduras que todos conocemos, regímenes socialistas de la Europa del Este... países del Norte de África y Subsahariana... en fin, creo que la gente sabe de qué hablo.
Ahora bien, delación anónima, justa o injusta, era lo que menos importaba con tal de salvar la fe o la patria (eso ya va en gustos). Vamos a internet y vamos a inventarnos algo malo, muy malo sobre alguien y lo vamos a difundir. ¿Por qué? Porque le tengo envidia/odio, porque me interesa tumbarlo y porque la causa de la humanidad lo merece. Oiga, si era mentira. Ya, pero eso ya no importa si tenemos al rebaño pastando donde queremos. "Pequeños sacrificios" en pro de la causa.
No, si ya se encargaron oficiales estalinistas (Molotov) de hacer la estrategia en reuniones con sus colegas nazis (Goebbels), la de hacer de una gran mentira una verdad aún mayor. Vamos, que escupo por la red toda la basura que soy contra mi enemigo pero no tengo los cojones de decir mi nombre y apellido.
Un poquito de valentía, por favor. Y, como decía aquel, "menos samba y más trabajar" (por destensar), que de insultar no vive el hombre, por más que se intente.
Profecía: El próximo comentario, respecto al mío, será "¡¡Fascista!!".Ver más
me parece que es el mayor poder surge de una total transparencia, del total conocimiento y dominio del propio sujeto...
ResponderEliminaranonimato? sabes que no lo concibo...
Anonimato y cobardía son conceptos distintos. Pueden ir de la mano o no. Estamos mezclando el culo con las temporas, que decía mi abuelo
ResponderEliminarDesde luego, anonimato y cobardía no tienen nada que ver. Como escribo, el anonimato puede ser una postura política y personal totalmente válida, e incluso bastante efectiva. Otra cosa muy distinta es el anonimato como irresponsabilidad y como terrorismo. Desgraciadamente en Internet son muchos más los que se amparan en Mamá Red para fastidiar y tocar las narices que para promover nuevas formas de organización.
ResponderEliminarEl debate de lo anónimo es un debate del yo y de lo identitario. No es en ningún caso un debate moral ni ético.
ResponderEliminarEn una sociedad de control. La identidad es asunto, SIEMPRE, de la policía. Llámese aquí policía a toda aquella sensibilidad identificadora. A identificar unas cosas con otras. El reparto de lo sensible de Rancière (y en ningún caso lo sensible es sólo lo visible) es aquello que en nuestro tiempo acostumbramos a no practicar, delegando este trabajo a todas las formas sensibles de la policía. El régimen que nos gobierna es el de la identificación. Su versión más extrema siempre pertenece al orden del "campo" que es el topos de nuestro tiempo.
Todos hemos hecho comentarios anónimos.
Anonimato es algo más complejo que ser valiente o ser cobarde.
En ocasiones es una renuncia a invertir en la empresa del ego.
Anonimato es "cualquiera"
Efectivamente un anónimo puede insultar impúnemente. Eso le puede hacer indigno de un enemigo a la altura.
Lo público es anónimo y vacío. La propiedad privada tiene nombres y apellidos. Como las tumbas.
Lo anónimo no tiene que ver con la visibilidad sino con la sensibillidad.
Lo que dice un anónimo puede ser tan transparente y visible como lo que dice alguien que firma. Lo único que oculta el anónimo es lo que no tiene, en el fondo, demasiada importancia. El yo.
Es necesario liberar las ideas de los yoes.
La singularidad si no es capaz de volverse universal trabaja para el ego.
No hay nada digno en el hecho de decir tonterías y firmarlas.
Muchas de las cosas más maravillosas de este planeta son anónimas. Las hace gente anónima. Y de manera anónima. Sin esperar "reconocimiento" ni "ser reconocidos".
Los superhéroes son anónimos.
Los líderes tienen nombres y apellidos.
Las masas son anónimas.
Los ejércitos tienen nombres y apellidos.
El pueblo es anónimo.
Los políticos tienen nombre y apellidos.
Muchos de las potencias del anonimato son frecuentemente utilizadas para lo peor.
Lo que importa no es quién seas, sino lo que hagas.
