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Distancia, pues. Y nada más

"Habitar la distancia" es una de las metáforas más sabiamente utilizadas por Heidegger. Habitar el espacio entre el aquí y el allá. Habitar el no espacio existente entre dos lugares. Estar aquí pero sabiéndose finito. Adelantando la distancia. Esto es, adelantando la muerte.

Escribir ahora en este blog parece semejante. Escribir la distancia. En la distancia entre la pantalla y el lugar en el que está escrito. Escribir en un lugar que no puede ser formulado. Un lugar que no cabe en la enunciación: un no(ha)lugar.

Desde un aquí que se pierde en cada letra, en cada pulsación del teclado. Desde un aquí que se transforma a cada segundo. Que se transforma en una distancia insalvable. No ya lejos, ni cerca, ni más allá o más acá. No ya en un lugar conocido. No ya en algún lugar que buscar. No. En un aquí que se pierde en un todo-ninguna-parte, en un en-cualquier-lugar-menos-en-un-lugar.

Es desde ahí que escribimos hoy. Tal es la escritura-blog. Una revolución, podría pensarse. Pero no; todo lo contrario. Siempre hemos estado ahí, en ese lugar que no deja de desaparecer, que está fuera y a la vez dentro, que cambia, se mueve, vuelve y no cesa. En ese lugar en el que nos perdemos. Sí. Ahí, donde me abismo. Donde me pierdo. Donde recuerdo que nunca tendría que haber llegado. Sí. Ahí, en el lugar al que jamás podré regresar porque siempre estoy llegando, como un intruso.

Desde ahí, y no desde otro sitio, hemos ahora de pensar. Desde ahí, y no desde otro sitio. Desde la incoherencia más absoluta, desde la más in-munda extimidad. En ése lugar comienza a escribirse este blog.

Distancia, pues. Y nada más.

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