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Mostrando entradas de noviembre, 2009

Originalidad

Cuanto más vueltas le doy al problema de los derechos de autor, menos claro lo tengo. Esta semana hemos tratado en clase el arte del apropiacionismo que, precisamente, pone en cuestión la originalidad y singularidad de la creación cultural. A principios de los años ochenta, se hizo patente que la construcción de las obras de arte contemporáneo ya no se regía por la pureza y la individualidad de las propuestas, sino por la superposición de diversos estratos de significado que ponían de manifiesto la ausencia de un original. Había que tomar conciencia de que “debajo de cada imagen hay siempre otra imagen”. Toda una serie de artistas, como Sherrie Levine, Dara Birnbaum o Martha Rosler, entre otros, comenzaron a utilizar el recurso de la cita y el montaje de elementos preexistentes con la intención de anular la presencia de un sujeto individual. Según estos artistas, no había posibilidad de acceso privilegiado al yo interior de los sujetos. Sólo podemos conocer el exterior, la superficie.

Hombre anuncio

En un post anterior hablaba de las marcas registradas como bastión de la propiedad privada. Proponía que nos hiciéramos marca para buscar un respeto que ya no se tiene por las personas. Evidentemente, lo decía de modo irónico. Nada más lejos de mi pensamiento que la idea de convertirme en marca. Sin embargo, creo que éste es un proceso al que estamos abocados. Un proceso que es el desarrollo lógico de la objetualización de lo humano y la humanización del objeto que tiene lugar durante la modernidad. Si hay una tendencia a convertir al hombre en máquina (utopía productivista) y a la máquina en hombre (utopía robótica), existe otra semejante a convertir al hombre en puro objeto de consumo y en dotar al objeto de consumo de propiedades humanas. Hoy ya no compramos coches, teléfonos o ropa; compramos aventura, relaciones y posibilidades de seducción. La mercancía se ha hecho emotiva. Y, por contra, nosotros nos convertimos también en meros objetos o, incluso, en superficies publicitarias.

Diario de duelo

Hoy me he metido de lleno en la lectura del último libro de Roland Barthes traducido por Paidós , Diario de duelo , el volumen compuesto por las notas que el escritor francés escribió durante dos años tras la muerte de su madre, entre 1977 y 1979. Se ha publicado este mismo año por primera vez en Francia y ha provocado una gran polémica , especialmente en torno a la conveniencia de que una serie de notas íntimas se conviertan en un libro cerrado. Es cierto que, a veces, una suerte de compulsión editorial lleva a las librerías cosas que deberían haber permanecido en el registro de lo privado. No sé hasta qué punto eso ocurre con este libro. Hay aquí cosas íntimas, es cierto. Pero, sin duda, se trata de un libro increíble, fundamental para entender el trabajo del último Barthes, en especial La cámara lúcida , a cuyo proceso de gestación se asiste a través de estas páginas. Me ha fascinado. No puedo decir otra cosa. Aunque también es cierto que mi lectura no ha sido ni mucho menos neutr

Brevemente antologado

Logro acabar por fin el texto sobre Manu Muniateguiandikoetxea para la expo de La Conservera. Hacía tiempo que no aprendía tanto. Como decía en el post anterior, me he logrado meter de lleno en el constructivismo. Y he disfutado como un niño con Rodchenko y compañía. Pero me he encerrado tanto, que no he tenido tiempo de dar cuenta de algunas cosas que me han ido sucediendo durante la semana. Por quedarme con la mejor, ha llegado ya a mis manos el libro Por favor sea breve 2, la antología de microrrelatos que ha editado Clara Obligado en Páginas de Espuma. En las páginas de este libro se recoge lo mejor de este género contemporáneo, con autores como Ana María Shua, Fernando Iwasaki, Hipólito G. Navarro o Andrés Newman. Curiosamente, y casi por accidente, se ha logrado colar una microficción mía, "Destino", un pequeño cuento de fantasmas sobre violencia doméstica que la editora ha escogido del libro Demasiado tarde para volver . La verdad es que para mí es todo un honor verme

