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Mostrando entradas de noviembre, 2011

La moda que viene

Y cierro la serie de esta moda filosófica con lo que más se llevará en "la comunidad que viene".

Culture Industry. Impossible is Nothing

Para hacer frente a la crisis de la Industria Cultural, nada mejor que equiparse como manda la dialéctica negativa.

Just think it

Y entre twittería y twittería, mientras acabo las reseñas de Exitbook y uno de los capítulos del libro sobre el arte y la obsolescencia, se me ha ocurrido esta idea para una camiseta. En cuanto vuelva, me la hago. Y por supuesto, llevaré los complementos a juego. Hegel, Marx y Lacan es lo que mejor le viene si te gusta lo retro.

#novelascutres

Como Twitter es un lugar sin memoria y todo se pierde, dejo aquí algunas de las twitterías que el otro día me mantuvieron entretenido un rato. El talento de Mr. Proper El de Camarón Juego de Trenas Está lento de lo demás El beso de la mujer de Azaña Iiiii iii iiii Bouvard y Pacoche A Jerez de la Frontera, al lado del Sol El viaje horizontal El retrete de Dorian Gray Pereira no se sostiene, El miedo del portero al saque de banda Ciudad de metacrilato La lavadora, instrucciones de uso Tokio Fado (Lisboan wood) Confesiones de una careta Los amigos de Pascual Duarte Rinconete y Asperger

Tecnologías de segunda mano I (Fringe y los límites de la melancolía)

Originalmente en SalonKritik "Frente al temor de quedar pese a todo a la zaga del espíritu del tiempo y a ser arrojado al montón de barreduras de la subjetividad desechada, es preciso recordar que lo renombradamente actual y lo que tiene un contenido progresista no son ya la misma cosa. En un orden que liquida lo moderno por atrasado, eso mismo atrasado, después de haberlo enjuiciado, puede ostentar la verdad sobre la que el proceso histórico patina." –Th. W. Adorno, Minima moralia . Selectric 251 En A New Day in the Old Town , el primer episodio de la segunda temporada de Fringe , el cambia-formas Lloyd Parr usa por primera vez la Selectric 251, una máquina de escribir que, a través de un espejo, parece tener la capacidad de comunicar los dos universos paralelos que articulan la serie. Este “telégrafo cuántico” –como lo califica Walter Bishop en otro episodio– parece funcionar casi como un chat analógico en el que el papel hace las veces de pantalla: el usuario escribe un

Fin del mundo

Al final, el viernes pasado el mundo no acabó y parece que tendremos que esperar a 2012, como dice el calendario Maya y más de un agorero, para que la cosa explote del todo. En cualquier caso, lo curioso es que esta serie de fantasías apocalípticas, que se repiten insistentemente desde hace unos años –aunque nunca se han ido del todo–, coinciden hoy con un momento en el que, en efecto, la posibilidad de un futuro mejor parece no existir o directamente es negada. La crisis económica ha puesto de manifiesto una percepción de la contemporaneidad como un tiempo sin resolución posible. Precisamente uno de los centros de debate de la filosofía contemporánea tenga que ver con esta ausencia de prognosis y falta de creencia en un futuro por venir. Después de la Modernidad, que privilegió el progreso y utopía, y de la Posmodernidad, que se encerró en el complejo de culpa y se quedó anclada en la revisitación del pasado, la Contemporaneidad se muestra como una época de presentismo radical. Una ép

Cena de gala

Siguiendo con Adorno y la actualidad de sus microensayos de Minima Moralia, no puedo evitar transcribir un pasaje de cena de gala , que describe a la perfección el sentido de la cultura burguesa como cultura de consumo: " Cena de gala . (...) Como la clientela de la sociedad de masas desea estar inmediatamente a la última, no puede dejar escapar nada. Así como el aficionado del siglo XIX era capaz de asistir sólo a un acto de la ópera por su actitud un tanto bárbara de no permitir que ningún espectáculo pudiera acortar el disfrute de su cena, con el tiempo la barbarie actual, a la que se le ha privado del recurso a la cena, no puede de ningún modo saciarse con su cultura. Todo programa debe seguirse hasta el final, todo best-seller, debe leerse y toda proyección ha de presenciarse, mientras dure en la brecha, en las salas principales. La abundancia de las cosas consumidas indiscriminadamente se vuelve funesta. Hace imposible orientarse en ella, y así como en los monstruosos almace

Encrucijada

Rebuscando en Minima Moralia , me encuentro esta cita de Theodor Adorno de hace sesenta años: "Ninguna obra de arte, ningún pensamiento tiene posibilidad de sobrevivir que no conlleve la renuncia a la falsa riqueza y a la producción de primera calidad, al cine en color y a la televisión, a las revistas millonarias y a Toscanini. Los medios más antiguos, los que no se miden por la producción en masa, cobran nueva actualidad: la de lo marginal y la de la improvisación. Sólo ellos podrán eludir el frente único del trust y la técnica. En un mundo en el que hace tiempo que los libros no parecen libros, sólo valen como tales los que no lo son. Como en los comienzos de la era burguesa tuvo lugar la invención de la imprenta, pronto llegará su revocación por la mimeografia, el único medio adecuado, discreto, de difusión." ( Minima Moralia. Reflexiones desde la vida dañada. 1951. Madrid, Taurus, 1999, p. 48). La cosa da que pensar. Hoy estamos en esa misma encrucijada.

Artes y ciencias

Una de las cosas que siempre me han sorprendido de las películas americanas sobre la universidad es la manera en la que parecen estar estructurados los estudios. Eso de que la chica salga de clase de física teórica y se meta corriendo en la de literatura francesa del siglo XIX para acudir después a un seminario sobre el amor en el arte medieval del sur de Asia; eso, a mí siempre me ha puesto de los nervios y me ha llevado a hacerme una y otra vez la misma pregunta: ¿pero qué narices estudia esta gente? ¿Qué carrera es esa en la que uno elige las asignaturas al tuntún? Es curioso que haya tenido que venirme aquí para enterarme por fin de que la cosa es realmente así. El estudiante americano, excepto en algunos casos específicos como Derecho o Medicina, se gradúa en artes liberales –Arts & Sciences– y ya más tarde se especializa en algo concreto. Supuestamente el plan Bolonia de las universidades europeas tiende hacia ese modelo. Pero no llega ni de lejos. En España a nadie se le pas

Escribir, perder historias

Es curioso lo rápido que se olvida uno de las cosas, o lo rápido que pasa página. Antes siquiera de haber recibido una respuesta (positiva; porque esta gente no responde si es que no) de editores o agentes, ya me he comenzado a olvidar por completo de la novela que, con todo el esfuerzo del mundo había conseguido escribir. En el momento en el que imprimí los casi 300 folios, y aun sabiendo que había miles de cosas que podía mejorar –si supiera, claro está–, la cosa ya dejó de tener sentido. Y ahora, si digo la verdad, hasta me da igual que se publique o no. Yo ya he conseguido lo que quería. Acabarla. Saber lo que pasaba, contar una historia. El resto no importa demasiado. A mí me da de comer otra cosa. Lo curioso es que, durante el tiempo en el que la estaba escribiendo, no dejaba de pensar en los posibles lectores, en la gente que querría que la leyese, en lo que podía gustar o no gustar, en enviarla a premios, a editoriales de prestigio... era una manera de mantener la ilusión. Pero