Estimado anónimo, de acuerdo contigo en todo, incluso en las puntualizaciones a la visión rápida que hago de Rancière y que desde luego no se ajusta a la complejidad del concepto de reparto de lo sensible más que en la cuestión de la visibilidad, que, en efecto, es tan sólo una de las caras de ese "sensible".
ResponderEliminarMe gusta mucho esa última frase tuya. Y me trae a la cabeza la magistral película de Spike Lee: "Do the Right Thing". Al final, es cierto: "haz lo que debas". Y ahí, desde luego, no importa quién seas, sino lo que hagas.
Sólo una puntualización: mi tratamiento del anonimato en este blog ha sido absolutamente condicionado. No es que yo sea un defensor a ultranza de la identidad, ni mucho menos. A veces quisiera desaparecer. Pero sí que, en algún caso, me ha resultado incómoda y asimétrica la situación de estar dando la cara (opción, por otra parte, que nadie me ha pedido y que he elegido libremente) mientras tenía que recibir anónimos insultantes y fuera de lugar. Es quizá por eso por lo que el anonimato se ha convertido en una cuestión aquí.
De todos modos, creo que está clara la postura, y que en eso todos estamos de acuerdo. Con nombre y apellidos también se escriben tonterías y se contribuye al rumor irresponsable. El troll también puede ser nominal. Y todo lo contrario, el anonimato puede ser una opción ejemplar. Está claro: lo importante son los actos –pero también las responsabilidades sobre esos actos. Es quizá este concepto último el que más me interesa: los actos, las palabras, incluso las ideas, no son inocuas. Causan efectos, producen realidades. Y creo que es necesario mantener una responsabilidad sobre esas realidades causadas. Es un deber ético. Quizá esta sea la única ética posible: ser responsables de nuestros actos. Y ya no digo culpables, que remite a otra serie de cuestiones aún más puntillosas. Pero sí responsables.
lo anónimo tiene mala fama
ResponderEliminarlos famosos, no acostumbran a ser los anónimos.
No hay nada de malo en decir tu nombre o firmar. Pero no siempre es necesario.
Para pensar, no es necesario identificar al que piensa.
El ladrón quiere ser anónimo.
El que firma con pseudónimo toma vacaciones de sí mismo.
Yo es nada.
No se dice mucho al decir "yo".
A los policías no les gusta enseñar su identificación.
La tradición acostumbra a enterrar a lo anónimo.
El subcomandante marcos, siempre lleva máscara y sin embargo todos sabemos de quién se trata.
Detrás de un anónimo siempre puedes estar tú.
El anónimo es con el que de verdad podríamos empatizar.
¿Si no te conozco qué más me da quién seas? Todo serán conjeturas.
ResponderEliminarLos comentarios, opiniones, etc que deja la gente anónima lo único que hacen es quitar credibilidad a sus comentarios. De que me vale una crítica (la mayoría de mal gusto) si no dejan ni nombre ni datos personales, eso es porque no se creen lo que dicen.
ResponderEliminar...
ResponderEliminarel anónimo sí se cree lo que dice, pero no sé cree que decirlo pueda valer para creerse alguien
...
una crítica anónima,
cualquiera podría pasearse por tu blog
con nombres y apellidos
es una auténtica fiesta del yo y el ego
...
un secreto: el mundo, de verdad, existe.
Estoy contigo en este último comentario anónimo, pero siempre y cuando las críticas no rocen el mal gusto. Por ejemplo, tu comentario estoy seguro que te lo crees pues lo veo constructivo, pero cuando he visto ciertos comentarios que rozaban los ideales terroristas en contra de personas (y cuando digo terrorista es con razones) ese tipo de comentarios no los asimilo. Además la firma de "anónimo" es muy general y entrarán tanto buenos como malos anónimos.
ResponderEliminarCreate cada vez un nombre diferente y así te desvincularás del "anónimo" manteniendo el anonimato.
Lo de firmar mis opiniones creo que no es por ego, sino muchas veces por vagueza de no cambiar el estado. Además si pongo una opinión y alguien quiere contestarme, opinar, compartir, algo al respecto pues puede hacerlo directamente a mi dirección sin intervenir en este blog.
Ahora firmo como "anonimatum" pero hace un par de veces opiné con mi nombre