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Mostrando entradas de agosto, 2011

Ni súper, ni ocho

Supuestamente se trataba de la sensación del verano, la vuelta al cine de aventuras de los ochenta y el homenaje a la tecnología de las cámaras Super 8. Sin embargo, desde mi punto de vista, la película de J.J. Abrams resulta un fiasco doble. Primero, la historia. Para conseguir la vuelta al cine tipo Los Goonies o E.T., lo que hace Abrams es coger todo lo que funcionaba de las películas de niños de los ochenta y ponerlo junto. Y, claro, como él es un maestro de la narración, pues aquí funciona. Es una película entretenida y con la que se pasa un buen rato. Pero ya está. Un director como él no puede caer en esa regresión y convertir su película en un pastiche llenó de clichés por todos los lados. Ahora bien, lo que es más indignante es el «juego» con el Super 8. La película pretende mostrar la nostalgia por un medio y una tecnología que ha formado el imaginario de toda una generación. Sin embargo, aparte de lo anecdótico, en la película no hay lugar para el potencial de las cámaras

El instante de la escritura: una lectura (benjaminiana) de Patricio Pron

[Publicado en Salonkritik , 21/06/2011] “Articular históricamente el pasado no significa conocerlo 'tal y como ha sido'. Significa apoderarse de un recuerdo tal como éste relumbra en un instante de peligro”. El comienzo de la sexta tesis sobre la historia de Walter Benjamin alude claramente a la fugacidad con la que aparece la posibilidad de conocer el pasado. Una posibilidad que se abre en un momento y desaparece para siempre. La historia se nos manifiesta en un instante. Y ese instante corre el peligro de desaparecer para siempre y no volver jamás a ser mostrado. Porque la imagen del pasado “pasa de largo velozmente”, y el pasado “sólo es atrapable como la imagen que relumbra, para nunca más volver, en el instante en el que se vuelve reconocible” (Tesis V). Ese instante fugaz tras el que desaparece la posibilidad de conocimiento, ese instante oportuno, sólo puede ser percibido si el historiador se siente convocado en él, si se siente apelado y llamado por

Impaciente

Llevo prácticamente una semana encerrado en mi habitación sin parar de escribir. Desde que regresé del balneario, y tras acabar el texto sobre Bernardí Roig , me he sumergido por fin con tiempo en la novela y estoy disfrutando como un crío. Está claro que estas cosas hay que tomarlas a tiempo completo. En una semana de enclaustramiento he avanzado más que en meses de escritura salteada. Pero sobre todo estoy sintiendo por fin que el mundo del que escribo toma forma, se va espesando y no me deja un momento libre en mi cabeza. Me tiene totalmente absorbido y obsesionado. Sin duda esa es la palabra: obsesión. Y, visto lo visto, creo que sin eso no hay literatura. Y en mi caso, esa obsesión tiene que ir acompañada de concentración temporal. Día, tarde y noche, a todas horas, pegado al teclado del ordenador, repasando una y otra vez, volviendo a los párrafos sin cesar, recomponiendo historias, espesando argumentos, dando voz a los personajes... Eso es algo que yo no puedo hacer poco

Regreso (descansado y leído)

Ya he vuelto. Y, como cabía esperar, el mundo no se acabado. Al menos, no del todo, porque el calor que hace en Murcia sólo se explica si se han dejado abierta la puerta de alguno de los siete infiernos. Qué disparate. Ni dormir se puede. Con el fresquito que hacía en en Alhama de Aragón , que teníamos incluso que taparnos por las noches. Pero bueno, el calor es lo suyo en estas fechas. No me voy a quejar después de la semana de relax que he pasado y que me ha venido de maravilla. Semana de no hacer absolutamente nada. Sólo descansar, tumbado al sol frente a un lago termal, leyendo, bañándome y comiendo. Comiendo mucho y bien. Y es que la mayoría del tiempo la hemos pasado en La Gastroteca del Gran Hotel Cascada, intentando descifrar algunos de los platos del chef , como el kebab deconstruido o Cosmopolitan gelatinado , una maravilla absoluta. Por si me aburría, me fui cargado de literatura y monté en el hotel una minibiblioteca . Womahn decía que se me había ido la mano, y

Missing

Sí, amigos, lo sé, aún me quedan cosas por acabar. Hay textos que aún no entregado y me esperan con urgencia, papeles de la Aneca que están a medio rellenar, informes de tesis por entregar, cuestionarios por responder, reseñas por redactar; la exposición está parada y todavía no tengo claro las obras que hay que fotografiar para el catálogo y las que no, ni siquiera he tenido tiempo de escribir el texto de introducción y los institucionales, hay facturas que se me ha pasado pagar, no sé si acabé del todo las guías docentes, tengo varios mails importantes que contestar, algunas llamadas de teléfono que debería hacer cuanto antes... Cientos de cosas requieren mi atención. Y todas parecen ser muy importantes. Pero lo siento. Lo siento de verdad. Hoy me voy de vacaciones. Me pierdo durante una semana. La única de vacaciones reales en todo el año. Es 1 de agosto. Hasta la semana que viene estaré desaparecido. Desconectaré el móvil, no miraré el mail y no me conectaré a Internet. Me recluir