Constructivos

Llevo una semana enfrascado en la historia del constructivismo ruso. Para ser sincero, nunca me había interesado demasiado en este movimiento. Por supuesto, Tatlin y los demás me parecían interesantes, pero nunca había logrado encontrar la manera de entrarles bien del todo. Pero, con la excusa del texto sobre Muniategui y sus citas a Rodchenko, me he metido a fondo en la figura del artista ruso y en el constructivismo temprano, sobre todo el de 1920-21. Después de leer, entre otras cosas, los textos de Buchloh y, sobre todo, el libro de Maria Gough ( The Artist as Producer: Russian Constructivism in Revolucion , University of California Press, 2oo5), me he dado cuenta de la complejidad y la riqueza del debate intelectual que se produjo durante aquellos años en el mundo del arte. Uno lo piensa bien, y la verdad es que gran parte de los problemas que se han planteado después en el campo artístico ya fueron trabajados y articulados por los pensadores y artistas rusos. No sólo los for

El respeto hacia la mercancía

Sigo flasheado con la manera en la que Ramoncín ha conseguido cerrar el canal que El Jueves tenía en Youtube. Su argumento es que allí aparecían unos vídeos ofensivos que dañaban su imagen pública. Sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con el “cantante” en que hay cosas por las que no se puede pasar. El límite entre la parodia, el comentario y el insulto es bastante difuso. El problema es que ese límite se sobrepasa día tras día. Y sólo unos pocos pueden defenderse. Parece que es necesario tener adquiridos "derechos de imagen" para que se nos tome tan en serio como a Ramoncín. De lo contrario, se nos puede vilipendiar, ridiculizar hasta la extenuación y nada ocurre. Quizá la solución sea registrar nuestros nombres como si fueran marcas, adquiriendo derechos de autor sobre ellos. Y es que es posible que el respeto que se ha perdido hacia la persona se mantenga hacia la mercancía. Sin duda, hay que darle la razón a Michel Houellebeq cuando dice que hoy la única transgr

Bob Flanagan: la muerte como ready made

Esta semana trabajamos en clase la cuestión del dolor en el arte contemporáneo. Como conclusión del problema, he puesto Sick . Vida y muerte de Bob Flanagan , supermasoquista , la película de Kirby Dick sobre la vida de este genial artista americano. La obra de Bob Flanagan se suele utilizar muchas veces para epatar , sorprender y hablar de las barbaridades que llegan a hacer algunos artistas contemporáneos. Un artista que clava su pene en una tabla de madera, que se cuelga de los tobillos, que se hace golpear, que se introduce objetos punzantes en su cuerpo, que se flagela constantemente... es casi un prototipo de excentricidad y locura para todos aquellos que pretenden ver en el arte contemporáneo un terreno abonado para la bestialidad. Sin embargo, si se estudia en profundidad, su propuesta artística y vital, su experiencia del cuerpo y de la enfermedad, es una de las más lúcidas y coherentes de todas cuantas han sido llevadas a cabo por los artistas en las últimas décadas. Pa

Impresiones fugitivas

Después de sufrir la paliza del Cartagena al Murcia de esta mañana, me quito las pinturas de guerra y me recluyo en la lectura. Y nada me viene mejor que emocionarme una vez más con Impressions fugitives (L'ombre, le reflet, l'écho) , el libro de Clement Rosset con el que me vuelvo a introducir en la cuestión de la sombra. Como ya he señalado en alguna ocasión en este blog , Rosset es uno de los pensadores que más admiro. Su teoría sobre los dobles de lo real ha sido tremendamente importante para mí. En este pequeñito libro que estoy leyendo, Rosset analiza una serie de impresiones fugitivas de la realidad (la sombra, el reflejo y el eco) que, para él, no son dobles, sino partes constitutivas de la realidad misma. La sombra no es una imagen del objeto, sino una parte de éste. No hay realidad sin sombra, ni sombra sin realidad. Lo más fascinante de Rosset es su prosa hipnótica y su manera particular de analizar los problemas, siempre a través de pequeños libros que parece decir

Silencio

En 1952, John Cage sorprendió al mundo de la música con 4’33”, una obra que presentaba cuatro minutos y treinta y tres segundos de silencio. Compuesta en tres movimientos (30’’, 2’23’’ y 1’40’’), la pieza reflexionaba sobre la figura musical “silencio”, y no sobre el silencio puro. En la sala de conciertos no había un silencio absoluto, sino que se escuchaban toses y algún que otro rumor de fondo. Cage era consciente de esto, y, de hecho, una de las claves de la obra es la diferenciación clara entre el silencio de la composición (de la música) y el silencio de la sala (de la vida). Precisamente, el año anterior Cage había intentado buscar el silencio puro en la cámara anecoica de la Universidad de Harvard. Sin embargo, durante el tiempo que permaneció allí, en total aislamiento de los sonidos del mundo, no pudo encontrar el silencio absoluto. Es más, advirtió que podía escuchar dos tonos o vibraciones, uno alto y otro bajo, los tonos del sistema nervioso y del sistema circulatorio. No

