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Las mejores lecturas de 2024

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Esto no es una lista de lo mejor del año. Porque para hacerla tendría que haberlo leído todo. Y soy consciente de mis límites y gustos como lector. A pesar de leer muchísimo (soy un vicioso del asunto), no me llega para dar cuenta de muchísimas cosas. No me he puesto a contar, pero creo que la cosa sobrepasa los cien libros. A un ritmo de dos o tres por semana salen entre 120 y 140. No llevo un registro. De todos modos, aunque lo llevara, este texto lo escribiría de memoria. Sobre todo porque me gusta pensar, al acabar el año, en los libros que más poso me han dejado, los que he seguido habitando un tiempo después de su lectura. Si me pidieran uno solo, por encima de todos los demás, creo que tendría que quedarme con  Madre de corazón atómico , de Agustín Fernández Mallo (Seix Barral). Es el libro perfecto. El que más me ha marcado de todos los que ha escrito. Hasta el momento, mi preferido de su bibliografía era  Limbo  (Alfaguara) —tengo clavada en la memoria la histor...

Atragantado 2

 Pues sí, sigo atragantado. Lo he vuelto a intentar, pero no hay manera. Tal vez sea ya que he decidido dejarlo —el texto, digo, el que se me atragantaba— y que, una vez que uno toma la decisión, ya es imposible entonces remontar. Acabo de volver a mirarlo y se me hace más fácil ahora montar una novela entera que acabar ese artículo. Así que ya está la decisión tomada: un mes de trabajo a la mierda. Y también lecturas y desvelos. Pero, bueno, debe saber uno también cuándo parar. Y que a veces hay caminos que no llegan a ningún lugar.  Quién sabe, quizá en el futuro se pueda retomar. Ahora mismo, sin embargo, el mero hecho de haberla borrado de mis tareas por venir, me ha liberado. No me veo capaz. Es como si hubiera perdido toda la destreza para hacerlo. Tendría que frenar el mundo para poder meterme ahí con fuerzas. Y quizá ni así. Todo texto tiene su tiempo, su impulso. Este sé que no lo voy a poder saltar. Así que lo mejor es dejar de intentarlo y chocarme contra la pared....

Textos que se atragantan

Hay textos que se atragantan. Estos días estoy con uno que llevo en la garganta ya varios años. De hecho, es la segunda vez que me planteo desistir. Me ha servido como conferencia ya en dos ocasiones, pero no logro darle un formato académico. Es un texto sobre cómo en ciertas novelas de la crisis algunos personajes emplean el arte (o la creatividad) como resistencia a la creatividad. Lo esbocé en 2017 para un encuentro sobre literatura y precariedad. Di la conferencia. Gustó. Pero luego me retiré en última instancia del libro en el que tenía que aparecer ( Narrativas precarias , coordinado por Christian Claesson). Fue una pena, porque ya estaba casi, pero no tenía el tiempo para hacerlo.  El año pasado, en el encuentro Ficciones sobre arte , volví a rescatar el texto para la conferencia. Lo tenía ya esbozado. Incluí alguna referencia más y me prometí convertirlo, ahora sí, en un artículo académico. Pero el tiempo ha pasado y, de nuevo, se ha atragantado. Llega el deadline y yo solo...

Arena en los ojos

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Ayer viajé a Valencia para participar en una conversación con el historiador del arte Luis Vives-Ferrándiz. "En los aledaños de la imagen", se titulaba el evento. Y formaba parte de los Coloquios de Cultura Visual Contemporánea que organiza cada año la Fundación Mainel. Hablamos de imágenes que importan, de inteligencia artificial, de saturación visual, de arte político, de fotografía de guerra... de todo un poco. Aquí dejo el link al vídeo, por si alguien lo quiere ver:  En los aledaños de la imagen .  Creo que salió bien la cosa y que el público la disfrutó. Pero no es exactamente esto lo que quería contar aquí, sino algo que, aunque tenga que ver con la imagen, tiene mucho más que ver con la realidad.  Era la primera que viajaba a Valencia desde la tragedia de la DANA. Y ayer, precisamente, se cumplía un mes de la catástrofe. Durante todo el viaje en coche, tenía el corazón encogido. Sabía lo que me iba a encontrar por el camino, en la autovía de entrada a la ciudad. C...

El piano del vecino

Mi vecino se ha comprado un piano. Lo toca a todas horas. También a la hora de la siesta. Lo toca bien, pero de modo insistente. Su piso es el segundo; el mío, el cuarto. Pero por alguna extraña razón parece que está tocando en mi dormitorio. Lo que me más me inquieta de todo es el repertorio. Se lo digo a mi mujer: ¡no comprendo el repertorio! ¡Eso no es repertorio clásico! A veces, de rebote, se puede escuchar algo de Bach, pero por lo general hay mucho Queen. Más de la cuenta. Lleva ya dos semanas con Bohemian Rhapsody en bucle. A veces me arranco a cantar a voz en grito, a ver si algo le llega y se da por aludido. El otro día casi saco el micrófono.  Mama, ooh, didm't mean to make you cry... No me entendáis mal, no soy el grinch, también tengo en casa un Clavinova. Y me pongo los putos auriculares cuando toco, sobre todo si es a deshoras. No sé si lo suyo es un piano digital o de los de toda la vida, aunque intuyo que es digital, porque a veces se oye más flojo que otras. Enton...

Morir en un sueño

Esta noche he soñado que moría. No es la primera que me sucede, pero siempre que sueño algo así me despierto justo en el momento de la muerte. Morir en un sueño es una forma de despertar. Es como si lo que muriese fuese en realidad el mismo sueño, la historia extraña en la que uno ha vivido. Esta noche, sin embargo, me he muerto y he permanecido en el sueño. Todo se quedaba en negro. Una oscuridad y un silencio infinitos, como una especie de limbo del que no sabía cómo salir. No recuerdo qué ha sucedido después, pero me he despertado con una angustia terrible. Y aún llevo dentro algo de esa oscuridad. Ahora, cuando escribo esto, justo después de desayunar —Benjamin decía que los sueños continúan hasta el desayuno—, puedo sentirla todavía. Se ha quedado conmigo. Espero que se vaya disipando conforme avanza el día. 

Ánimo de blog

 Ha pasado tanto tiempo que ya ni recordaba cómo había que entrar aquí. Casi un año de ausencia. Y eso que me había prometido regresar. Pero pasa lo de siempre: el tiempo. El tiempo que falta. El que hace que las promesas nunca logren cumplirse. Pero ahora, mientras comienzo a escribir este post y los dedos se mueven sobre el teclado sin dudar un solo segundo, me reafirmo: tengo que volver aquí. We have to go back, Kate!, que decía mi querido Jack de Perdidos. We have to go back, sin duda alguna. A este espacio donde no hay que medir caracteres, donde no hay presión porque no te lee ni el tato, donde la escritura puede fluir de un modo que casi emula al pensamiento. Escribir como se piensa. Pensar mientras se escribe. Ya lo echaba de menos. Y, sin embargo, he tardado casi un año. Un año en el que han pasado tantas cosas que hacer recuento se me hace muy largo. Cosas de todos los colores. Dos libros nuevos, una acreditación, varias caídas, kilos de más, noches de más... todo de más ...