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Mostrando entradas de agosto, 2012

Imaginación y realidad

Ayer estuve con mi sobrino de cuatro años jugando un rato con los muñecos que le habían regalado por su cumpleaños. Sobre la mesa estaban Bella, la Bestia, Cenicienta, el Príncipe, Rapunzel, el Rey León, Simba y un largo etcétera de personajes de cuentos y dibujos infantiles. Durante bastante tiempo imaginamos conversaciones entre los muñecos y estuvimos fantaseando con ellos. Reconozco que me fue un poco la mano pervirtiendo las historias y contando nuevos desenlaces. Convertí a la Bestia en rey de la jungla y al padre de Simba en el amante de Bella. El zapato que había perdido Cenicienta lo encontró Rapunzel y lo escondió entre su pelo. Bella tenía que llegar a casa antes de las doce o su príncipe se convertía en calabaza. El hada madrina, con su varita, era una luchadora de esgrima que tenía que vérselas con otro personaje, convertido en un vendedor de flores. Y los malvados estaban en su cueva en huelga de hambre reclamando un trato digno para los prisioneros. Al final, acabaron

Parecidos razonables

Mira con mis ojos / Pasado inmediato

Llevo varios días explorando el universo de Instagram. He llegado tarde a esta red social, pero creo que a tiempo para entrar a pleno pulmón y observar el modo en el que las imágenes dicen por sí mismas cosas que a los textos les costaría Dios y ayuda comunicar. Yo siempre he sido más escritural que visual y he confiado más en los textos que en las imágenes. Supongo que se trata de una actitud ante lo visible: en lugar de apresarlo con la cámara, espejarlo, reproducirlo o reconducirlo, prefiero filtrarlo, traducirlo o reconvertirlo a través de las palabras –toda una paradoja, dedicándome a una disciplina tan fascinada por lo visible como es la Historia del Arte–. Sin embargo, la exploración de la esta tendencia a escribir con luz –bueno, con píxeles– y, sobre todo, a contar la intimidad a través de las imágenes me está dejando claras muchas cosas sobre el modo en el que las imágenes se transforman en el mundo contemporáneo y sobre todo me está animando a reflexionar sobre el estatus de

Meta-imagen

Acabo de caer en las redes de Instagram.

Notas sobre un cuaderno encontrado

En el post anterior me lamentaba y me daba cabezazos contra la pared porque había extraviado un cuaderno con el esbozo de una novela. Durante estos días he tenido que comenzar de nuevo a esbozarla y recomenzarla desde el principio. Al principio me fastidió bastante el asunto, pero más tarde casi he acabado alegrándome del extravío pensando que lo que ahora había escrito estaba bastante mejor que lo que había esbozado en el cuaderno. Pero como el destino es cruel, buscando otra cosa que aún no he encontrado, hoy me he dado de bruces con el dichoso Moleskine. Estaba en el escritorio, traspapelado entre varios montones de folios que había revisado más de cien veces. Cuaderno negro entre folios blancos. Una y otra vez pasé por ese lugar, y una y otra vez el puñetero cuaderno tuvo que esconderse para que no lo viese. Como dicen por aquí, "lo que no se llevan los ladrones, aparece por los rincones". Pero aparece siempre que uno no lo está buscando. Es como el objeto de deseo en l

A mano o a máquina

En Cornell empecé a escribir una novela de ciencia ficción, una especie de cosa rara que tenía hacía tiempo en la cabeza y que en las noches de soledad de Ithaca sentí que debía empezar a sacarme de dentro. La esbocé en un cuaderno negro y la dejé en reposo hasta que tuviera tiempo, ganas y fuerza para ponerme en serio con ella. Estos días, en los que al final no he conseguido aburrirme, me han venido de repente las ganas y el deseo de continuar con aquello que esbocé. Así que, feliz y contento, me he puesto a buscar el Moleskine negro para retomar la novela. Sin embargo, después de varias horas de búsqueda y de remover Roma con Santiago, no solo no he podido encontrarlo, sino que he llegado a una conclusión trágica: me lo dejé en Ithaca. Como no podía ser de otro modo, me he dado cabezazos contra la pared y me he cagado en todo lo que se menea más de mil veces. ¿A quién se le ocurre escribir en papel en pleno siglo XXI? La respuesta está clara: a mí. Y no es que yo sea precisament

La interpretación de un libro

Como todos los años, en verano intento sumergirme en la lectura compulsiva de los libros que voy dejando "para más adelante". Aunque no siempre llega a suceder con todos, a veces ese "para más adelante" sí que acaba llegando para muchos de los libros que se agolpan en la estantería de "pendientes". Y una de las mayores satisfacciones de estos días es –junto a la lectura de los libros, por supuesto– la visión del modo en el que la estantería va liberándose, y esos libros van yendo a parar, tras ser leídos, al lugar que le corresponde (que en mi caso es un orden delirante, a medio camino entre lo alfabético, lo temático y lo puramente posicional; aunque yo me aclaro y sé, más o menos, por dónde caen casi siempre). Por alguna razón extraña, nunca disfruto los libros tanto como en estos momentos de lectura compulsiva. Quizá sea que durante el resto del año la lectura se mezcla con las mil cosas que hay que hacer y se ve interrumpida cada dos por tres por el

Improvisando

Postpopminimalismo a lo Nyman, o mejor, a lo nymahn. Al final, esto es lo más parecido que encuentro al aburrimiento, repetir cuatro acordes hasta llegar a ser cansino.

En busca del aburrimiento perdido

Hace siglos que no posteo cosas nuevas en el blog. Casi tengo que excusarme según la fórmula de Cory Arcangel:  Sorry I haven't posted . Junio y julio han sido una auténtica locura de exámenes, burocracia universitaria, conferencias, tesis (que dirigir y evaluar)... Pero al fin parece que me voy quedando tranquilo. He podido acabar mi librito sobre Benjamin y el arte de historia y entregar también los textos a los que me había comprometido. Así que las vacaciones han llegado por fin. Un mes en el que salvo alguna que otra cosa pequeña, me dedicaré a la lectura, la música y la escritura por puro placer. Un mes en el que buscaré algo que hace mucho tiempo que no percibo, el aburrimiento. Sí, quiero aburrirme. Totalmente. Llegar a tener uno o dos días de esos en los que no sabes qué hacer y se te cae la casa encima. De esos en los que el tiempo se espesa y sientes que el futuro (el día siguiente) no acaba nunca de llegar. Hace bastante que no tengo esa sensación. Siempre hay cosas