Tentar la suerte

En Murcia hay buena gente. Hoy lo he vuelto a constatar. Además, el porcentaje es bastante alto. De lo contrario, a estas alturas estaría ya sin moto. Y es que hoy, por tercera vez consecutiva en menos de una semana, me he vuelto a dejar las llaves puestas en la moto. No sé exactamente la razón, pero desde que me compré la nueva moto, tiendo a dejarme las llaves en el arranque o en la cerradura del maletero. El problema viene después, cuando intento buscarlas por los bolsillos y por la mochila y no logro encontrarlas. Ayer removí prácticamente toda la casa hasta que decidí usar las de repuesto. Sólo cuando fui a coger la moto, alguien salió del bar frente al que la tenía aparcada y me dijo, mostrándome un llavero que reconocí al instante, que si aquellas llaves eran mías. Por supuesto, le dije que sí y le di las gracias más de mil veces. Hoy ha vuelto a suceder algo igual, pero frente a una zapatería. De nuevo, el dueño del negocio, al verme buscar las llaves por todos los lados, se h

Más textos

Entre clase y clase, intento meterme de lleno a trabajar en un texto sobre Manu Muniategiandikoetxea , sin duda uno de los pintores más lúcidos e inteligentes del momento. A veces, trabajar a fondo sobre un artista concreto viene bien para introducirse en cuestiones que, de otro modo, sería más difícil llegar. Ahora vuelvo a la geometría, la construcción , las relaciones entre pintura y escultura, y sobre todo a la idea de reflejo, sombra, resto y huella. Después de pasar unos días leyendo lo que se ha escrito sobre el pintor, me sumerjo ahora otra vez en Clement Rosset y sus imágenes del doble: por un lado, las "impresiones fugitivas"(sombra, eco y reflejo), y por otro, las " fantasmagorías " (pintura, grabación y fotografía). Con eso ya tengo, como poco, para el párrafo del comienzo. Las otras quince páginas ya veremos cómo se llenan.

Celebración

Después de pasar el fin de semana recluido (con la excepción del tránsito al cementerio), logro acabar el texto sobre Carlos Schwartz para la exposición del TEA. De nuevo, me dejo muchas cosas en el tintero, pero al menos esbozo una serie de intuiciones sobre la cuestión de la luz en el arte contemporáneo, algo que siempre me había interesado. Nada más enviarlo, entro en la página de la ANECA y compruebo que mi acreditación como contratado doctor es positiva. Otra cosa hecha. Para celebrarlo, después de hablar dos horas seguidas en clase sobre los burdeles y el mundo de la noche, me meto a la librería sin rumbo fijo, es decir, del peor modo posible, porque todo es apetecible. Y es de esta manera que he vuelto a casa repleto de material para las próximas semanas. Entre las cosas que han caído: Pensar la muerte , de Jankélevich ; Teoría de la imagen , de W.J.T. Mitchell ; La mirada social , de Alain Tourane ; y Cómo saborear un cuadro , de Victor Stoichita . Eso y, por supuesto, Air

Una imagen

Tarde de cementerio. Regreso al pasado. Saludo a vecinos de la infancia. Me abrazo con mis hermanos. Pero delante de las lápidas de mis padres no logro sentir emoción alguna. A veces pienso en ellos y me retuerzo por dentro. Pero no allí. Allí ya no hay nada. Sólo un nombre y una fecha. Y huesos, pero eso prefiero no pensarlo. Porque eso está al otro lado, detrás, en el lugar al que no llega la mirada. Por eso pienso que ahora allí hay signos, letras y números. Sobre una piedra. Letras y números sobre una piedra. Por eso allí no hay emoción alguna. Porque el nombre ha perdido su poder de nombrar. Nunca he querido que allí hubiese foto alguna. He preferido dejar tan sólo el nombre, consciente de que así el dolor de la visita iba a ser menor. Pero parece que he perdido la batalla. Los demás quieren la foto. Así que el próximo año, allí también estará la imagen. Una imagen capaz de quemar en las entrañas. Porque la letra ya no duele. El nombre ya no tiene cuerpo para posarse. Pero el año