Sus cosas

Después de siete meses, esta mañana me he armado de valor y he comenzado a limpiar la casa mis padres. Ha sido como caminar a través del tiempo, y como si el tiempo fuese una cuchilla afilada y yo anduviese descalzo con una herida abierta en la planta del pie. Sin embargo, mi rostro ha permanecido imperturbable, en estado de ataraxia, como si estuviese realizando algún tipo de ritual que me impidiese gesticular.

En la casa ya no había muerte, como la última vez que estuve. Entonces había un cuerpo tendido. Un cuerpo vacío de vida pero lleno de sentido. Hoy no había ni cuerpo ni sentido. Hoy no había nada. Y sin embargo estaba todo. Todas las cosas, allí, inmóviles, quietas, tranquilas, como si nada hubiese sucedido, como si no se hubiesen enterado de nada. Las cosas, tan llenas de memoria y tan vacías de entendimiento.

Desde el punto de vista de las cosas, mi madre aún estaba allí. Las cosas aún no la habían perdido, aún no se habían convertido en meras cosas, aún seguían siendo sus cosas. Parecía que todavía esperasen su regreso. Ha sido al darme cuenta de esto, que las cosas siempre nos esperan, cuando se me ha ocurrido una historia que me ha destrozado por dentro, un cuento que algún día escribiré y que hoy podría resumirse en una ficción hiperbreve: “Cuando regresó, sus cosas todavía estaban allí”.

He deseado entonces convertirme en objeto, quedarme inerte y hacerme pasar por cosa, permanecer allí para siempre, esperando el regreso de aquello que sólo como humano sé que ya no volverá jamás. Luego me ha vuelto la humanidad (o quizá lo más inhumano) y no he tenido otra opción que comenzar a meter sus cosas en cajas y en bolsas para darlas a la beneficencia.

Lo inservible he tenido que tirarlo a la basura. Ha sido en ese momento cuando el dolor ha comenzado a atravesarme como una espada oxidada. Al arrojar sus zapatos viejos y su ropa interior al contenedor, he sentido que yo también me iba de allí para siempre, que de alguna manera me estaba desalojando del lugar que siempre he habitado.

Lo más curioso de todo es que, como si realmente hubiese devenido cosa, durante el tiempo en que he estado limpiando, no he derramado una sola lágrima. Tanto he temido la llegada de ese momento de confrontación, que parece que he desarrollado algún tipo de barrera emocional capaz de frenar las embestidas del recuerdo.

Quizá por eso escribo ahora estas palabras, para romper hechizo y dejar por un momento de ser cosa. Y mientras lo hago, siento cómo el muro se derrumba y la pantalla se vuelve borrosa, como si se hubieran abierto las compuertas de una presa que ya no puedo contener.

Comentarios

  1. Un abrazo, Miguel, para esos momentos. También para cuando sonrías.

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  2. Uno se hace mayor de veras cuando pierde a los padres. Está solo y no termina de comprender las tonterías de los demás. Es uno de los aprendizajes más duros y sabios que se pueden hacer, aunque no nos tenga que hacer mejores. Naturalmente lo digo todo esto por experiencia. Un abrazo. MLL, ego-ficcion.

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  3. Parece que de no haberlo escrito nada había ni hubiera sucedido...abracadabra...(ánimo)

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  4. No he pasado aún por el trance (sí por el miedo, la enfermedad...), pero puedo imaginar la desolación. Como dice MLL, es el punto de inflexión en la vida de cualquier persona, y todos hemos de pasar por él.
    Ánimo y un abrazo.

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  5. un abrazo, miguel ángel.
    y ganas de verte.


    (reme)

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  6. Lo peor ya ha pasado, si, pero los recuerdos y los deseos no se atenuan.

    Has tenido mucha fuerza... tienes mucha fuerza. Llorar no debe hacerte temer.

    Un abrazo tan fuerte (o mas) que el que te di anoche, querido mahn.

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  7. Es algo necesario, y muy personal, pero que produce un dolor más allá de toda explicación. Además, inevitablemente hay cosas de las "suyas" que uno retiene, porque son ella, o él , su presencia, su pasaje por nosotros.
    Y lo otro, es que nos deja un lugar, como yo digo a veces, he quedado primera en la fila....

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  8. ¿Tienes algun libro editado?.Me gustaria tenerlo,tu narrativa es explendida,he vivido contigo esos momentos y me han llegado al alma.
    Como yo tambien los pase,me he sentido completamente identificada contigo,pero me parece tan dificil saber trasmitirlo,que solo me queda darte mil felicitaciones y un abrazo muy fuerte por ser como eres.

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  9. ¿Tienes algun libro editado?.Me gustaria tenerlo,tu narrativa es explendida,he vivido contigo esos momentos y me han llegado al alma.
    Como yo tambien los pase,me he sentido completamente identificada contigo,pero me parece tan dificil saber trasmitirlo,que solo me queda darte mil felicitaciones y un abrazo muy fuerte por ser como eres.

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  10. Muchas gracias a todos por los comentarios y los ánimos. La verdad es que, bien pensado, esta confrontación con lo real me está ayudando a poner muchas cosas en su sitio, y dejar de lado algunas tonterías que me venían agobiando estos días.

    Cuando uno pierde a las personas que quiere se da cuenta de lo verdaderamente importante en esta vida. Y también se da cuenta de lo poco que se valora lo que se tiene.

    Por cierto, querido anónimo, muchas gracias por tus palabras sobre la descripción. A la pregunta de si tengo algo editado, alguna cosa sí que hay: aquí te dejo un vínculo a Infraleve

    http://nohalugar.blogspot.com/2006/12/infraleve.html

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  11. Han pasado siete meses y siete días, cada día me he preguntado ¿que habrá pasado con la casa de la Emilia?, ¿Estará en pie todavía la Casa de la Huerta? Esa casa mítica para mi, donde solo con cerrar los ojos y pensar un poco me atropellan los recuerdos, malos y buenos. El siete de Marzo además de perderla a ella, perdí la mitad de mi ser, biológico, me encontré de verdad solo, me reconforta el repaso diario de mis sueños con ella, siempre la veo llena de vida, joven y guapa, como era ella, ¡ que gozo!
    Ahora estoy como la neurona cerebral, que tras un accidente rompe todos los contactos con las demás, sigue viviendo en el cerebro pero no se pude comunicar, aislado, siete meses de silencio, las riberas del Segura solo emiten silencio a los desiertos de Almería.
    La semana pasada creí volver la tragedia del siete de marzo, la compañera de cincuenta años se quedó muerta y mis brazos, fueron treinta o cuarenta segundos en el lecho, y repetición de pérdida de conciencia en el umbral del baño de varios minutos. Ambulancia, urgencias y recuperación posterior, pese a la similitud del accidente afortunadamente el desenlace ha sido otro, y vive.
    emilio

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  12. Ay, mahn, esta entrada tuya me ha encogido especialmente el corazón.
    Ánimo y un abrazo

    (Una compañera)

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