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Hundirse para salir a flote

Vuelvo, al fin. Después de unas semanas de silencio, vuelvo al blog. Siento haber abandonado este espacio que tanto placer me produce, pero las obligaciones me han tenido ocupado por completo. En dos semanas, apenas he dormido, apenas he leído, apenas he escrito, apenas he vivido. Pero todo llega. Y todo acaba. Y en este caso, todo ha acabado bien. La exposición y el encuentro (que me han tenido retenido) han salido bien, aunque a mi amigo Fernando le parezcan una aberración. Las estéticas migratorias ya caminan solas. Todos estáis invitados a ver la expo en la Sala de Verónicas de Murcia. Me ofrezco de guía virtual y real. Y las ponencias del encuentro también están al llegar, así como las imágenes en la web (en breve en la página del cendeac). Es decir, que es hora de recoger frutos, aunque algunos (a mi pesar, y de Fernando) puedan amargar.

Lo importante es que no he desfallecido. Que hay vida en las calles, y que la primavera está tocando a la puerta. El sol de Murcia, los pájaros de la ventana, las flores del azahar, el extraño vigor de cierta parte baja... Y todas esas cosas que a un neurastémico como yo le han de repeler, pero que ahora, sin embargo, causan satisfacción.

Me permitiré, pues, dos días de vida para sumirme en el fango de la desesperación. Desesperación necesaria para abrir el cuaderno y escribir algo digno. Mientras tanto, este blog me permitirá salir a flote de un barco que, para hacer llegar al lugar que quiero, es necesario hundir.

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